Cuando leíamos en el Liceo la
escena de “La estrella en la mira” y la posterior
desaparición, tragada por el tremedal, de la reciamente
enigmática Doña Bárbara, símbolo paladino del atraso y de la
barbarie, nunca pensamos que a la vuelta de la esquina nos
toparíamos con una reedición de viejas mañas y atroces
costumbres. En efecto, en la actualidad la simbología y
personajes de “Doña Bárbara” están tan frescos como hace
ochenta años, fecha de su primera edición en España donde
por cierto ganó el Premio del Libro del mes. Y decimos que
está más actual que nunca la trama y maneras de la
fundacional novela de Rómulo Gallegos, en la medida que
vemos pulular alrededor nuestro a perfectos arquetipos de
viejos perfiles. Ño Pernalete , revive, junto a solícitos
Mujiquitas, hay Juan Primitos loqueando con sus rebullones,
y naturalmente Mondragones para los trabajitos sucios. Mr.
Danger, cambia de rostro y de acento, pero siempre viene a
ofrecerle garrafas de ron al pobre Lorenzo Barquero.
Marisela, más desaliñada que nunca, más afeada por las
burlas y el descuido, no encuentra la mano redentora de
Santos y se hunde cada vez más en su ignorancia. Luzardo
está en el ambiente, está latente con sus ímpetus de
reformar pero no termina de arrancar la lanza del bahareque
e impulsarse a la tarea de acercar el día, ese día donde
todo “será verdad”. Continúan Los Pajarotes con sus malicias
y vivezas, los Carmelitos empeñados en trabajar pese a todo.
Los Ladrones asesinan por mucho menos que “plumas de garza”.
La misma llanura “propicia para el esfuerzo”, pero esperando
aún, no pocas veces con desilusión, a que “El Miedo”
desaparezca y de paso a una verdadera patria donde todos
progresemos espiritual y materialmente. A una tierra libre
de resquemores “toda horizonte como la esperanza toda
caminos como la voluntad”.
Lo justo, y lo que esperamos todos, es que esta portentosa
novela tenga vigencia sólo por sus variados méritos
literarios. Quiera Dios que dentro de pocos años ello sea
así.
jamedina11@gmail.com