Existe
un estado de alarma en los países latinoamericanos de
donde proceden fuertes contingentes de migrantes, legales
e ilegales, asentados en Europa. Gobiernos, democráticos y
no democráticos, se aprestan a combatir, en los foros e
instancias internacionales, la reciente legislación de la
Comunidad Europea en esa materia, por considerarla
represiva y contraria a los derechos humanos. No parece
que esos gobiernos prestaran una atención equiparable a
las condiciones que, imperantes en sus respectivos países,
inducen o impulsan a las que he denominado migraciones no
controlables. Quizás esta actitud gubernamental revela un
trasfondo poco halagüeño, al configurar una exportación de
mano de obra que alivia tensiones socioeconómicas
internas, y genera una entrada de remesas en monedas
fuertes que se tiene buen cuidado en no incluirlas, en el
rango que representan, en las cuentas nacionales. De
hacerlo, se correría el riesgo de confesar que es la
exportación de trabajo barato un renglón capital de las
respectivas economías.
Al significar, las migraciones no controlables, una severa
sangría de las sociedades emisores, -por cuanto en esas
migraciones se reúnen, en grado nada desdeñable, la
calificación en oficios y profesiones y el espíritu
emprendedor-, van en desmedro de la capacidad de las
respectivas sociedades para llegar a un estadio de su
desarrollo que haga innecesario el reclamar que otras
sociedades abran las puertas a quienes no encuentran en
sus sociedades de origen las condiciones para realizar sus
aspiraciones de superación social y bienestar económico y
cultural. Esto sea dicho sin poner en la cuenta el exilio
forzado por regímenes dictatoriales, al estilo fidelista;
ni por la segregación interna llevada al extremo de
condenar millones de personas a convertirse en inmigrantes
clandestinos en el seno de su propia sociedad, cual ocurre
en la Venezuela militarista y militar con los miles de
trabajadores despedidos en la industria petrolera y
condenados al desempleo, y con los millones de firmantes
del referendum revocatorio mencionados en la infame “lista
Tascón” y sus familiares.
Hace ya unos cuantos años que viendo venir este fenómeno
social, hoy tan alarmante, y considerando especialmente
sus efectos en el seno de América Latina y de Venezuela,
compuse el breve artículo que me permito recordar en este
Mensaje histórico. En su momento dejé constancia, y ahora
lo ratifico, del respeto y la simpatía que me merecen los
millones de personas que hacen valer el más sagrado de los
derechos humanos: el de no dejarse morir de hambre.
LAS MIGRACIONES NO CONTROLABLES
Constituyen uno de los fenómenos masivos más importantes
de nuestro tiempo. Compromete el destino de pueblos
enteros y amenaza la estabilidad social aun de los países
más poderosos. Se presenta con rasgos y ritmo tales que
reta la capacidad de acción de los gobiernos. Genera
confrontaciones sociales que ponen en grave riesgo el
orden democrático y el deseado imperio de los derechos
humanos. No sólo la libertad se ve puesta en riesgo. El
concepto mismo de derechos humanos estaría en entredicho,
si admitiéramos que se trata del primero y más sagrado de
esos derechos: el de no dejarse morir de hambre. Y es el
ejercicio de este derecho, en ultima instancia, el que
genera el fenómeno demográfico que denomino migraciones no
controlables .
Tiene más de fenómeno nuevo que de variante de las
migraciones conocidas. Es expresión vital de sociedades
en las cuales han aparecido fenómenos como el nunca
empleado. Este es el individuo que entra en su madurez no
como desempleado sino como alguien que jamás ha tenido
empleo. Y que seguramente no alcanzará a tenerlo... La
masificación de este fenómeno, sumada a las tradicionales
causas de migración,-pobreza crónica, inamovilidad
social, inseguridad grave y permanente, etc.-, nutre las
migraciones no controlables. Por la profundo, lo
persistente y lo generalizado de sus causas, éstas
alcanzan niveles de intensidad y de masificación que
desbordan los medios empleados para controlarlas y o
desalentarlas.
