Si en algo están coincidiendo muchos
oficialistas y opositores es que la designación del general
Henry Rangel Silva como ministro de la Defensa -- esperada
desde el pasado año--, es una confirmación de que el señor
Chávez anda reforzando su círculo principal con los más
conspicuos entre los incondicionales políticos que, además,
están amarrados a él por razones de graves denuncias, dentro
y fuera del país.
Pareciera que el momento sólo admite
a los que han quemado las naves y a los que no tendrían
ningún futuro de poder con otra orientación de gobierno.
Pero eso es una cosa y otra distinta es que Rangel Silva
represente al conjunto de las Fuerzas Armadas.
En ese sentido han sido atinadas las
declaraciones de la Mud sobre tan delicada materia, al
distinguir la partisanía extrema del nuevo ministro, de la
aspiración institucional y profesional del sector castrense,
tal y como se encuentra configurada en la doctrina militar
de la Constitución de 1999.
Uno de los lineamientos estratégicos
más corrosivos del señor Chávez y de la "revolución
bolivarista" es hacer todo lo posible para contraponer a la
FAN con la alternativa democrática venezolana. El empeño es
constante para hacer ver que los militares están
absolutamente comprometidos con el continuismo del presente
régimen y, por tanto, absolutamente dispuestos a impedir lo
contrario. Rangel Silva ha sido, en ese sentido, uno de los
generales más alineados al respecto.
Ello de por sí es una violación
crasa de la referida doctrina militar, que establece de
forma clara y elocuente que "la Fuerza Armada Nacional
constituye una institución esencialmente profesional, sin
militancia política, organizada por el Estado para
garantizar la independencia y soberanía de la Nación"... El
mismo artículo 328 de la Constitución dispone que "en el
cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de
la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad
política alguna"...
Y si bien es cierto que el proceder
del comandante-presidente violenta sin piedad a la
institucionalidad de la FAN, también lo es que las fuerzas
democráticas no deben, a causa de ello, enfilar sus baterías
hacia la generalidad del cuerpo castrense sino enfocar la
denuncia en la comandancia política y, precisamente, en
nombre de la defensa de esa misma institucionalidad. De no
ser así, se estaría abonando el terreno ya sembrado de un
enfrentamiento sustancial entre la FAN y el país democrático
que busca superar la hegemonía imperante.
En el caso del general Rangel Silva,
lo más gravoso no es que esté siendo profusa y
documentadamente señalado de vinculaciones con actividades
de la criminalidad organizada a nivel regional. Es que el
régimen del señor Chávez ni siquiera se haya tomado la
molestia de simular una investigación para "esclarecer" los
señalamientos. Hecho tan incriminante como el contenido
concreto de éstos.
No cabe, por ende, la menor duda de
la peligrosa significación que tiene su nuevo
encumbramiento. Forma parte del abajamiento general de la
vida pública que el señor Chávez se ha esmerado en producir.
Y debe ser, también, un motivo adicional para redoblar la
lucha por reconstruir las bases de un Estado democrático,
comenzando por una de sus instituciones clave o la Fuerza
Armada Nacional.