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Hitler: Una película aleccionadora 
por Roberto Palmitesta


La gran ventaja del cine y la televisión es que muestra en forma expedita y realista toda una vida o una época, sin el esfuerzo intelectual que exige la literatura, haciendo que la información o la opinión sea accesible a todos. Tal es el caso de la miniserie de cuatro horas HITLER, que se puede ver en estos días –a partir del sábado 5 de junio-  en el Canal Hallmark de la tv satelital o de cable. El unitario hace alarde de grandes recursos de producción, en el mejor estilo documental británico, relatando minuciosamente la vida del personaje más siniestro del siglo XX, responsable de unas 15 millones de muertes de la guerra que desató, sin contar los 6 millones del holocausto judío.

En esta interesante cinta, una coproducción de EE.UU. y Canadá, la interpretación del dictador recae en el laureado actor escocés Robert Carlyle, mientras el veterano Peter O’Toole caracteriza al presidente Paul Von Hindenburg, el mariscal-héroe de la I Guerra Mundial. Precisamente, lo más interesante del filme es ver la manera en que Hitler llegó al poder, al haber ganado su partido nacional-socialista una mayoría relativa en las elecciones de 1932. Gracias a que controlaba la mayor minoría -la tercera parte de los diputados del parlamento- Hitler exigió arrogantemente la cancillería o cargo de Primer Ministro, aunque Hindenburg le había ofrecido un cargo inferior. Al ceder, el anciano mandatario creía poder controlar al ambicioso líder, pero no anticipó que éste pensaba dominar todas las instituciones, con tretas leguleyas y tácticas terroristas, logrando convertirse en apenas un año en el dueño absoluto de Alemania, gracias a su personalidad carismática y un programa que mezclaba elementos populistas y nacionalistas.

Así, una década después de Mussolini, Hitler imitó la estrategia fascista de su ídolo italiano, arrastrándolo luego a una guerra mundial que resultó en la ruina y bochorno de ambas naciones. Las tácticas integraban exitosamente la intimidación y represión de los opositores, hasta conseguir un parlamento sumiso que le dio plenos poderes, legitimando un gobierno más arbitrario que las monarquías absolutistas del pasado. Gracias a empresas codiciosas y complacientes que lo apoyaron, logró reactivar la economía de una derrotada Alemania a fuerza de inversiones militares que convirtieron al país en una la primera potencia bélica de Europa para fines de la década del 30.

Su aventura hegemónica logró elevar la decaída autoestima alemana  mundial, llegando Hitler a tener una enorme popularidad, pero sus victorias iniciales –al igual que las de su socio militarista del lejano oriente- duraron pocos años, pues sus la amenaza de dominación mundial fue encarada valientemente por una recalcitrante Inglaterra y luego por la Unión Soviética y Estados Unidos, tres potencias de primer orden que pronto destrozaron los ambiciosos planes de los dos dictadores fascistas, que murieron casi el mismo día, a fines de abril de 1945, dejando un nefasto legado de muerte, destrucción y vergüenza. Sin embargo aún con ese historial tan negativo, las mismas tácticas criminales fueron usadas una y otra vez para llevar al poder a tantos líderes represivos o genocidas durante el pasado medio siglo.  

La miniserie HITLER es la primera obra fílmica que recrea la vida del dictador desde su infancia, pues hasta la fecha sólo se habían realizado documentales de su carrera política, mientras el líder aparecía brevemente en otras películas actuadas, casi siempre como un energúmeno. Esta vez, es el personaje central –casi el héroe de la película-  y algunos analistas incluso criticaron la obra por glorificarlo en una biografía cinematográfica. Pero difícilmente puede suceder una exaltación en el caso de Hitler por ser tan conocido su funesto historial político y militar, que avaló un genocidio sin precedentes en la historia contemporánea. El gran mérito del filme es el énfasis que pone en los subterfugios legalistas para llegar y mantener el poder, intimidando o comprando a los demás poderes y demostrando nuevamente la validez de la famosa máxima de Acton: “El poder corrompe, y el poder total corrompe totalmente”, algo que la humanidad ha visto repetir una y otra vez en el siglo XX.

En ese sentido la miniserie constituye una advertencia para todo dictador en ciernes, pues está visto que a veces se puede ganar “democráticamente” el poder mediante trampas y la indiferencia de la ciudadanía, si se deja intimidar y no reacciona a tiempo. O como se dice elocuentemente al inicio de la misma serie, refiriéndose a la experiencia fascista europea :

“Lo único que tiene que suceder para el mal triunfe, es que los hombres buenos no haga nada”. Una lección oportuna en estos tiempos turbulentos, cuando la paz está amenazada por guerras, guerrillas, terrorismo y ataques contra la democracia, quizás el único sistema que -si es ejercida debidamente- puede evitar la repetición de casos nefastos como el de Hitler. Pase la voz.

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