"aquél fabuloso guerrero
asturiano,
que entre 1813 y 1814
fue el paladín de la antirepública,
el destructor afiebrado del orden colonial
y el primer caudillo de
la democracia en Venezuela".
Francisco Herrera Luque
Algunos
lo llamaban “El Taita”, para otros era sencillamente el
demonio. Personaje trágicamente atornillado a los avatares
de la segunda década del siglo XIX venezolano, el de los
sangrientos y no menos terroríficos días de la independencia
nacional. El Asturiano, José Tomás Boves, quién resurgió con
nuevas formas y facetas ante nuestros ojos hace 35 años, por
intermedio de la experta, urticante y amena escritura del
narrador y Psiquiatra venezolano, Francisco Herrera Luque
(Caracas, 1927- Caracas 1991).
Como si fuera un acto de magia con sombrero incorporado,
Herrera Luque develó a través de una fascinante novela,
donde se fundían hechos, recursos literarios y fabulaciones,
reseña y fantasía, la historia breve, pero intensa de este
“Atila del trópico” que fue el terrible español. Antes de
esta novela, tal vez Uslar Pietri y sus novelas históricas
“Lanzas Coloradas” y “Oficios de difuntos” sean el único
precedente conocido. Con “Boves, El Urogallo “se inaugura un
género conocido como “Historia Fabulada”, que tiene el gran
mérito (pese a las posibles criticas de los ortodoxos) de
acercar la historia nacional a una dimensión de
entendimiento mayor ( y a un estimulo mayor a la lectura ) ,
que la que se abrevaba con los herméticos y acartonados
libros de texto. Por lo demás, alejado de lo clásico e
incorpóreo, surge de las páginas de la novela la formidable
y bestial fuerza de este asturiano, secundado por dos
personajes igualmente siniestros: Zuazola y Antoñanza.
Asistimos a la deshumanizada sevicia que exhibe, su
incontenible sed de destrucción y la cruenta y cínica
manera, con la que hacía creer a sus víctimas que estaban a
salvo para luego rematarlas de improviso. Tristemente
célebre, es el pasaje de sus fiestas, amenizadas con música
clásica, que hacia el final terminaban en insólitas
degollinas, al interpretarse con arpa, cuatro y maracas un
ritmo criollo llamado “El Pilirico”.
Capítulo aparte y, que es mostrado en toda su dramática
síntesis en el epígrafe, Herrera Luque logra presentar
también en esta magnífica novela, la faceta menos cruenta,
pero si más interesante de Boves: la del precursor del
caudillaje nacional. La del líder popular en olor de
multitudes, de intensa fuerza magnética sobre las grandes
masas, el fenómeno telúrico que derribaba estructuras que no
terminaban de levantarse y algunas que ya resultaban
vetustas, el líder que, mesiánicamente comienza una tarea
sin reparar en daños ni en vidas.
A 35 años de publicación de esta sorpresiva novela, todavía
hay mucho que comprender y padecer.
jamedina11@gmail.com