El
chavismo tiene su cara oculta. Su verdadera identidad, no
forma parte de la propaganda oficial que se vende en medios,
edificios y vallas, pero después de nueve años, se pueden
deducir sus rasgos esenciales.
El chavismo es una tropa. Quizás no sea muy disciplinada,
para el gusto del comandante de batallones, pero eso sí,
nadie osa llevarle la contraria al teniente coronel.
Carece de ideología, salvo aquellos marxistas ortodoxos y
algunos de nuevo cuño, unidos tan sólo por el afán de
desconocer la historia: las purgas stalinianas, los crímenes
de Mao o los fusilados de Fidel.
Sus activistas no son libres de tener un pensamiento propio.
Repiten las consignas elaboradas por sesudos extranjeros en
laboratorios y salas situacionales. El chavismo ha inventado
un enemigo imperial, los EUA, para justificar su desmedida
carrera armamentista y ha intentado desprestigiar las
economías de mercado para vendernos un socialismo
trasnochado.
No les interesa la eficiencia ni la gerencia. De ahí el
desastre en que han convertido a pdvsa, cadafe, el metro,
las empresas básicas de Guayana, o el sistema financiero
público entre los que destaca el banco Industrial de
venezuela. La faja del Orinoco es hoy un cementerio de
empresas sin capacidad tecnológica como Cupet, Enarsa, o
Ancap.
Tampoco se preocupan por la transparencia ni por la
responsabilidad de sus actos. De ahí que la corrupción se
incremente en detrimento de las necesidades insatisfechas de
los más necesitados. El clientelismo se alimenta de
escandalosas comisiones, de las cuales, el maletín
abandonado en Buenos Aires es tan sólo una pequeña muestra.
El chavismo defiende la regaladora a presidentes extranjeros
como acciones de solidaridad entre los pueblos. Pero los
ofrecimientos a sus socios regionales, de construirles
refinerías, viviendas y plantas eléctricas contrasta con las
obras realmente terminadas por la revolución en territorio
nacional.
Esa es la cara oculta.
juaamilq249@cantv.net