El
actual gobierno de Venezuela nos ha acercado a Irán de una
manera impensable hace sólo unos diez años, lo cual hace
necesario examinar algunos aspectos relevantes de nuestro
nuevo socio preferencial. Materia aún más importante por las
crecientes tensiones internacionales creadas por el programa
nuclear que este país petrolero está empeñado en llevar
adelante.
1
Un impactante reportaje del 11
de diciembre del 2006 en la revista Business Week1 puede
servir de punto de partida. De acuerdo con estudios
recientes, la falta de inversión, mano de obra calificada y
gerencia especializada, pueden provocar que la exportación
de crudo iraní se reduzca a cero en los próximos diez años.
Un país que en 1974, cinco años antes de la Revolución
Islámica, producía 6,1 millones de barriles diarios ahora no
llega a satisfacer la cuota OPEP con una producción de 3,9
millones.
La creciente deficiencia en producción petrolera no se debe
a la falta de reservas, que son las segundas a nivel
mundial, detrás de Arabia Saudita. Se debe a la negligencia
con que se ha manejado la industria y a su continua
utilización como alcancía de un gobierno populista. A esto
se agrega que Irán es un importador neto de gasolina, cuyo
consumo interno se ha disparado por su altísimo subsidio, y
que por ende requiere de enormes cantidades de divisas.
El programa nuclear iraní, como generador de electricidad,
es una respuesta a los problemas petroleros y ha estado en
pie desde hace ya algunos años. Pero el enriquecimiento de
uranio y los experimentos con plutonio han apoyado las
sospechas que lo que realmente está detrás es la
construcción de una bomba atómica.
Pese a todo lo que se dicho en contra por las autoridades
iraníes, la inmensa mayoría de los especialistas coincide en
que Irán está decidida a tener armas nucleares. El
presidente iraní Mahmud Ahmadinejad ha declarado
reiteradamente que “su país continuará trabajando para
lograr su derecho a la tecnología nuclear en el menor tiempo
posible”. Los expertos estiman que les tomará entre tres y
siete años llegar a ser una potencia nuclear.
Irán quiere ser al menos una potencia regional, como parte
del club nuclear junto con la India y China, y con
influencia decisiva sobre el futuro de Israel, también ésta
una potencia nuclear (no declarada). Además tiene
aspiraciones sobre yacimientos petroleros en Irak y hasta
posiblemente en el Noroeste de Arabia Saudita. Irán está
consciente de que sus problemas internos –desempleo,
inflación, descontento de la juventud, caída de producción
petrolera, prostitución, drogas- no le dan mucho tiempo para
posicionarse como desea; con el agravante que estudios
demográficos indican que su fuerza laboral –y militar- se
reducirá en una tercera parte dentro de una generación a
medida que la población envejece.
La confrontación bélica entre los Estados Unidos e Irán
parece acercarse inevitablemente
(2). Algunos analistas
mantienen que el programa nuclear iraní frente a la política
de seguridad nacional Norteamericana no tiene salida
pacífica; otros que mientras más se espere Irán estará cada
vez más débil (mientras no haya conseguido construir una
bomba) y el actual liderazgo podría haber sido reemplazado
por uno más moderado y más inclinado a la negociación.
Entretanto los iraníes han sabido explotar las diferencias
entre las potencias del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas. Rusia desea seguir haciendo negocios (actualmente
está construyendo un reactor nuclear en Bushehr) y las
naciones europeas (salvo Gran Bretaña) en su acostumbrada
pasividad, esperan por soluciones diplomáticas.
Durante los próximos meses se verán los resultados de los
esfuerzos diplomáticos y las sanciones aplicadas por las
Naciones Unidas. Lo cierto es que para el mundo en general,
y para los Estados Unidos e Israel en particular, sería
catastrófico que Irán se convierta en una potencia nuclear.
Tal como lo razona Caroline Glick en un fenomenal artículo (3):
aún en el caso más optimista, en que Irán no atacara a
ningún país con su arsenal nuclear, lo utilizaría como
instrumento internacional de influencia. Amenazando las
rutas petroleras del Golfo Pérsico haría subir los precios
de tal manera que devastaría las economías de los países
consumidores. Bajo la protección de la amenaza nuclear
cesarían todas las sanciones internacionales y los grupos
terroristas, como Hezbullah y Al-Qaeda, llevarían a cabo una
avanzada sin precedentes. Además, la exportación de la
revolución Chiíta khomeinista hacia toda la región
desestabilizaría a los país árabes moderados que se verían
envueltos en una escalada armamentista jamás vista para
tratar de sobrevivir.
Si las naciones occidentales democráticas están convencidas
de la existencia del programa nuclear bélico de Irán no
pueden permitir que éste se desarrolle. Tarde o temprano
tendrán que enfrentarlo. Esta tarea le quedará
inevitablemente a los Estados Unidos y probablemente también
a Israel. Aunque no parece que esto contemple una invasión
al estilo Irak, todo indica que la fuerza militar estará
involucrada
(4).
2
En este escenario el gobierno
venezolano ha decidido convertirse en aliado, socio y apoyo
de Irán. Las similitudes de los dos regímenes son muchas,
también las ventajas mutuas de su alianza. Ambos están
firmemente en el camino de la estatización de sus economías,
de la planificación centralizada y del deseo de convertirse
en potencias regionales enfrentadas a los Estados Unidos y a
cualquiera de sus aliados. Esto sin mencionar el rechazo a
la democracia y a los derechos humanos.
En el aspecto energético tanto Venezuela como Irán han
utilizado sus industrias petroleras como apoyo irrestricto
al populismo gubernamental. En ambos casos la caída de la
producción es notoria, producto de la mala gerencia y
operación. PDVSA todavía tiene acceso fácil al crédito y
continúa endeudándose para acometer proyectos de inversión,
que ya no puede financiar con fondos propios porque han sido
utilizados para el gasto social. Venezuela ya va por el
mismo camino de Irán importando gasolina para el consumo
interno y, poco a poco, también ahuyentará a las empresas
extranjeras que han sido las responsables de mantener los
niveles de producción a medida que PDVSA ha reducido los
suyos (5).
1.
“Surprise: Oil Woes in Iran” Business Week, December 11,
2006.
2. “Next stop Iran?” The Economist, February 8, 2007.
3. “If Iran gets the Bomb” Caroline Glick – Real Clear
Politics, March 3, 2007.
4. “A countdown to confrontation” The Economist, February 8,
2007.
5. “El futuro de PDVSA” José Guerra – Tal Cual, 27 de marzo,
2007.
gonzalo.iribarren@gmail.com