Hubo
una época en que casi todos los filmes estadounidenses se
realizaban en los estudios de Hollywood o sus alrededores, donde
existen mares, ríos, lagos, desiertos, llanuras y montañas. Por
algo se la conoce como La Meca del
Cine, y allí se
recreaban escenarios de todas partes del mundo, sin tener que
financiar costosas producciones de ultramar. Ahora la situación es
bien distinta, ya que debido a los altos costos de rodaje en
territorio norteamericano –gracias a los exigentes sindicatos del
ramo- ahora se filma más de la mitad de las cintas en estudios
foráneos de Canadá, México, Inglaterra, Irlanda, Italia, España,
Malta, Hungría, Rep. Checa, Polonia, Rumania, Rusia, Marruecos,
India, China y Taiwán, con estudios más económicos. Venezuela, que
antes era siempre una alternativa para Hollywood por sus parajes
tropicales, ahora es evitada por su turbulencia política y control
de cambio.
La globalización
favorece al Pacífico Sur
Aunque los tres
primeros países nombrados tienen una ventaja por razones
geográficas o culturales -y acapara la cuarta parte de la
producción de EEUU, últimamente han aparecido dos naciones que –a
pesar de no ser mucho más baratos que los anteriores- tienen
estudios muy activos y han sido seleccionados por Hollywood por
varias razones: existe una cultura muy parecida, tienen buenos
equipos, cuentan con técnicos competentes y anglófonos, son
democracias estables y proveen grandes incentivos fiscales. Nos
referimos a Australia y Nueva Zelanda. los cuales poseen buenos
escenarios naturales y urbanos, que permiten filmar desde
películas ambientadas en el medio oriente como en selvas
profundas, verdes valles o cumbres nevadas, además de modernas
ciudades con ambiente tanto americano como europeo. Incluso, al
estar ubicados en el Pacífico Sur, permiten filmar durante los
períodos invernales o lluviosos del norte, por la inversión de
estaciones al extremo sur del ecuador y sus climas más benignos.
Es un efecto lógico y
natural de la globalización vigente, que exige productos de
calidad y dentro de ciertos costos para poder competir. Además del
rodaje en sí, la post-producción (revelado, efectos especiales,
etc.) de muchas de las películas filmadas en el Pacífico Sur se
realizan económicamente en empresas ubicadas en esos mismos
países, algo muy apreciado debido a la práctica común de
outsourcing de las empresas cinematográficas, una necesidad
financiera si van a rendir jugosas ganancias en una industria tan
competida. En promedio, la filmación en Australia y Nueva Zelanda
permite ahorros del orden del 30%, proporción nada despreciable
cuando los presupuestos de los blockbusters oscila usualmente
entre 100 y 200 millones de dólares...y tienden a subir.
Australia salta
a la palestra
Australia es un país muy
prometedor en esta materia, ya que tiene una larga tradición
cinematográfica. En efecto, tiene el honor de haber producido en
1905 la primera película de largo metraje del cine mundial, La
historia de la pandilla Kelly, un policial de una hora, poco
después que se produjera el primer cortometraje de argumento en
EE.UU. El gran asalto al tren (filmada en Nueva Jersey, pues
todavía Hollywood no existía). En la era silente, Australia estuvo
muy activa en este campo, produciéndose nada menos que 150
largometrajes, casi tantos como en Hollywood en el mismo período.
Pero a partir de 1928 la
producción californiana fue más abundante y ambiciosa, de modo que
Hollywood logró un predominio de alcance mundial, que no perdió
nunca más. Sin embargo Australia produjo hasta fines de los 60
unas 300 cintas sonoras, la mayoría exhibidas sólo localmente y
otras naciones del Commonwealth. Vale destacar que en esa época en
Australia se filmaron –entre otros- los clásicos La ley del
látigo de Milestone, The sundowners de Zinnemann y
On the beach de Kramer. Pronto la competencia de Hollywood fue
demasiado grande en la posguerra y la industria local declinó
bastante hasta casi desaparecer. La situación empezó a cambiar a
mediados de los años 70, al definirse una política de estímulo con
la financiación parcial del estado, la protección oficial y una
serie de incentivos fiscales, que reactivó grandemente esta
industria.
Películas
taquilleras
Australia empezó a
hacerse sentir a partir de los años 70 con cintas de calidad donde
se destacaron directores como Peter Weir con su Gallipoli y
El año que vivimos en peligro y George Miller con la
trilogía de Mad Max. En todas estas producciones
trabajó Mel Gibson, un actor que luego se convertiría en una
estrella importante del cine de Hollywood. Gracias a la notoriedad
de sus filmes, Weir fue contratado por estudios norteamericanos,
donde realizaría películas de renombre como La sociedad de los
poetas muertos, Testigo y, el año pasado, Capitán de
mar y guerra. Otros directores emigrados incluyen a Bruce
Beresford, Baz Luhrman y Philip Noyce, autores que nos dieron,
respectivamente, las laureadas Conduciendo a Miss Daisy,
Moulin Rouge y El americano quieto, todas con Oscares o
postulaciones de directores, actores o técnicos.
