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Del abrogatorio a la LOE y otras alternativas
Gonzalo Himiob Santomé
domingo, 16 agosto 2009


Cualquier cosa que se plantee contra la Ley de Educación está bien. En este sentido, no son despreciables y creo que deben apoyarse todas las iniciativas que se han planteado hasta ahora. Desde el simple desconocimiento pacífico de la ley (enmarcado dentro de nuestros deberes hacia nuestra Carta Magna según lo pauta el Art. 333 de la CRBV) hasta la lucha legal contra la LOE todo lo que se haga contra el esperpento es válido. El futuro de nuestros hijos e hijas lo reclama.

De las últimas, es decir, de las acciones legales que se han sometido a la consideración pública, destacan la propuesta de interponer un recurso de nulidad absoluta contra la LOE (aunque sea sólo para dejar firme constancia de que se intentaron las acciones legales que a nivel interno se deben agotar antes de acudir a las instancias internacionales) y la de intentar un referendo abrogatorio contra la misma.

Lo primero (el recurso de nulidad) tiene pocas posibilidades de éxito interno. Según la estadística reciente levantada por el profesor Antonio Cánova durante todo el año 2007 y los primeros seis meses del 2008 de 296 acciones de nulidad intentadas contra diferentes actos del poder público sólo una fue declarada con lugar. Y ésta sentencia, que le daba la razón a un particular contra el poder, fue posteriormente revocada por la Sala Constitucional. En otras palabras, el marcador apunta que el poder ha ganado estos juegos por paliza de 296 a 0 contra los ciudadanos en nuestra terriblemente sumisa Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Injusticia. Lo mismo cabe esperar de cualquier acción que se intente contra la LOE ante la Sala Constitucional que es incluso hasta más obediente que todas las demás. Pero ello no priva a estas acciones de sus efectos simbólicos y de su necesidad de cara al agotamiento de las vías internas para luego acudir a las instancias internacionales. Por eso es indispensable apoyar esta iniciativa u otras similares.

Aunque si se decide intentarlo hay que apoyarlo, lo que menos me gusta es el referendo abrogatorio como opción. De acuerdo a las leyes y a la CRBV (Art. 74) para solicitar el abrogatorio de leyes se requiere del 10% de las firmas del patrón electoral (estamos hablando de poco más o menos de 1.700.000 firmas) y hay que pasar por el “filtro” previo del CNE. Es decir, para siquiera comenzar a recabar las firmas (en un país en el que muchos le tienen miedo a poner su rúbrica al lado de cualquier cosa que sea contra el gobierno) lo lógico es pedir al CNE que avale las planillas que se utilizarán y que fije en instructivo las normas que se deben cumplir para que las firmas colectadas sean válidas. No es justo, ni está bien que ello sea así, pero si no queremos volver a enfrentar otro “reafirmazo” lo mejor es curarse en salud. Pero vamos más allá, suponiendo que se avalen las planillas –lo cual es incierto e improbable- luego habría que recabar las firmas –que se dice, pero no es, fácil- y luego apostar rogando a todas las divinidades que el CNE las considere suficientes o válidas para convocar el referendo abrogatorio. Y eso no va a pasar. Lo sabemos. Por otro lado, nos enfrentamos a otro problema: Siempre se podrá argumentar de manera hipócrita desde el poder que siendo que la LOE regula el derecho humano a la educación (que lo es) no puede someterse, como lo dispone el Art. 74 de nuestra Carta Magna, a referendo abrogatorio. Y allí se cierran todas las puertas.

Por eso, más allá del simple desacato constitucional y de las acciones pacíficas pero efectivas y contundentes de protesta -que no deben dejarse de lado- prefiero lo siguiente: De acuerdo a nuestra Constitución y a las leyes vigentes las normas pierden vigencia por su derogatoria expresa o tácita o por la promulgación de una nueva ley que regule los mismos supuestos de la anterior. Considero entonces más viable y productivo proponer directamente a la Asamblea Nacional, por iniciativa ciudadana, un nuevo proyecto de Ley de Educación “corregido” que sustituya el recientemente aprobado y que elimine todo lo negativo de la ley rescatando los aspectos positivos –que sí los hay- de la misma.

Las ventajas de esta opción sobre la del abrogatorio son muchas. En primer lugar es proposición, no simple “negación” o cuestionamiento. Permite un discurso “en positivo” que supera lo simplemente crítico y que permite captar a factores y ciudadanos ganados a la causa oficialista desde la aceptación de un compendio de “puntos de encuentro” que vaya más allá de la simple, y muchas veces estéril, confrontación. En segundo lugar, el Art. 204 de la CRBV pide sólo el 0,1% de las firmas de los electores (algo así como sólo 17.000 rúbricas, mucho mas fácil de obtener que las que se necesitan para el abrogatorio) lo cual simplifica las cosas. En tercer lugar, estas firmas no van al CNE ni requieren de su aprobación previa, van directamente a la AN lo cual remueve obstáculos innecesarios y, en esta coyuntura, insuperables. Pero por último, lo más importante es que la AN está obligada a discutir el proyecto de ley que se presente en éstos términos, en el mismo periodo de sesiones en el que se presente o, a más tardar en el siguiente, ya que si no lo hace la orden constitucional es clara: El proyecto de ley que sea presentado a la AN por los ciudadanos que no se discuta debe ser sometido, sin más preámbulos, a referendo aprobatorio. Eso lo ordena el Art. 205 de la CRBV que reza: “La discusión de los proyectos de ley presentados por los electores y electoras conforme a lo dispuesto en el artículo anterior, se iniciará a más tardar en el período de sesiones ordinarias siguiente al que se haya presentado. Si el debate no se inicia dentro de dicho lapso, el proyecto se someterá a referendo aprobatorio de conformidad con la ley”.

En otras palabras, esta opción muestra muchas más ventajas que las que se apuntan al referendo abrogatorio. Sin hacernos sin embargo de vanas esperanzas, es incuestionable que esta opción de alguna manera coloca a los diputados y diputadas (en un año, el que viene, que para ellos es electoral) en la situación de responderle en un marco temporal preciso al pueblo o, lo que es lo mismo, de bailar al son que le toque la ciudadanía y no, como ha ocurrido hasta ahora, a la inversa.

Como dice mi padre, la verdadera maldad en el mundo es la falta de imaginación. Es el momento de poner, todos y cada uno de nosotros, la mente a trabajar en crear modalidades de lucha diferentes e imaginativas que desplacen al miedo y a la indiferencia.  Esta propuesta, sumada a otras de corte contestatario creativas y efectivas, nos sitúa, en mi criterio, en una mejor posición de cara a la barbarie que se avecina.


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