Seis
días después de su cumpleaños, el pasado 27 de febrero, Robert
Mugabe cortó una torta blanquísima ante la multitud para
celebrar sus 81 años. El acto era parte de la campaña de su
partido con miras a las elecciones parlamentarias del próximo 31
de marzo. Dos semanas antes había iniciado sus arengas con
certeros dardos a sus oponentes, entre ellos Condoleeza Rice, a
quien dijo “como descendiente de esclavos deberías saber que el
hombre blanco no es amigo. Dices lo que tu amo blanco te
ordena”. Semanas antes Rice había calificado a Zimbabwe como el
reducto de un tirano.
El héroe de la independencia de Zimbabwe lleva 25 años en el
poder y ha prometido que se retirará al cumplir los 84. Para
ello dispone de una mansión con 25 habitaciones y espacio de
sobra para todos sus regalos, entre ellos, una réplica de la
espada de Simón Bolívar que Hugo Chávez le entregó en Caracas el
26 de febrero del año pasado mientras le decía “Para ti, que
como Bolívar tomaste las armas para libertar a tu pueblo. Para
ti que como Bolívar eres y serás siempre un verdadero guerrero
de la libertad”. Otro regalito que recibió Mugabe, oportunamente
el 21 de febrero, fue el anuncio de que la Unión Europea
extenderá por un año las sanciones contra su país. Las razones:
amenazas a la democracia, la libertad de expresión y
manipulación de comicios.
A finales del siglo XIX Cecil Rhodes tomó las tierras de los
shona para la Compañía Británica de Africa del Sur y así una
minoría blanca se apoderó de la riqueza al margen de la mayoría
negra. Robert Mugabe fue celebrado en 1980 como el hombre que
acabó con ese régimen colonial. Estuve en Zimbabwe en 1982. A
mis ojos adolescentes algo raro había: jugábamos con scouts
blancos mientras los negros estaban en la cocina. También
recuerdo los vehículos militares en todas partes: eran las
tropas del entonces primer ministro Mugabe poniendo orden. A esa
edad no podía entender lo que era un gobierno etnonacionalista,
pero quienes deliraban en los mítines entendían muy bien cuando
Mugabe decía “expulsamos la bandera británica y ahora
recuperaremos, no importa la sangre que cueste, las tierras que
nos robaron”.
Han pasado 25 años. Cada vez que se acercan unas elecciones
las amenazas de expropiación resucitan. En los últimos años
estas han cristalizado en latifundios invadidos por veteranos
del ejército quienes asesinan, violan y vejan a sus dueños
blancos. El sueño de un Zimbabwe libre y socialista sufre la
pesadilla de un desempleo sobre el 60% y una inflación de tres
cifras.
A pesar de fraude en los comicios parlamentarios del 2000, el
partido de Mugabe retuvo a duras penas la mayoría. Para esta
oportunidad cuenta con amenazas de muerte sobre sus opositores y
la réplica de la espada de un héroe decimonónico que le regaló
un revolucionario latinoamericano, celebrado como héroe de los
pobres, y quien ha anunciado sus intenciones de permanecer en el
poder hasta el 2021.
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