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El fraude y las regionales
por Manuel Malaver

domingo, 12 septiembre 2004


      

Sin exagerar, creo que la paradoja surgida ante la oposición democrática de denunciar el fraude electoral del 15 de agosto pasado, mientras participa en las próximas elecciones regionales del 31 octubre, es otra demostración de la sutileza y complejidad hacia donde  ha derivado la política venezolana, pero que no tiene porque alterar el objetivo básico- que une a todos los demócratas- de mantenerse en su propósito de salir de Chávez sin apartarse de la constitución ni de las vías electorales, pacíficas y constitucionales que establece.

Y que no tendría por que dividir a la oposición en abstencionistas y participacionistas, entre luchadores contra el fraude y partidarios de las elecciones regionales, ya que los objetivos de unos y otros podrían encontrarse en el evento del 31 de octubre próximo.

O sea, que participar en las regionales podría ser la ocasión de movilizar a cientos de miles, millones de electores contra el frade cometido y por cometer,  de denunciar in situ, en caliente, las irregularidades que ya burlaron la voluntad popular e intentan repetirse y transmitir al mundo la certeza de que en Venezuela impera, a través de la trácala, unos sátrapas de nuevo cuño que han tomado a la democracia como mascarón de proa para resucitar el autoritarismo y el militarismo de siempre.

Y obligarlos, cuando menos, a cambiar de método (o de “métodica” como dirían algunos gerentes de la “revolución”), ya que va a ser absolutamente imposible regresar el 31-O con los mismos trucos del 15-A

Pero sobre todo, es la oportunidad de volver a darle la mano a los electores, de estar en la misma trinchera, de consubstanciarse con sus problemas regionales y locales y de decirles que más allá de los tropiezos coyunturales, los demócratas venezolanos no retrocederán en su empeño de derrotar la autocracia.

Debe recordarse, además, que las elecciones regionales no son el referendo revocatorio que pautaba la salida del presidente, sino que se trata de la salida o permanencia de un conjunto de autoridades responsables de que los estados y municipios se hayan precipitado hacia la ruina, o sobrevivan con decencia y en espera de constituirse en los muros de contenten de la autocracia.

Hay entonces muchos problemas concretos, efectivos y reales que acometer, que resolver, asuntos que tienen que ver con la salud, la educación, el transporte, la inseguridad y el empleo y mal puede la oposición democrática darle la espalda a estas urgencias, a estos clamores y permitir que el chavismo provinciano continúe desguazando al país.

En este orden de ideas debe entenderse también que a Chávez no se le derrota sino con una movilización de calle creciente y persistente, con la demostración, más allá de la permisividad y la peligrosidad, de decirle al mundo que las mayorías venezolanas adversan al régimen por la causas de antes y las de ahora, como que para perpetuase en el poder no tuvo empacho en cometer un gigantesco fraude.

Y también, desde luego, con un trabajo de hormiga para reunir pruebas que demuestren el fraude y gane más y más adeptos en las instancias internacionales de que Chávez no representa sino a un gobierno espúreo, ilegal y absolutamente deslegitimado.

No son tareas fáciles que se puedan lograr en un día, ni de la noche a la mañana, pero que aplicándolas con rigor, y sin desviarse del objetivo central, darán  en un tiempo prudencial en el blanco de que a la autocracia se la perciba como el aborto de un fraude electoral.

En este sentido tenemos que elogiar el informe presentado por el economista, Ricardo Haussman, por encargo de la organización “Súmate” sobre la posibilidad de que en un 99 por ciento el fraude haya sido cometido, y que trajo, entre otras bondades, el primer impulso para que la CD se pusiera otra vez en pie de guerra.

No se trata de cualquier logro, ya que, después de 3 semanas de silencio y confusión, daba la impresión de que los líderes responsables de que el revocatorio fuera un éxito, se habían exilado.

Pero también debemos referirnos al enorme esfuerzo que desde meses antes del fraude llevaba a cabo el ingeniero, Jorge Rodríguez Moreno y que culminó con la presentación del “Modelo Valladares” que echó por tierra la pretensión del Centro Carter de avalar su respaldo a los resultados electorales con la exhibición de una opinión de Jonathan Taylor, un profesor de la Universidad de Stanford.

Ya sabemos que Taylor reconoció su error, que después se desdijo, pero dejando en la opinión pública internacional el sabor de que un crimen se había cometido.

Y -last but not least- el informe del abogado, Tulio Álvarez, fundamentado en un examen del REP y el cruce de información entre las máquinas Smartmatic y el CNE, más concretamente, con el rector, Jorge Rodríguez, que revelan como las máquinas se bidireccionaron y estuvieron recibiendo información para que adulteran los resultados.

Pruebas que demuestran la “duda razonable” que se tuvo en un primer momento sobre los resultados, que se transforman ahora en “sospecha razonable” y dan pie al conjunto de acciones legales a nivel nacional e internacional que se están emprendiendo para que Chávez no se salga con la suya.

Pero que igualmente contribuyen a movilizar a la opinión pública internacional, sobre todo la que está conformada por organizaciones de la sociedad civil, empeñada en que la democracia no sea adulterada ni corrompida y pase a convertirse en una herramienta para que los tiranos justifiquen su permanencia en el poder.

En conjunto, una lucha que no será fácil ni corta, pero que sí contiene el legado de una experiencia histórica de enorme significación a la hora de evaluar las argucias del totalitarismo para sobrevivir y los necesarios y urgentes antídotos que hay que elaborar sobre al marcha para impedir que nuevos vástagos de las viejas ideologías vuelvan a sembrar al tierra de terror, miseria desigualdad y gigantescas violaciones de los derechos humanos.

Realidad espectral frente a la cual los últimos en reaccionar, como cuando Hitler y Musolini, son los estados y gobiernos extranjeros, pero que no excusan  a la sociedad civil de que aún en las peores condiciones se active para luchar sin cuartel hasta que el totalitarismo sea otra vez desenmascarado, destruido y enterrado.                                                        Imprima el artículo Subir Página