“La muerte es un caballo que
llega a nuestras puertas
Y comienza a golpear la tierra con sus cascos.
El hombre siente entonces brusco deseo de viaje
al país de las frutas, del silencio, del agua.
El pedazo de tierra que fue la carne nuestra
vuelve a sentir el peso fecundo del arado,
nuestra piel se transforma en la hierba tranquila
Que levanta en el campo su cabeza delgada…”
José Ramón Medina
Resulta
odioso y complejo, explicar las circunstancias que han
llevado a un jugador de los quilates de Diego Armando
Maradona, a la situación que viene confrontando de unos años
para acá. Pareciera que llueve para arriba, pues un hombre
que en su zurda concentró la belleza del fútbol, lo
primoroso del balompié, la poesía del engramado, al propio
tiempo protagonice ruinosos y descabellados episodios,
retazos de páginas rojas, desvaríos y desencuentros con lo
sórdido, lo profano, lo más procaz. Drogas, sobrepeso,
licor, escándalos, insultos, estropicios. Nada pareciera
mostrar un camino seguro hacia las causas, que respondan por
ese (parafraseando el título de la novela de Vila-Matas
ganadora del Rómulo Gallegos en 1999) “viaje vertical” hacia
las profundidades, que ha emprendido, y que pareciera
lastimosamente no tener un oportuno frenazo. Así a golpe de
memoria, pueden haber dos antecedentes en cuanto a procesos
autodestructivos: Garrincha, el genial delantero brasileño y
Antonio Cervantes Kid Pambelé, ambos hundidos en los
pasillos del alcohol.
Lo que pega más a la retina, es contemplar el lento (como
han llamado algunos cronistas) “suicidio en cuotas" de
Maradona, sin que pueda hacerse algo a favor de este ser
humano que, tuvo una insospechada grandeza en los pies, y
que luego de dejar las canchas, siguió teniendo fama,
dinero, placeres, trabajo, notoriedad y reconocimiento
universal, amén del cariño de sus semejantes.
Curiosa manera de existir la de Diego. Quiera Dios que
todavía haya un ápice de esperanza, y de invertir la
dirección del viaje.
jamedina11@gmail.com