Los
dos rasgos más representativos del actual régimen
venezolano, son sin duda la ineficiencia y la podredumbre.
Ambos han sido factor importante en el despilfarro, por
medio de la malversación y el peculado, de cientos de miles
de millones de dólares que han entrado a las arcas de la
nación durante los últimos cinco años.
En poco tiempo y con la ayuda de esos fabulosos ingresos
petroleros, se ha creado, bajo la sombra del régimen
unipersonal, la llamada boliburguesía, una nueva clase de
ricos conformada por militares, yupies financieros,
importadores de armas y contratistas de la industria
petrolera estatal.
Su riqueza es inocultable. De ello dan fe sus suntuosas
residencias, vehículos y yates, las escandalosas juergas y
costosas vestimentas. Esas altas esferas del poder, que
forman llave con el chavismo clientelar y corporativo, son
una afrenta para los millones de venezolanos que esperan
pacientemente por empleos productivos, casas dignas,
hospitales bien dotados, escuelas formadoras de ciudadanos y
una calidad de vida acorde con seres humanos respetados.
Frente a esta vergüenza moral, las instituciones públicas
son inexistentes. El poder moral se hace el chueco, el
judicial imita la avestruz, el legislativo se empeña en el
socialismo rechazado y los cuerpos policiales se dedican a
perseguir opositores en vez de combatir al crimen
organizado. Las fuerzas armadas permiten la presencia
guerrillera en nuestro territorio y el servicio exterior se
dedica a difundir propaganda oficial con los dineros
públicos.
Los tentáculos de la podredumbre se extienden desde
Venezuela por todo el hemisferio, con presencia notoria en
Argentina, Bolivia, Cuba y Nicaragua. La compra de bonos
basura, el envío de armas y helicópteros, la entrega de
petróleo gratis y el apoyo en ideologización y
adoctrinamiento son la marca de un imperialismo que pretende
crear países doblegados desde el Río Grande hasta la
Patagonia.
juaamilq249@cantv.net