La
llamada
revolución chavista es una copia pirata de la castrista.
La
revolución de Castro gobernó la isla por decreto durante
diecisiete años, confiscó sin pago, tierras, centrales
azucareros, bancos, industrias, grandes tiendas y
supermercados. También convirtió en empleados públicos a
bodegueros, conductores de buses, electricistas, maestros,
mecánicos, músicos, plomeros, peluqueros, y a locutores y
actores, Transformó a ocho millones de cubanos en delatores,
cerró las escuelas privadas y expulsó a curas y religiosas.
La revolución de Chávez por su parte, hija ilegítima de la
democracia, alcanza el poder por descrédito de sus
predecesores, se hizo aprobar una nueva constitución, se
reeligió y controló otros poderes y las FFAA. Pero cuando
quiso instaurar el socialismo violando la constitución, el
pueblo le dijo no a sus pretensiones. Para hacerse de
empresas y de tierras ha debido pagar grandes sumas de
dinero que hubieran sacado de la pobreza a millones de
venezolanos clamando justicia y mantiene un liderazgo fatuo
gastando los petrodólares del pueblo de manera
irresponsable.
Hoy la revolución castrista va rumbo a desaparecer por la
presión de las nuevas generaciones frustradas y cansadas de
promesas, de marchas moviendo banderitas, de presenciar como
los que se van viven mejor que los que se quedan, de
escuchar cantos a la mentira por los medios de comunicación
en manos del partido. La copia al igual que la original se
desvanece en el sentimiento popular, debido a las promesas
incumplidas por la ineptitud, la corrupción y la
intolerancia.
La juventud venezolana ha despertado en un momento crucial,
una parte por razones libertarias y otra desilusionada
porque la igualdad de oportunidades se quedó en el discurso
hueco uniformado de rojo. Confiemos que las protestas por
venir terminen de dar el golpe de gracia tanto a la original
como a la copia para beneficio de ambos pueblos y de otros
muchos que pusieron sus esperanzas en cambios que trajeron
sombras en vez de luz.
juaamilq249@cantv.net