El fenómeno de las migraciones no controlables está
presente hoy en regiones y áreas culturales muy diversas.
Pero sobre todo en Europa, respecto del Magreb y de Asia;
en Rusia respecto de las sociedades islámicas de la
antigua Unión Soviética; en diversas partes de América
Latina, y especialmente en Venezuela, respecto de
Colombia, el área andina y el Caribe; y en los Estados
Unidos respecto, particularmente, de México, América
central y el Caribe. Pero cabe advertir que no se trata de
procesos migratorios forzados, como los generados por el
conflicto árabe-israelí, por la crisis del socialismo
autocrático y por las crueles guerras de los Balcanes y el
Cáucaso. Tampoco de los generados por los genocidas
enfrentamientos tribales centroafricanos.
De todos los casos mencionados quizá sea el más estudiado
el de la frontera entre México y los Estados Unidos.
Abundan los estudios realizados por organismos oficiales e
instituciones académicas. Los publicados por El Colegio
de la Frontera, en México, y por la Universidad de
California en San Diego, son especialmente importantes. A
estos esfuerzos de conocimiento se suman medidas
legislativas, masivo empleo de recursos de todo género y
prácticas frecuentemente nada compatibles con los derechos
del hombre y hasta con la más elemental dignidad humana.
No obstante, el Presidente Clinton ha considerado
necesario formular su estrategia de control de la
inmigración. Lo ha hecho partiendo de la proclamación de
un principio que mueve a reflexión: "Somos una nación de
inmigrantes, y todos debemos estar orgullosos de ello.
Pero no es bueno e incluso es autodestructivo para una
nación de inmigrantes permitir el tipo de abusos que se ha
visto en los últimos años"... Sentado este principio,
esbozó una política cuyos ejes son el control del empleo y
la represión policial de la inmigración ilegal. El
objetivo lo precisó el secretario del Trabajo, Robert
Reich: ..."en este país estamos creando lugares de empleo
tercermundistas poblados por trabajadores
tercermundistas. Y tenemos que suprimirlos".
Mientras tanto, la Conferencia por la Seguridad y la
Cooperación en Europa (CSCE), de la que forman parte los
Estados Unidos, se ocupa de la conciliación de los
peligros de las migraciones no controladas con las
necesidades de movilización de mano de obra. Pero también
de los derechos de las minorías, -¿cuándo un grupo de
inmigrantes ilegales se convierte en una minoría con
derecho a protección?-, mientras se avanza hacia la
cumbre social de Copenhague. ¿Llevará el presidente
Clinton su doctrina a esos foros internacionales? Vale la
pena recordar que el proclamado nuevo orden internacional
atribuye gran importancia a la protección y libre
ejercicio de los derechos humanos.
Hace varios años fue aprobada en los Estados Unidos la Ley
Simpson-Rodino. Tuvo por objeto establecer un celoso
reglamento laboral, el cual probablemente se busca ahora
fortalecer. Me preocupó entonces el que la eventual
eficacia de ese instrumento pudiese desviar corrientes de
migración no controlable hacia nuestro país. Consideré
oportuno que fijásemos las bases de una doctrina en esta
materia. Parecía igualmente necesario que Venezuela
comprometiese en el tratamiento del problema a los países
emisores de tales migraciones. El medio idóneo podía ser
la celebración de una conferencia americana sobre
migraciones no controlables. Buscar allí juntos, emisores
y receptores, modos de tratamiento de la cuestión que
superen, y quizá lo hagan innecesario, el enfoque
crudamente represivo. No parece que la inminente cumbre
social de Copenhague sea el escenario propicio, pues
probablemente allí nuestra problemática no recibiría la
atención que requiere. En cambio, parece razonable pensar
que una conferencia americana sobre migraciones no
controlables encontraría actualmente una buena acogida.
(NOTA: Publicado en El Nacional, de Caracas, el 20 de
febrero de 1995).