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La noche de las sentencias largas
Gonzalo Himiob Santomé
sábado, 4  abril 2009


Al igual que ocurrió durante aquellas terribles “noches de los cuchillos largos” alemanas de Junio y Julio de 1934, al igual que pasó durante la “noche de los cristales rotos”, también Alemania y en Austria, en Noviembre de 1938, tal y como se vivió en Argentina en Septiembre de 1976 durante la “noche de los lápices” ahora, y desde hace años, en Venezuela vivimos “la noche de las sentencias largas”. Largas no sólo por sus alcances en lo que lo político se refiere, sino además en cuanto a su desmesura y en cuanto a las injusticias que aparejan.

No nos sorprende la sentencia dictada por la Juez Marjorie Calderón del Estado Aragua contra los comisarios Henry Vivas, Lázaro Forero e Iván Simonovis y los funcionarios de la Policía Metropolitana Julio Rodríguez, Erasmo Bolívar, Marcos Hurtado, Héctor Rovaín, Luis Enrique Molina y José Arube Salazar. No nos sorprende porque tenemos años denunciando que el poder en nuestro país se sirve de sus estructuras formales –e incluso de grupos irregulares que actúan bajo su amparo- para perseguir, intimidar y desarticular a la disidencia y a la oposición. Lo mismo que hicieron los Nazis, lo mismo que hizo Videla, lo mismo que hicieron Trujillo, Pinochet y Fujimori, y lo mismo que hizo Castro, lo hace ahora Hugo Chávez. Se sirve de su poder y de nuestras instituciones para hacer cumplir sus designios a costa de la más elemental racionalidad. A costa de nuestros derechos, de nuestra libertad, y a veces hasta de nuestras vidas.

Recordemos. Apenas ocurridos los hechos del 11A Hugo Chávez le dijo al país, en varias oportunidades, dos cosas: La primera, que los sujetos que dispararon desde la Av. Baralt y desde el Puente Llaguno contra la manifestación opositora lo habían hecho “en legítima defensa” y “protegiendo el orden establecido”, por lo que deberían ser absueltos. Y así se hizo. La segunda, que eran los comisarios y los funcionarios de la PM los que deberían ser condenados por “atentar contra el pueblo”. Y así se hizo. Estas sentencias, así como algunas otras del mismo cuño, no las dictan los jueces, las dicta Hugo Chávez en su empecinamiento por hacer valer la “verdad” oficial con respecto a lo que le conviene. El que tenga ojos, que vea.

Y si el poder es arbitrario y ciego a la realidad de que se dispone de éste de manera temporal –al final la justicia siempre llega- la máxima estupidez ciudadana es pensar que son más importantes la Semana Santa y el asueto que lo que nos ocurre.

Váyanse los indolentes –esos mismos que son “ninís” o que no votan o participan para “no meterse en problemas”- a Choroní, a Mérida o a Tucacas. O a Miami, a comprarse con los dolaritos que mendigamos muchos trapitos y otros juguetes. Beban su vino con fruición y bailen buen reggaeton. Menéense al sol y, por un tiempo de “merecido descanso” cierren los ojos y oídos a lo que les pasa –eso creen ustedes- sólo a “los demás”. Sigan creyendo que los ataques contra los alcaldes y gobernadores opositores “no les incumben”, que las leyes apresuradas y esperpénticas que se dictan “no les atañen” o que no es la patria la que sangra a través de las lágrimas de las madres de Jhonny Palencia, de Juan David Querales, de Víctor Reinoso, de Jesús Mohamad Capote, de Alexis Bordones, de José Antonio Gamallo, de Jesús Orlando Arellano o de Orlando Rojas –todos asesinados el 11A, aún esperando en sus sepulcros por justicia- o que no es la nación a la que se oye entristecida en los lamentos de las familias de Erasmo Bolívar, de Julio Rodríguez, de Luis Molina, de José Arube Salazar, de Marcos Hurtado, de Héctor Rovaín, o de los de Bony de Simonovis, de los de María Eugenia de Usón y de Ana de Gebauer, de los de Nubia y Dayana Vivas; de los de Yajaira de Forero, o de los de los familiares de los hermanos Guevara, de Felipe Rodríguez o de Carlos Millán Millán, entre muchos otros.

Háganlo. Olvídense de toda solidaridad, de todo compromiso ciudadano y jueguen a que nada pasa. Quizás cuando regresen a sus casas, bronceados y satisfechos, la noche persecutora llame a sus puertas y pasen a ser ustedes parte de ese grupo, de “los demás”. Estarán ustedes “bonitos” o “lindas”, bien vestidos, “descansados” y elegantes cuando la razzia persecutora los alcance personalmente.

Entonces, cuando se den cuenta de que no está en juego sino nuestro futuro y el de nuestros hijos e hijas, y cuando vivan en carne propia lo que ustedes pensaban no les podría pasar jamás, hablamos.

Si es que aún se puede.


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