(A su memoria y legado)
“ …pupilas que se elevan con el día,
cuerpos que van, que vuelven,
del norte al sur, al centro,
de un antiguo rumor a sus palabras,
de las palabras al errante deseo…”
Eugenio Montejo,
de su poema, Caracas en el azul de Enero
El
pasado 18 de enero, falleció en Caracas un venezolano de
marcada hondura moral e intelectual: Don Efraín Subero,
maestro de maestros, hombre de letras, de reflexiones y de
angustias por su país. Un ser de esos que no abundan en esta
Venezuela. Considerado por los críticos, como uno de los
grandes intelectuales venezolanos del siglo XX, Don Efraín,
fue un acucioso investigador, pedagogo, excelente prosista
en prensa ( EL Nacional, Antorcha) y en ficción. Hombre que,
con orgullo pertenecía a la estirpe de insignes venezolanos,
como Liscano, Briceño Irragorri , Picón Salas y Rómulo
Gallegos ( de quién poseía su archivo personal, pletórico de
documentos y epístolas de ese gran novelista ).
El maestro Subero, nacido en Pampatar ( Edo. Nueva Esparta )
un 16 de Octubre de 1931, deja una obra que supera las 250
publicaciones, entre las que destacan las dedicadas al
estudio de las décimas populares y la literatura infantil,
tales como “Décima popular en Venezuela” . Todos estos
aportes, le hicieron merecedor del Premio Nacional de
Literatura . Su notable curiosidad por lo nuestro, no se
encerró en el campo de las letras. Su pasión, lo llevó a
apoyar expresiones musicales, como la representada en ese
extraordinario grupo, que conocemos bajo el nombre de
“Serenata Guayanesa”.
Su presencia como catedrático, era rotunda, adusta pero
cercana, cálida y fresca como su tierra insular. De hablar
sabroso, sabía salpicar la conversación con sus estudiantes,
de citas, datos y anécdotas. Una de éstas anécdotas (contada
por allá por 1979, cuando tuve el privilegio de tenerlo como
profesor en la USB, en un taller sobre “Doña Bárbara” ) tuvo
como protagonista al propio Subero. Según contaba Don
Efraín, para salir de sexto grado, había en ese tiempo un
examen oral, al que eran invitados a manera de jurado
maestros de otras escuelas. Subero, era el más aventajado de
su curso, lo que enorgullecía a su maestro. Éste, en un
momento del interrogatorio le hizo una pregunta muy difícil,
cuya respuesta desconocía Subero. No obstante el perspicaz
mozalbete comenzó a divagar, tratando de impresionar al
jurado. EL maestro esperó más de diez minutos, mientras
Subero daba su perorata. Al concluir, el maestro lo miró muy
severamente y le dijo: <<Muy bien Subero, pero ¿Cuándo me va
a responder la pregunta? >>
La vida de los grandes hombres, no se extingue con la
separación física, antes bien su obra se agranda, como dijo
de la sombra de Bolívar, aquel remoto indígena. Esa
expresión, es muy válida en el caso de Efraín Subero.
¡ Hasta Siempre Don Efraín !