"Yo diría que derrochamos
energías
en saraos y convivios”.
Octavio Paz
A
no dudar, se necesita la construcción de un país nuevo, sin
discriminaciones y con progreso general, sin los tristes
espectáculos del rancherío (que está tan insertado en la
mente de muchos), con justicia, con verdadera democracia, un
país sin espectáculos carcelarios de terror y patetismo. En
estos días un brillante Urbanista nos recordaba que una gran
ciudad no es la que tiene más rascacielos y autopistas, no.
Una gran ciudad es una urbe que tiene servicios completos
para sus habitantes, aceras, parques, plazas, transportes
eficientes. De la misma forma, una verdadera democracia no
es tener instituciones, partidos, constituciones, leyes,
reglamentos, ordenanzas y “decretos con rango y fuerza de
ley”, no, la verdadera democracia es la que garantiza
seguridad, paz, bienestar, oportunidades de crecimiento
individual y grupal, funcionamiento óptimo del aparato de
justicia. En una democracia real se crean los mecanismos
para vincular efectivamente al elegido con sus electores,
procura y logra en la práctica una educación, que permita
elevar los niveles de la población, fomenta la inversión y
regula (en lo posible) la relación obrero-patrón. Una
democracia es la garante de un estado de derecho para todos
y no deja razones para emigrar. Una democracia es un cuerpo
vivo que crece, aprende y se perfecciona generando
libertades y confort. Si vemos en detalle este cuadro ideal
comprenderemos la magnitud de los ingentes esfuerzos
necesarios, para acceder a esos prodigiosos espacios de
bienestar, respeto y sobre todo equidad. ¿ EL “quid” de todo
esto ?. La respuesta es más simple, mucho más simple que lo
que implica y genera otra interrogante: ¿De qué manera
materializar efectivamente estos esfuerzos, que nos lleven a
la tierra prometida después de casi 180 de vida
republicana?.
Descartadas las soluciones mágicas y mesiánicas, las
aventuras y sus peligrosos aventureros, queda en manos de
los ciudadanos el meditar sobre estas realidades, para
escapar de los círculos viciosos que nos atan al fracaso
perenne, para alejar los recurrentes errores, para realizar
lo que se conoce como un quiebre de la curva. En estos años
el venezolano ha venido despertando a las realidades
políticas, que duda cabe, sin embargo está separado aún de
los borde de esa cúpula, que nos lleva al territorio del
ejercicio pleno de la ciudadanía. Ha venido dejando
actitudes conformistas y cómodas, pero no atina a encontrar
los mecanismo de hacer valer su voz, de instrumentar sus
deseos de cambio verdadero. En la mesa están servidas
algunas opciones para la búsqueda de estos espacios, varios
pensadores han venido proponiendo esquemas y senderos,
aproximaciones a una inserción eficiente en la modernidad
política. Ello es un esperanzador comienzo. Es una
evolución, pero en la actual situación del país es algo que
no es satisfactorio.
¿Están nuestra élites pensantes, a todo nivel, preparados
para emprender esa proceso lento, pero seguro, de ir
tejiendo la red que nos lleve a ese futuro necesario y a la
construcción de ese país que de cuando en cuando soñamos
despiertos pero que nos atisbamos de un todo, que es por lo
pronto nebuloso y etéreo?. Es natural que se ensayen los
diversos esquemas, muchos de ellos en forma simultánea, lo
vital es que nos movamos todos en la dirección que quebrante
el sino de injusticia y atraso que ha atrapado a esta tierra
de gracia desde el mismo comienzo de los tiempos.
jamedina11@gmail.com