“Siempre
ha sido igual. En los trances duros,
los señoritos invocan la patria y la venden,
el pueblo no la nombra siquiera, pero la
compra con su sangre”
Antonio Machado
El
desembarco fue normal. Ese día, 15 de Julio de 1808, llega a
la Guaira un enviado especial, el francés Paul de Lamanon,
traía consigo nuevas que serían desencadenantes, 21 meses
después, de una fecha importante en la historia venezolana.
Lamanon, participaría en esa fecha, que debía reconocerse
como nuevo rey de España a José Bonaparte, hermano del
emperador de Francia, quien había invadido la península y
sometido a prisión al genuino monarca, Fernando VII.
No
pocas cavilaciones se presentarían en los altos círculos de
la Provincia, amparadas en la ya decidida actitud de las
clases más pudientes, que habían sido paulatinamente
perjudicadas con las políticas de la corona española,
primero con las prebendas concedidas a los pardos (la
singular “gracias al sacar” y otras), y luego por la ominosa
y empobrecedora presencia de la compañía Guipuzcoana.
Igualmente, aún retumbaban en sus oídos los detonantes de la
conspiración de Gual y José María España. Todo este cóctel,
unido a la formación intelectual de los mantuanos, en las
nuevas corrientes del pensamiento, su conocimiento de las
revoluciones que sacudieron al final del siglo XVIII, a
los norteños y franceses, fueron creando lo que ahora los
estudiosos llaman una matriz, un movimiento subterráneo de
conspiración sorda.
Como un río, que por muy manso y laminar, termina por
derramarse en el mar, esta creciente crispación tomó cuerpo
definitivo desde el miércoles santo, 18 de abril de 1810,
entre la solemnidad de la pasión del señor, y los
ceremoniosos “Te Deums”, hasta brotar con fuerza contenida
el Jueves Santo.
Lo demás, es historia donde lamentablemente, se perpetúan
esas mismas injusticias, incomunicaciones, desigualdades
culturales, sociales, y éticas. Aún se espera en estas
latitudes por el verdadero 5 de Julio.
jamedina11@gmail.com