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Una leyenda llamada Bobby
por José Alberto Medina Molero
viernes, 18 enero 2008


Decían los entendidos que un ajedrecista brillante podía hacer una jugada, pensando en el efecto que está tendría cuatro o cinco posiciones más adelante. Bobby Fischer era capaz de preveer esa mortal y devastadora hecatombe en las piezas enemigas hasta con diez posiciones de anticipación. Un genio del tablero. Un Dios de las 64 casillas, irónicamente el número de años que logró vivir en esa su singularísima manera de ser, especie de péndulo entre la introversión y el más acendrado excentricismo.

Bobby Fischer, quién acaba de fallecer en REYKJAVIK, (Islandia), dio su gran aporte al mundo hace unos 36 años, en oportunidad de su enfrentamiento con el Campeón Mundial de la época, Boris Spasky. Bobby llevó el ajedrez al mundo, a los confines de la tierra y lo hizo popular y accesible a las grandes mayorías. Con sus peticiones exorbitantes, sus desplantes malcriados, su agudeza en el tablero que para él constituía una guerra, catapultó el juego ciencia a la cotidianidad de la gente, derrumbó los elitescos muros que lo habían contenido por décadas. Su triunfo frente a los rusos, reforzó la autoestima estadounidense en los agrestes años de la guerra fría.

Como si cerrase el ciclo iniciado hace más de tres décadas, Bobby fallece en la misma ciudad que lo vio ceñirse la corona de campeón del mundo: Reykjavik. Para 1975, en la primera defensa del titulo conquistado, Bobby dio otra muestra de esa controversial y alucinante personalidad: se negó, por incumplimiento de algunas peticiones, a enfrentarse al retador ruso, Anatoli Karpov, quién se convirtió en máximo campeón del ajedrez sin haber movido un solo peón. Ese match, ante un jugador tan disciplinado y teórico como Karpov, habría podido ser de antología y de un suspenso probablemente mayor al que tuvo con el pulverizado Boris Spasky. Que bueno habría sido, también, ver a Bobby enfrentar, con la plenitud con la que derrotó a Tigran Petrosian y a Spasky , al jugador que según dicen los expertos, le disputa la primacía entre los grandes de todos los tiempos: Gary Kasparov. Quizá en otra dimensión.

Los genios tipo Goethe y Da Vinci no abundan. Bobby pertenecía de hecho a esa rara estirpe.

jamedina11@gmail.com


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