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La indefensión perfecta
por Fernando Luis Egaña
viernes, 29 junio 2012


En el vasto campo de la indefensión de las personas, sean naturales o jurídicas, las neo-dictaduras o dictaduras hábilmente disfrazadas de democracia, se diferencian de las dictaduras convencionales porque en éstas la indefensión no se adorna sino se proclama, y en aquéllas la indefensión se enmascara en un tinglado de supuesta legalidad. Caso de la “revolución bolivarista”, aunque muchos de diversas orientaciones políticas se empeñen en negarlo o matizarlo.

La indefensión es la misma pero las percepciones cambian. En uno y otro tipo de régimen, la indefensión llega a ser absoluta: no hay posibilidad de defensa alguna ante la voluntad del poder arbitrario. Pero en la neo-dictadura, además, la indefensión es perfecta, porque muchos de los que la padecen, no lo saben; y siempre habrá argumentos “jurídicos” para negar su existencia.

Es como un virus insidioso que corroe un organismo sin que la víctima se dé cuenta, y aún considerando que no está enferma o no lo está tanto. El veneno de la neo-dictadura se encuentra, precisamente, en el disimulo de un sistema democrático, y su gran logro es que buena parte de los críticos y opositores acepten las premisas del juego. Algunos de buena fe y otros, no.

En el dominio de la indefensión, la satrapía vernácula ha venido montando un régimen dual o un “apartheid” por razones políticas. El poder personalizado domina completamente la función judicial, y por eso sus personeros operan por encima de la ley y con plena seguridad de impunidad, a menos que, claro está, el jefe máximo sentencie distinto.

Y para los adversarios según las entendederas de la satrapía –una lista muy pero muy larga en lo político, económico, social y comunicacional--, la indefensión es la regla, casi sin excepciones, y en el caso de que se produzcan no será por la actuación de la justicia sino por el interés político del poder personalizado. Sobre el particular, llama la atención que cuando se presenta una aparente “reivindicación justiciera”, se la quiera adjudicar a motivaciones institucionales que sencillamente no tienen cabida en un despotismo, sea craso o habilidoso.

La indefensión es cotidiana en esta Venezuela menguada, pero los desmanes suelen ser “legalizados” a-posteriori a través de “normas” entalladas para tal fin, o mediante sentencias tele-dirigidas. Y para colocar el tema en perspectiva es necesario destacar la diferencia esencial con el proceder de una democracia, así esté cruzada de fallas y problemas.

En una democracia con siquiera un funcionamiento básico del estado de Derecho, también hay atropellos y arbitrariedades cometidos desde los poderes del Estado, pero existen los canales políticos y jurídicos para denunciarlos y recurrirlos con posibilidad razonable de éxito.

La realidad de que el poder hace siempre lo que le da la gana y nunca se puede hacer nada al respecto, es una realidad que no caracteriza a la democracia sino que la niega esencialmente. Y es la realidad dominante en las dictaduras y las neo-dictaduras, aunque en las segundas se presente disfrazada de legalidad emergente, justicia revolucionaria, o cualquier otro ropaje artificioso.

La andanada última del TSJ contra Globovisión y la simulación reglamentaria del CNE, son situaciones emblemáticas de la indefensión perfecta en el reino de la satrapía. El poder hace lo que quiere, las personas no valen nada frente al poder, pero todo se perfecciona con la Gaceta Oficial, la masiva propaganda y una persistente incomprensión de cómo funcionan las neo-dictaduras.


flegana@gmail.com
 

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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