“La carrera no es sólo para
los veloces,
así como la batalla no es sólo para los fuertes”
Eclesiastés
Ya
Pelé lo había dicho en una de sus columnas: “algo huele mal en
la selección“. Ante los atónitos ojos del Mundo, el poderoso, el
“penta”, el firmamento plagado de estrellas, el acorazado
Amazónico, se hundió con un torpedo del galo Thierry Henry,
haciendo añicos quinielas, esperanzas, apuestas, expectativas,
ilusiones, sobre todo ilusiones.
Desde el primer juego del mundial, en Berlín, frente a la
inefable Croacia, se notaron algunas fallas. “Nada que temer”
decían los analistas deportivos, “están entonando y reservándose
para la siguiente fase”. Ronaldinho, el mejor futbolista del
mundo, estaba llamado en este mundial a sentarse en el trono, en
el que estuvieron Garrincha, Pelé, Cruyff, Maradona y Zidane
pero ese estrellato no aparecía por ninguna parte del engramado.
Apenas Kaká, con un gol de feria pudo doblegar a los
infatigables croatas. Contra Australia la tónica opaca fue
similar, pases, pases, pases, goles fríos (sobre todo el
primero, telegrafiado por un desubicado e irreconocible
Adriano), insípidos, inodoros. “Tranquilos que están calentando
motores y administrando energías, ya verán cuando se enfrenten a
los grandes”, pontificaban los que precisamente todo lo saben,
todo lo intuyen.
Con Japón, el primer campanazo: reciben un gol. Un balde de agua
fría sobre las cariocas cabezas. Se desesperan, aprietan y, dan
rienda suelta a porciones controladas del juego bonito.
Clasifican primeros del grupo F, con esa misma flojera, pero sin
convencer a los que nada sabemos de fútbol. Los notábamos
desarticulados, sin inspiración, paseando la cancha. Parreira,
dejando a Ronaldo para que “rompiera su record”.
En octavos, se fajan con la inocente, pero voluntariosa Ghana, y
parecieran demostrar que, todo lo dicho por los expertos era la
pura y simple verdad. Se monta el escenario de los cuartos,
contra la modesta Francia y su viejo Rey, “Zizou”; al caer el
telón los aguerridos galos con su Rey al frente, humillan a los
invulnerables “penta”, eclipsados los astros que, nunca
engranaron como equipo, se van a las duchas, dejándonos ese ocre
sabor de la nada y del desencanto.
¡Ha muerto el Rey! ¡Viva
el Rey!