“Si alguien que rechace estos
mis grandes esfuerzos tan acertados como patrióticos, eso,
aunque tomara la forma de la opinión publica, lo
despreciaría como desprecio lo que quiera que estén pensando
los indios de la Goagira o del Caroní. Todos saben que lo
que concibo y hago es parto de mi cabeza y de mi voluntad,
sin siquiera discutirlo con nadie. Rojas ha firmado el
contrato y no hay en él ninguna cosa que no sea inspiración
mía ...”
Guzmán Blanco ( en carta a su Padre)
Hay una anécdota según la cual un adulante de Guzmán Blanco
durante un banquete con el Ilustre Americano, le arrojó una
manzana a un escritor, espetándole. “Improvise, poeta”. El
aludido tomó la fruta y sin más declamó: “por una cual la
presente, perdió el paraíso Adán. Si hubiera sido Guzmán, se
come hasta la serpiente". Ese tipo de ataque directo, cuyo
emisor era nada más y nada menos que Don Juan Vicente
González, quien pago cárcel por tal comentario, lo inspiraba
el hombre fuerte del momento, el General Antonio Guzmán
Blanco, nacido hace 180 años un 28 de Febrero. En él se
resumían todas las características bárbaras del Caudillo
clásico venezolano, la voracidad incansable por el tesoro
nacional, el goce sibarita y concupiscente del poder, solo
que con una vena positiva, la cual no puede tampoco dejarse
de lado.
Redomado pillo, arrogante y vanidoso, dueño y señor de
Venezuela en el período que va desde 1870-1887 como
Presidente, su influencia indirecta llegó hasta
prácticamente su desaparición física a finales del siglo XIX.
Sin embargo, no todo fue nefasto en la era de Guzmán Blanco.
Durante su mandato organizó las finanzas públicas,
desarrolló la instrucción pública, inició la construcción de
obras de importancia, modernizó las vetustas formas de la
Ciudad Capital. Todo ello dentro de una orgía de
personalismo, del más abyecto autoritarismo. Su sol comenzó
a elevarse a medida que la República hastiada del caos, cayó
en sus manos. Hijo del fundador del Partido Liberal, Antonio
Leocadio Guzmán, explotó hasta la saciedad la memoria y
gloria de Bolívar, llegando incluso en 1883, año del
Centenario de El Libertador, a crear la fabula de una señora
a la que hizo pasar por Nodriza del héroe nacional, no
contando con la edad par haber desempeñado esa labor casi un
siglo antes.
Cada vez que observamos el edificio sede de la Asamblea
Nacional, El Palacio Municipal, La Basílica de Santa Teresa
ó la estatua ecuestre del Libertador en La Plaza Bolívar,
recordamos que pese a todos sus vicios de caudillo, a sus
desplantes y abusos, también dejó un legado, caro en cuanto
al precio pagado, pero legado al fin y al cabo.
Con su muerte hace algo más de un siglo parecía abrirse un
nuevo ciclo, pero Cipriano Castro y su compadre proveniente
de “La Mulera”, se encargaron de demostrar que por mucho
tiempo las prácticas de los caudillos seguirían entre
nosotros, aislándonos del progreso, invalidando al futuro,
en ciclos de inmensa desgracia para esta tierra.
En la educación integral y ciudadana de todos está la clave,
para que estos ciclos no ocurran.
jamedina11@gmail.com