La
salida de una nueva encuesta es siempre interesante para los
que nos ocupamos de política, y la nueva de la empresa
Hinterlaces (marzo, 2007) no es la excepción. Allí están los
últimos números de popularidad de Chávez, su gobierno y sus
planes para el país. También los de la oposición y de las
aspiraciones de la gente encuestada, que suponemos es una
muestra fiel y representativa de la nación.
En este caso, como en los anteriores, me ha llamado la
atención la percepción que tienen los encuestados sobre el
país y de cómo se porta el gobierno con ellos. Me sorprendió
que, en unas entrevistas citadas en el trabajo, hubieran
testimonios de simpatizantes chavistas que criticaran la
entrega de dinero: “Tampoco estoy de acuerdo con que nos
estén dando plata por todo. Con el dinero de las becas
deberían pagarle a buenos profesores.”; “Hay que ayudar a la
gente pero no sirvengüenciarla. Hay que ponerla a trabajar”
y “Lo que pasa es que las Misiones alivian la pobreza pero
no te sacan de la pobreza. Lo que te saca de la pobreza es
un buen trabajo y la educación”. Esto mezclado con las
clásicas quejas por problemas que el gobierno no les
resuelve y la eterna percepción de que tenemos un país rico,
y, por ende, no deberíamos ser pobres.
Estos testimonios de chavistas (según la encuesta) son muy
reveladores. Dan la muy refrescante impresión de que hay
conciencia sobre la única salida de la pobreza: el trabajo y
la educación. “La gente pobre depende más del gobierno, y
eso no puede ser así, uno tiene que salir a echarle bola,
pero no estar dependiendo del país”; “Lo que no me gusta es
la gente que abusa en pedir comida y no trabajar...” son
otras afirmaciones de chavistas.
Sin ánimo a repetir lo que mucho se ha dicho, creo que es
importante recordar, no obstante, que Chávez tiene una
relación afectiva muy fuerte con los humildes y pobres.
Representa, en este momento, su única esperanza, y no están
dispuestos a abandonarla por algo incierto, así éste no les
cumpla y los decepcione. Por eso siempre el ánimo a
disculparlo. Por el contrario, la oposición, pese a todos
sus esfuerzos, no ha podido presentar una verdadera
alternativa y sigue siendo percibida como ajena, egoísta y
hasta humillante.
Los partidos políticos siguen quedando en el foso: nadie los
quiere ni cree en ellos (67%). Los que manifiestan alguna
simpatía por partidos se vuelcan en el partido de Chávez
(20%), mientras el que le sigue no llega al 3%. Esta
preferencia aplastante por el MVR sólo puede considerarse
como una adhesión al individuo, no como una real simpatía
partidista. Lo cual pareciera llevar a la lamentable
conclusión que en la Venezuela actual lo único que pudiera
enfrentársele a Chávez es otro líder carismático y
mesiánico. Y los que creemos en proyectos políticos jamás
seremos escuchados.
Tal como mencioné arriba, los venezolanos hemos estado desde
hace décadas bombardeados por el discurso que tenemos un
país rico (“de los más ricos de la tierra”). Este inmenso
engaño ha causado daños irreversibles. Odio y violencia son
los más obvios, pero también insatisfacción y una gran
antipatía hacia el trabajo y los méritos individuales. El
corolario es: el que tiene real es porque me lo quitó. Por
otro lado, este discurso le ha servido a cada demagogo que
se presente en escena para declarar que él sí le va dar “lo
suyo” al pueblo. Resulta que para darle “lo suyo” tiene a
juro que quitarle a otro porque no hay para todos. Esto lo
aprendió Hitler en los años 30 y terminó en lo que todos
conocemos.
gonzalo.iribarren@gmail.com