En
Venezuela se está a punto de cometer un crimen perfecto,
finamente planificado por el jefe único y ejecutado por una
minoría fanatizada que lo sigue, ante la mirada de las
mayorías silenciosas, paralizadas por el miedo.
Por crimen perfecto entendemos la desaparición de la
república y de la soberanía popular. Su consecuencia
inmediata es que el asesino se sale con la suya, pues no
deja huellas de su responsabilidad criminal.
Hace cuatro años cuando el revocatorio, se convirtió en
meta, el presidente, falto de popularidad, logró posponer la
consulta para revertir las tendencias. Hoy el ejecutivo, con
menos apoyo, juega a acelerar la consulta, impone que no
haya debate para mantener la incertidumbre y lanza todos los
recursos del estado en respaldo de su siniestro plan.
Ojo, este crimen perfecto tiene un flanco débil: el futuro,
las esperanzas y el bienestar colectivo. Es posible que el
autor del crimen, alcance el poder absoluto, haga añicos la
soberanía popular, imponga el estado socialista, elimine la
propiedad individual, se convierta en administrador supremo
de los recursos nacionales y se le permita designar a
gobernantes regionales y locales.
Pero entiendan, que tanta responsabilidad en sus manos, sólo
tiene el fracaso como destino. Entonces, rotas las
ilusiones, disminuido el bienestar material y la
participación ciudadana, el criminal deberá enfrentar la
justicia por otro crimen diferente. El crimen de secuestrar
la voluntad popular y de instaurar un régimen incapaz de
mantener la satisfacción de los más necesitados dentro de la
sociedad.
Cuando el pueblo compruebe que el poder otorgado es ficción,
que la promesa de trabajar menos es engaño y que el
socialismo se desploma por su inherente ineficiencia, aún
con elevados precios petroleros, entonces no habrá
militares, ni legisladores, ni jueces que impidan que el
pueblo tome la justicia por sus propias manos. Este otro
crimen, seguro, no quedará impune.
juaamilq249@cantv.net