Desde el
punto de vista macroeconómico, América Latina continuó
mostrando resultados favorables en 2007. Algunos hablan,
incluso, de bonanza. La región experimentó el quinto año de
expansión ininterrumpida, tanto de la actividad económica
como del producto por habitante, el cual creció en promedio
3% por año. En 2007 la región creció 5.6% mientras que el
producto por habitante lo hizo 4.2%.
Desde los
años setenta, no se presentaba una coyuntura tan favorable.
La diferencia con respecto a esos años es que el crecimiento
que hoy observamos se presenta en forma paralela con un
superávit de la cuenta corriente. Esto sugiere una política
económica más responsable por parte de las autoridades. Las
lecciones de la década perdida de los ochenta, cuya
expresión más clara fue la crisis de la deuda, parecen haber
calado hondamente en la mayoría de los gobiernos.
Las causas de
tan excepcional coyuntura son conocidas. Los abundantes
ingresos de la región son el resultado del buen desempeño de
los precios de las materias primas (las mineras en mayor
proporción que las agrícolas) inducido por el crecimiento
mundial, especialmente el mostrado por las economías
emergentes de Brasil, China, India y Rusia. Los precios del
amplio espectro de las materias primas han aumentado
sostenidamente ante la fortaleza de la demanda mundial. A lo
anterior se agregan los términos favorables de
financiamiento externo como consecuencia de las bajas tasas
de interés, la acumulación de reservas y el uso prudente del
endeudamiento, lo cual ha disminuido la deuda como
proporción del PIB desde aproximadamente 42% en 1999 a 23%
en 2006. Las remesas enviadas por los trabajadores
latinoamericanos en los mercados más desarrollados, han sido
a su vez parte importante del ingreso de capitales a
nuestros países.
El buen
desempeño de las exportaciones con respecto a las
importaciones se tradujo en un mejoramiento de los términos
del intercambio de 19% durante el quinquenio. Es bueno
destacar que al superávit en cuenta corriente contribuyó
mayormente la fortaleza del sector transable.
Desde el
punto de vista fiscal, el boom de las exportaciones mejoró
las finanzas públicas debido a la mayor contribución de los
sectores exportadores. Los ingresos fiscales aumentaron en
forma apreciable: de 15% o 16% como proporción del PIB en
los años noventa, pasaron a 17,5% o 20% durante los dos
últimos años. Los gobiernos cuentan ahora con más recursos
para hacer frente a sus innumerables responsabilidades.
Por su parte,
la inflación interrumpió el ritmo descendente que mostraba
desde 2003, para situarse en un rango de 5% a 6%, siendo
especialmente preocupante la inflación de los alimentos que
han sido afectados por la alta demanda mundial, las
condiciones climáticas en algunos países productores y el
alto precio de los hidrocarburos. Con la excepción de
Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Guyana y Costa Rica, los
países restantes se mantienen en niveles de un dígito.
La tasa de
desempleo continuó disminuyendo para situarse en 8%, lo que
significa un avance importante desde 2002 cuando era del
11%.
La CEPAL
reporta en su Panorama social de América Latina 2007
que el porcentaje de población pobre, con respecto a 2005,
disminuyó 3,3 puntos porcentuales mientras la tasa de
indigencia lo hizo en 2,2 puntos porcentuales. Pero al mismo
tiempo nos recuerda que “estimaciones correspondientes a
2006 indican que en ese año un 36,5% de la población de la
región se encontraba en situación de pobreza. Por su parte,
la extrema pobreza o indigencia abarcaba a un 13,4% de la
población. Así, el total de pobres alcanzaba 194 millones de
personas, de las cuales 71 millones eran indigentes”.
Sobra
advertir que las alentadoras cifras macroeconómicas
mencionadas no reflejan con toda propiedad la realidad de
América Latina. En primer lugar, se trata de promedios que
esconden terribles realidades sociales que son compensadas,
estadísticamente, con situaciones más positivas. En segundo
lugar, son el resultado de una coyuntura favorable en los
mercados internacionales que favorece la demanda de materias
primas. La economía venezolana, por ejemplo, muestra hoy una
serie de distorsiones (controles de precios, colapso de la
inversión privada, inflación, tipo de cambio oficial
sobrevaluado, altas importaciones, etc.) que sólo pueden ser
mantenidas en el tiempo por el gran flujo de divisas que
generan los altos precios del petróleo.
El actual
boom latinoamericano no es el resultado de una revolución
productiva. No es la consecuencia de la innovación técnica
ni de la inversión en educación o equipos. Es, por el
contrario, una afortunada consecuencia de la globalización,
donde destaca China con su espectacular desarrollo. De
acuerdo con The Economist (15 de marzo de 2008),
China consume hoy más de la mitad de la carne de cochino, la
mitad del cemento, un tercio del acero y un cuarto del
aluminio que se produce en el mundo. Ningún país escapa al
poderoso arrastre del gigante asiático. La mayoría de los
países se benefician, bien como productores de materias
primas (la demanda y precios de sus productos aumenta) o
como consumidores de bienes manufacturados, cuyos precios
disminuyen por los bajos costos de la mano de obra china.
En este
sentido, hay que alertar sobre los nubarrones en el
horizonte. Así, por ejemplo, la expansión china contribuye a
la inflación mundial. Igualmente, las crisis financieras y
los riesgos de recesión en los países desarrollados, la alta
inflación de los alimentos, los altos precios del petróleo y
los conflictos geopolíticos plantean un alto nivel de
incertidumbre. Estos factores podrían poner fin al favorable
escenario internacional. En el pasado, la América Latina no
ha sabido aprovechar otras coyunturas favorables. Hemos
presenciado ciclos que culminan con la crisis del sector
externo, devaluación, inflación y ajuste brutal de salarios
y empleo.
La agenda
económica latinoamericana requiere una discusión profunda
con miras a crear amplios consensos sociales que apuntalen
políticas públicas efectivas. La región necesita resultados
concretos. En esa agenda deben estar, como temas
fundamentales, el papel del mercado, el papel regulador del
los gobiernos y la inserción en los mercados
internacionales. La contraparte política, o condiciones
indispensables de esos temas económicos, se refieren a la
estabilidad institucional, el respeto de los derechos de
propiedad y la eficiencia de la administración pública.
Aprovechar la
actual coyuntura para asumir positivamente los temas
mencionados es la única garantía de la región para no
terminar en otro ciclo de expansión y doloroso ajuste.
fspiri@gmail.com
Referencias:
CEPAL. Panorama social de América Latina
2007.
Ocampo, José Antonio: La macroeconomía de
la bonanza económica latinoamericana. Revista de la CEPAL,
N. 93. Diciembre, 2007
Vivancos, Francisco: Las economías de
América Latina en el año 2007. Boletín Económico Mensual del
Banco Mercantil. Febrero 2008.