De
su poema “Pareja sin historia”, tomo el título de esta breve
nota sobre el gran Juan Liscano. Poeta ante todo, supo ser
un gran intelectual, esos de los que desgranan la realidad,
para hacérnosla más leve, más asible, dentro de un mundo
cambiante, pero siempre signado por los intereses más
diversos, y no pocas veces crueles.
Juan Liscano (1915-2001) nació y, murió en la sultana del
Ávila, donde desplegó una intensa actividad en varios
campos: periodismo, investigación del folclore, poesía,
ensayo, crítica literaria, editorialista. Aún cuando su más
de 16 libros sobre poesía ( entre los que cabe mencionar :
“Fundaciones, vencimientos y contiendas”, “A puertas
Cerradas”, “Declives”, “Duración “ y otros) constituyen la
columna vertebral de su obra como pensador, y cultivador de
lo espiritual, siempre será recordado por otros aportes no
menos trascendentales : su extraordinario montaje de las
expresiones culturales venezolanas, en el marco de la toma
de posesión del Presidente Gallegos en Febrero de 1948, su
labor editorialista desde el cargo de Director “Monteavila
“, su columna semanal en “El Nacional”, y la magnífica
dirección que ejerció en el “Papel Literario” del referido
matutino (abriendo espacios para los nuevos escritores del
país), cuatro aspectos, en los que contribuyó
definitivamente a construir un país menos irreflexivo, más
consustanciado, articulado a buena parte de sus valores y
raíces ¿ A qué otra cosa, puede aspirar un intelectual, sino
a producir en sus semejantes , el entender de su realidad,
para que ésta sirva de sustento en su diario quehacer, en su
penoso sobrevivir y cotidiano combate, en esa guerra contra
la irremediable oquedad de los días?.
En entrevista concedida al periodista Rubén Witsotzki de “EL
Nacional “, con motivo de sus 83 años de fructífera
existencia, le comentó: “El gran conflicto en mi vida fue
marcado por mis deseos de ser poeta, por mis necesidades
religiosas y tener que vivir en un país como Venezuela donde
no se alientan ninguna de las dos cosas. Aquí lo que se
alienta es a ser gerente.”, un poco subrayando esa costumbre
“tecno” que, se apodera de las sociedades y en las que
tiende a relegarse (por no decir depreciarse) las
manifestaciones artísticas, haciéndose prevalecer las
ciencias exactas en un afán pragmático y reductor. Liscano
confiaba muy por el contrario en la poesía como esperanza,
como alimento vital , como ese bálsamo que nos sustrae y,
nos devuelve más completos al mundo, al que forzosamente
pertenecemos, por ello en esa misma entrevista afirmó: “Con
gusto me despediría de un mundo que asume la tecnología no
para volar sino para ascender. Cambio el volar de muchas
cosas por ascender espiritualmente. (…) Con gusto le
resuelvo el problema de la venezolanidad en pocas palabras:
antes en Venezuela se vivía en casas y la vida se
desarrollaba de las casas hacia adentro. Ahora se vive en
edificios y la vida se desarrolla del edificio hacia afuera.
Nunca estamos en casa, nunca pensamos en la casa, no tenemos
casa”
Dentro de su poesía Liscano
colocó las claves de su mundo interior, un universo en el
que tenía cabida la sensualidad, esa que destila lento,
calmadamente en versos como los que siguen:
“Aroma de piel ramajes íntima
penumbra
labios que besan por la herida
rostro asomado al secreto del rostro que lo refleja
palabras que se derriten por los dedos
semejanzas descubiertas con delicia
apetencias de olvido y de sabores no probados
mientras se inventan paraísos sin castigo
y se cuentan a tientas el alma
mientras asumen el destino de las frutas
y la vida fulgura en ellos….”
Hay seres humanos que, con su vida se ganan el derecho de
ser tales, Juan Liscano, es un magnífico ejemplo de ello.