“¿ Qué hace aquí
colgada
de un látigo
la palabra amor? ”.
Rafael Cadenas
(“El discurso del Poder”)
En
la magnífica Biografía que, de Don Mario Briceño Irragorry
hizo la Dra. Laura Febres, se plasma el ideario espiritual y
político del gran venezolano que fue el Trujillano. En un
revelador párrafo la Biógrafa apunta: “Nuestra sociedad
carece de conciencia moral. No tiene idea del significado de
esa palabra porque no posee ninguna estructura que intente
dirigir la conducta individual y social hacia valores
espirituales superiores. Para Briceño Irragory...La fe un
orden sobrenatural era indispensable para lograr un orden en
la sociedad humana y concretamente en la venezolana, pues
sin Dios ésta iba a ser conducida al caos”,
de igual forma agrega…”el deber de los
cristianos es hacer de este mundo un lugar donde se
practiquen las normas de la caridad. Sin embargo, esto no
ocurre porque el mundo contemporáneo tiene “ EL Cristo
Prohibido”. EL materialismo existente le impide llevar a
cabo las enseñanzas dadas por el evangelio”. El camino
que, trazó Briceño Irragory (y que por diversas razones no
pudo concretar) estaba basado en la solidaridad, en esa
sencillo (y complejo) postulado del Rabí de Galilea al pedir
el amor al prójimo.
El régimen que impera en Venezuela, se ha situado con su
discurso y proceder, en las antípodas de ese precepto
anhelado por Don Mario. Precisamente, basado en la
inexistencia de esa estructura, que dirija los valores
espirituales y culturales (que es responsabilidad de
décadas, muchas décadas de desatención al colectivo) ha
venido afincando su preponderancia en el tiempo.
El
país (ese país descuadernado) se encuentra en vilo, a la
espera de un Referéndum que selle buena parte de su futuro
próximo. Ante éste y pese al manifiesto ventajismo del
gobierno, los venezolanos debemos expresarnos, aunque
tengamos discrepancias con una dirigencia opositora que,
debió consensar una posición, en nombre de los altos
intereses de la nación (como hace casi 50 años se hizo en El
“Pacto de Punto Fijo”, bueno en esencia y degrado
posteriormente con las ya sabidas desviaciones). Debemos, a
partir de la participación civil y madura, votar. Es
probable, que así logremos comenzar el proceso de
construcción del camino recto y justiciero que preconizaba
Briceño Irragory Aquella raza que, aludía ese otro gran
compatriota que fue Rómulo Gallegos, en las líneas finales
de “Doña Bárbara”, sigue sufriendo, amando y esperando.
Aún, se está en deuda con ese colectivo (y con los
que, teniendo recursos mantienen otras prioridades) para
poder elevarlo en lo material y en lo espiritual.
O
los venezolanos nos empinamos hasta estadios superiores ó
seguiremos dando tumbos, en el dramático círculo de los
pueblos que no aprenden, y que viciosamente se van enredando
en su propio cúmulo de errores.
Con nuestras habilidades, decisión y la fe en el altísimo,
debemos empinarnos en la búsqueda del camino perfecto.
jamedina11@gmail.com