Antonio
Armas, el
inmortal por
José
Alberto
Medina
Molero
viernes,
16 mayo
2008
( a Josema )
Por
la puerta grande, como solo lo hacen los inmortales ha
entrado Antonio Armas al Salón de la Fama de Venezuela. Era
cuestión de tiempo para que su nombre fuese instalado dentro
del templo, que recoge a lo más granado del deporte
nacional. Nació en una tierra tan ardiente como el béisbol
que lo es Puerto Píritu, bañada por el mar y tensada por el
sol caribeño. Antonio Armas fue hasta hace un año el máximo
jonronero de todos los tiempos en la pelota invernal,
nuestro Babe Ruth, por asi decirlo. En sus años más
productivos (1981 con Oakland y 1984 con Boston, gorra con
la que aparece en la figura que engalana esta nota) se
convirtió en el primer venezolano en ser líder en Jonrones
en grandes ligas (luego sería Andrés Galarraga en 1996).
Armas en 1984 fue además líder de la liga en empujadas
(123), Total de bases alcanzadas (339) y en extrabases (77).
En su año con Oakland Antonio terminó cuarto en la votación
de Más Valioso de la Liga Americana, premio que a la fecha
no ha conquistado ningún criollo ( Magglio Ordoñez estuvo a
milímetros de capturar el pasado año).
Hasta hace dos semanas (19 años después de su retiro de las
grandes ligas) su registro de 251 cuadrangulares de por
vida, se mantuvo como el segundo mejor de todos los tiempos,
pues es en este tipo de batazos, la máxima emoción del
béisbol, el gol de los diamantes, es que se asienta la
gloria imperecedera de este productivo jugador, que la sacó
aquí, en las series del Caribe (estableciendo records) y
también lo hizo en el béisbol más cotizado del planeta, la
mayores.
En mi caso particular lo recordaré en su temporada de novato
en Venezuela, comenzando los setenta. Uno oía el contacto de
la madera y luego veía un centellazo, una línea que pasaba
cerca, muy cerca de la gorra del tercera base e iba cogiendo
vuelo, se iba despegando de la tierra hasta aterrizar
gloriosamente en el cuarto ó quinto escalón de la gradas del
Universitario.