Pero la cinta más
popular procedente de Australia fue sin duda Cocodrilo Dundee,
producto comercialísimo de Peter Fairman, con Paul Hogan como un
simpático cazador de cocodrilos que viaja por amor de una
periodista a Nueva York. Fue un enorme éxito de público en 1986
–recaudó $328 millones a escala mundial- y motivó incluso una
secuela muy inferior, como tantas que sólo tratan de aprovechar
el éxito de la original. No volvería a producirse otra cinta con
la misma receptividad, pero al menos ubicó a Australia en el mapa
cinematográfico, ahora no tanto por su limitada producción –que
actualmente no sobrepasa la treintena de cintas al año- sino por
sus amplias facilidades de filmación y post producción, donde de
realizaron importantes ‘blockbusters’ de sello norteamericano como
Misión Imposible, The Matrix, Episodios I y II de Star
Wars, y la deslumbrante Moulin Rouge.
Actores
australianos de fama mundial
En esta última se
consagró la bella Nicole Kidman, que antes había trabajado en
cintas menores del cine australiano (Calma mortal, de Noyce,
entre ellas) y que llegó en pocos años a cautivar a Hollywood,
ganándose un Oscar al interpretar a Virginia Woolf en Las horas,
una nominación Moulin Rouge y en la reciente Regreso a
Cold Mountain, donde encarna a una dama acosada durante la
guerra civil, al estilo de Scarlett O’Hara, con acento sureño y
todo. Por su talento y simpatía, la
Kidman es muy
solicitada y se convirtió en la artista australiana más
conocida...y acaudalada, compitiendo con su paisano Mel Gibson en
prestigio, fortuna y popularidad.
Por su parte Gibson,
con el éxito logrado por La pasión de Cristo (que ya va por
los $430 millones, en sólo dos meses, a nivel mundial), y con la
popular serie de acción Arma Mortal (la taquilla global de
las 4 cintas ya supera el millardo de dólares), sin contar su
laureada epopeya histórica, Corazón Valiente, se convirtió
en un verdadero magnate del cine.
No tan afortunados y
capaces fueron sus colegas australianos, empezando por el
legendario Errol Flynn, y luego Peter Finch, quien lograra su
merecido Oscar en forma póstuma después del impactante papel del
profeta iracundo en Poder que mata (Network, 1978).
Otros actores que emigraron a Hollywood y lograron un discreto
éxito fueron Bryan Brown (Cocktail, Efectos especiales,
Tai-Pan, El pájaro espino y En la playa), el veterano
Sam Neill (Mi brillante carrera, y luego el protagonista de
Parque Jurásico y su secuela), Geoffrey Rush (el Sade de
Quills, y premio Oscar por encarnar a un pianista frustrado en
Esplendor (Shine,1996)) y Hugh Jackman (el Wolverine
de X-Men). En el campo femenino, se están destacando
últimamente Naomi Watts y Keisha Castle-Hughes, ambas nominadas al
Oscar en el 2004 como mejor actriz, por 21 gramos y
Whale rider (lit.: jinete de ballena), respectivamente.
La hora de
NuevaZelanda
Nueva Zelanda ha
estado por un tiempo algo subordinada a Australia en el campo
cinematográfico, pero tiene una modesta filmografía de cintas
autóctonas, una de las cuales, El piano, marcó la primera
vez en que la Academia postuló a una mujer directora anglo, Jane
Campion, además de hacerle ganar un Oscar a la jovencita Anna
Paquin. Ahora está arrasando el carismático y apuesto Russell
Crowe (neocelandés de origen, de madre maorí) por los blockbusters
Gladiador y Capitán de mar y guerra, aunque sus
mayores éxitos de crítica lo logró con Los Angeles al desnudo,
El informante y Una mente brillante
(donde ganó finalmente un Oscar). Recientemente Nueva Zelanda
asombró al mundo con la espectacular trilogía de El señor de
los anillos, que arrasó con los premios Oscar en 2004 y le dio
una merecida fama al director neocelandés Peter Jackson, quien se
prepara para acometer un segundo ‘remake’ de la colosal King
Kong.
Por su amplia infraestructura
fílmica, y a pesar de ser un país pequeño con menos de 4 millones
de personas, Nueva Zelanda promete equipararse con el tiempo a su
vecina gigante, Australia, con la cual ya compite con cierta
ventaja por la variedad de sus paisajes y su lejanía de zonas
conflictivas. Evidentemente, son dos países que han invadido
literalmente a Hollywood con talento y recursos fílmicos, haciendo
que la producción mundial los tome muy en cuenta en esta era de la
globalización.