La
Venezuela
democrática
que
no
se
siente
representada
por
la
"revolución
bolivarista",
y
que
no
acepta
que
el
destino
del
país
esté
encadenado
por
ésta,
cual
proyecto
de
dominación
con
afán
continuista,
ha
venido
desplegando
un
gran
esfuerzo
para
hacer
posible
un
cambio
de
gobierno
a
través
de
la
ventana
o
proceso
electoral
del
7 de
octubre.
De
allí
la
perseverante
construcción
de
una
plataforma
unitaria
o la
Mud,
el
diseño
de
las
primarias,
su
organización
y
promoción;
la
elaboración
de
un
programa
nacional
de
gobierno
y,
en
general,
todas
las
iniciativas
tendientes
a
proponer
y
consolidar
una
alternativa
gubernativa,
en
cabeza
de
una
candidatura
legitimada
por
comicios
primarios.
Ahora
bien,
para
que
en
Venezuela
se
lleve
adelante
un
cambio
profundo
que
permita
reconstruir
la
democracia
e
impulsar
un
modelo
de
desarrollo
social
y
económico
de
vasto
y
efectivo
alcance,
no
sólo
basta
que
ocurra
un
cambio
de
gobierno
sino
que
también
se
requiere
de
un
cambio
sustancial
del
régimen
imperante.
Vale
decir,
del
entramado
de
poder
que
la
"revolución"
ha
conseguido
erigir,
sobre
todo
a
contravía
de
la
Constitución
de
1999,
a
fin
de
garantizar
su
control
hegemónico
del
Estado
y la
sociedad.
Ese
entramado
de
poder
no
necesariamente
hace
imposible
una
victoria
opositora
en
elecciones
presidenciales,
pero
si
está
concebido
y
aplicado
para
hacer
inviable
a un
gobierno
distinto
en
el
marco
del
régimen
bolivarista.
Por
ello,
concentrar
todas
las
fuerzas
en
el
cambio
de
gobierno
propiamente
dicho,
sería
una
condición
necesaria
pero
no
suficiente
para
abrir
una
nueva
etapa
democrática,
incluso
alineada
con
el
sistema
constitucional
de
formal
vigencia.
Entiéndase,
desde
luego,
que
el
régimen
de
Chávez
tiene
una
Constitución
pero
no
es
un
régimen
constitucional.
Y
no
lo
es,
porque
su
funcionamiento
no
está
sujeto
a
los
mecanismos
de
limitación
del
poder
establecidos
en
la
Constitución,
sino
que
opera
con
base
a la
estructura
hegemónica
urdida
por
la
dupla
Chávez-Fidel.
Este
régimen
se
parece
mucho
más
al
"desaprobado"
proyecto
de
reforma
constitucional
de
2007
--socialista,
burocrático,
verticalista
y
autoritario,
que
a la
letra,
espíritu,
propósito
y
razón
de
la
Constitución
de
1999.
El
desafío,
por
ende,
supone
la
preparación
de
un
cambio
de
gobierno
y
también
la
de
un
cambio
de
régimen
que
permita
la
viabilidad
de
un
gobierno
democrático.
Lo
primero
y lo
segundo
deben
ir
aparejados.
No
debería
considerarse
lo
segundo
como
de
secundaria
importancia,
so
pena
de
aprovechar
mal
o
desaprovechar
la
hazaña
que
significaría
derrotar
a
Chávez
en
las
urnas,
a
pesar
de
los
gruesos
condicionamientos
para
impedirlo.
Hay
que
evaluar
el
repertorio
de
opciones
para
empujar
un
cambio
de
régimen,
en
especial
desde
la
fortaleza
nacional
e
internacional
que
supondría
una
victoria
electoral.
Y
hay
que
hacerlo
con
dedicación
y
con
la
conciencia
clara
de
su
absoluta
necesidad.
En
el
debate
público
se
han
presentado
algunas
alternativas
que
merecen
una
valoración
seria
y
oportuna.
De
seguro
que
habrá
otras
que
también
deben
ser
atendidas.
La
nuez
del
asunto
es
apreciar
que
una
cosa
es
el
gobierno
como
aparato
ejecutivo
del
Estado,
y
otra
es
el
régimen
bolivarista
como
entramado
de
poder
que
enjaula
al
Estado
y al
conjunto
nacional.
Para
supera
la
hegemonía
roja
hay
que
cambiar
de
gobierno,
es
cierto,
pero
también
hay
que
destrancar
las
cerraduras
de
esa
jaula.