Al igual que
ocurrió durante aquellas terribles “noches de los cuchillos
largos” alemanas de Junio y Julio de 1934, al igual que pasó
durante la “noche de los cristales rotos”, también Alemania
y en Austria, en Noviembre de 1938, tal y como se vivió en
Argentina en Septiembre de 1976 durante la “noche de los
lápices” ahora, y desde hace años, en Venezuela vivimos “la
noche de las sentencias largas”. Largas no sólo por sus
alcances en lo que lo político se refiere, sino además en
cuanto a su desmesura y en cuanto a las injusticias que
aparejan.
No nos sorprende la sentencia dictada por la Juez Marjorie
Calderón del Estado Aragua contra los comisarios Henry
Vivas, Lázaro Forero e Iván Simonovis y los funcionarios de
la Policía Metropolitana Julio Rodríguez, Erasmo Bolívar,
Marcos Hurtado, Héctor Rovaín, Luis Enrique Molina y José
Arube Salazar. No nos sorprende porque tenemos años
denunciando que el poder en nuestro país se sirve de sus
estructuras formales –e incluso de grupos irregulares que
actúan bajo su amparo- para perseguir, intimidar y
desarticular a la disidencia y a la oposición. Lo mismo que
hicieron los Nazis, lo mismo que hizo Videla, lo mismo que
hicieron Trujillo, Pinochet y Fujimori, y lo mismo que hizo
Castro, lo hace ahora Hugo Chávez. Se sirve de su poder y de
nuestras instituciones para hacer cumplir sus designios a
costa de la más elemental racionalidad. A costa de nuestros
derechos, de nuestra libertad, y a veces hasta de nuestras
vidas.
Recordemos. Apenas ocurridos los hechos del 11A Hugo Chávez
le dijo al país, en varias oportunidades, dos cosas: La
primera, que los sujetos que dispararon desde la Av. Baralt
y desde el Puente Llaguno contra la manifestación opositora
lo habían hecho “en legítima defensa” y “protegiendo el
orden establecido”, por lo que deberían ser absueltos. Y así
se hizo. La segunda, que eran los comisarios y los
funcionarios de la PM los que deberían ser condenados por
“atentar contra el pueblo”. Y así se hizo. Estas sentencias,
así como algunas otras del mismo cuño, no las dictan los
jueces, las dicta Hugo Chávez en su empecinamiento por hacer
valer la “verdad” oficial con respecto a lo que le conviene.
El que tenga ojos, que vea.
Y si el poder es arbitrario y ciego a la realidad de que se
dispone de éste de manera temporal –al final la justicia
siempre llega- la máxima estupidez ciudadana es pensar que
son más importantes la Semana Santa y el asueto que lo que
nos ocurre.
Váyanse los indolentes –esos mismos que son “ninís” o que no
votan o participan para “no meterse en problemas”- a Choroní,
a Mérida o a Tucacas. O a Miami, a comprarse con los
dolaritos que mendigamos muchos trapitos y otros juguetes.
Beban su vino con fruición y bailen buen reggaeton. Menéense
al sol y, por un tiempo de “merecido descanso” cierren los
ojos y oídos a lo que les pasa –eso creen ustedes- sólo a
“los demás”. Sigan creyendo que los ataques contra los
alcaldes y gobernadores opositores “no les incumben”, que
las leyes apresuradas y esperpénticas que se dictan “no les
atañen” o que no es la patria la que sangra a través de las
lágrimas de las madres de Jhonny Palencia, de Juan David
Querales, de Víctor Reinoso, de Jesús Mohamad Capote, de
Alexis Bordones, de José Antonio Gamallo, de Jesús Orlando
Arellano o de Orlando Rojas –todos asesinados el 11A, aún
esperando en sus sepulcros por justicia- o que no es la
nación a la que se oye entristecida en los lamentos de las
familias de Erasmo Bolívar, de Julio Rodríguez, de Luis
Molina, de José Arube Salazar, de Marcos Hurtado, de Héctor
Rovaín, o de los de Bony de Simonovis, de los de María
Eugenia de Usón y de Ana de Gebauer, de los de Nubia y
Dayana Vivas; de los de Yajaira de Forero, o de los de los
familiares de los hermanos Guevara, de Felipe Rodríguez o de
Carlos Millán Millán, entre muchos otros.
Háganlo. Olvídense de toda solidaridad, de todo compromiso
ciudadano y jueguen a que nada pasa. Quizás cuando regresen
a sus casas, bronceados y satisfechos, la noche persecutora
llame a sus puertas y pasen a ser ustedes parte de ese
grupo, de “los demás”. Estarán ustedes “bonitos” o “lindas”,
bien vestidos, “descansados” y elegantes cuando la razzia
persecutora los alcance personalmente.
Entonces, cuando se den cuenta de que no está en juego sino
nuestro futuro y el de nuestros hijos e hijas, y cuando
vivan en carne propia lo que ustedes pensaban no les podría
pasar jamás, hablamos.
Si es que aún
se puede.