¿Cómo dudarlo ? Los Políticos y la democracia en
Latinoamérica han dejado mucho que desear. No se trata este
de un mensaje de la llamada antipolítica, muy por el
contrario es una exclamación que busca rescatar la nobleza
de esta profesión, que en lo teórico busca transformar
positivamente a las sociedades y elevar pos consiguiente la
calidad de vida de sus habitantes.
Hasta ahora un magro balance pende sobre el accionar de las
clases políticas del subcontinente: elevados niveles de
miseria, inseguridad llevada al más sangriento caos, baja
industrialización, escasa producción de conocimientos,
corrupción galopante y un largo etcétera de calamidades y
endemias. ¿Ejemplos concretos? sobran. En un programa radial
dedicado al tema de la inseguridad una comunicadora social
mencionaba, que la respuesta que más le había impactado
durante el cumplimiento de su labor reporteril cubriendo
sucesos, fue la dada por una señora cuando iba a reconocer
un familiar en la morgue: “este es el precio de la pobreza,
vivir entre malandros y sin capacidad de mudarnos a otro
sitio”. La lapidaria declaración desnuda hasta el hueso la
realidad que nos agobia a todos. Todo el territorio
convertido en un coto de caza, donde la sangre corre en
hectolitros de terror.
Analistas como Andrés Oppenheimer (en su libro “Cuentos
Chinos”) apunta: “la
combinación del aumento de las expectativas y la
disminución oportunidades para los sectores de menor
educación es un cóctel explosivo, y lo será cada vez más.
Está llevando a que progresivamente más jóvenes marginados
salten los muros de sus ciudades ocultas, armados y
desinhibidos por la droga, para adentrarse en zonas
comerciales y residenciales y asaltar, secuestrar a
cualquiera que parezca bien vestido, o lleve algún objeto
brillante”.
Todo esto es producto directo de la demagogia, que es caldo
de cultivo propicio, y que no eleva en forma sustantiva la
calidad de vida de los menos favorecidos. Siendo éste es el
más límpido diagnóstico, se amerita en la clase política un
viraje hacia la verdadera función de proporcionar el
bienestar general. ¿De qué viraje hablamos . De un cambio
profundo en su manera de hacer política, de trazar y hacer
cumplir planes. De anteponer a sus intereses individuales o
grupales los intereses del colectivo que dicen representar.
Solo de esta manera el pavoroso cuadro que, embarga a
nuestros países, y en particular a Venezuela, puede comenzar
a revertirse. Sin esta necesaria y sincera rectificación en
el proceder, continuaremos dando tumbos, enriqueciendo a los
políticos de turno y hundiéndonos en aquellos tremedales de
horror, que existían en las sabanas de las novelas de
Gallegos. Urge la aparición, lo demandan así las
circunstancias, de una nueva casta política. ¿Hay reservas
para ello?
jamedina11@gmail.com