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Liscano, la sed sensual del otro
por José Alberto Medina Molero
viernes, 5 enero 2007


De su poema “Pareja sin historia”, tomo el título de esta breve nota sobre el gran Juan Liscano. Poeta ante todo, supo ser un gran intelectual, esos de los que desgranan la realidad, para hacérnosla más leve, más asible, dentro de un mundo cambiante, pero siempre signado por los intereses más diversos, y no pocas veces crueles.

Juan Liscano (1915-2001) nació y, murió en la sultana del Ávila, donde desplegó una intensa actividad en varios campos: periodismo, investigación del folclore, poesía, ensayo, crítica literaria, editorialista. Aún cuando su más de 16 libros sobre poesía ( entre los que cabe mencionar : “Fundaciones, vencimientos y contiendas”, “A puertas Cerradas”, “Declives”, “Duración “ y otros) constituyen la columna vertebral de su obra como pensador, y cultivador de lo espiritual, siempre será recordado por otros aportes no menos trascendentales : su extraordinario montaje de las expresiones culturales venezolanas, en el marco de la toma de posesión del Presidente Gallegos en Febrero de 1948, su labor editorialista desde el cargo de Director “Monteavila “, su columna semanal en “El Nacional”, y la magnífica dirección que ejerció en el “Papel Literario” del referido matutino (abriendo espacios para los nuevos escritores del país), cuatro aspectos, en los que contribuyó definitivamente a construir un país menos irreflexivo, más consustanciado, articulado a buena parte de sus valores y raíces ¿ A qué otra cosa, puede aspirar un intelectual, sino a producir en sus semejantes , el entender de su realidad, para que ésta sirva de sustento en su diario quehacer, en su penoso sobrevivir y cotidiano combate, en esa guerra contra la irremediable oquedad de los días?.

En entrevista concedida al periodista Rubén Witsotzki de “EL Nacional “, con motivo de sus 83 años de fructífera existencia, le comentó: “El gran conflicto en mi vida fue marcado por mis deseos de ser poeta, por mis necesidades religiosas y tener que vivir en un país como Venezuela donde no se alientan ninguna de las dos cosas. Aquí lo que se alienta es a ser gerente.”, un poco subrayando esa costumbre “tecno” que, se apodera de las sociedades y en las que tiende a relegarse (por no decir depreciarse) las manifestaciones artísticas, haciéndose prevalecer las ciencias exactas en un afán pragmático y reductor. Liscano confiaba muy por el contrario en la poesía como esperanza, como alimento vital , como ese bálsamo que nos sustrae y, nos devuelve más completos al mundo, al que forzosamente pertenecemos, por ello en esa misma entrevista afirmó: “Con gusto me despediría de un mundo que asume la tecnología no para volar sino para ascender. Cambio el volar de muchas cosas por ascender espiritualmente. (…) Con gusto le resuelvo el problema de la venezolanidad en pocas palabras: antes en Venezuela se vivía en casas y la vida se desarrollaba de las casas hacia adentro. Ahora se vive en edificios y la vida se desarrolla del edificio hacia afuera. Nunca estamos en casa, nunca pensamos en la casa, no tenemos casa”

Dentro de su poesía Liscano colocó las claves de su mundo interior, un universo en el que tenía cabida la sensualidad, esa que destila lento, calmadamente en versos como los que siguen:

“Aroma de piel ramajes íntima penumbra
labios que besan por la herida
rostro asomado al secreto del rostro que lo refleja
palabras que se derriten por los dedos
semejanzas descubiertas con delicia
apetencias de olvido y de sabores no probados
mientras se inventan paraísos sin castigo
y se cuentan a tientas el alma
mientras asumen el destino de las frutas
y la vida fulgura en ellos….”

Hay seres humanos que, con su vida se ganan el derecho de ser tales, Juan Liscano, es un magnífico ejemplo de ello.
 


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