El título de estas líneas no será
original pero sí realista, porque entre el boato retórico de
la cumbre caraqueña de la Celac y la precaria realidad del
conjunto de los venezolanos, la diferencia fue precisamente
abismal.
Mientras el señor Chávez insiste en
su retrato panorámico de un país liberado de la opresión y
salvado para el progreso ilimitado --gracias a él y a su
supuesta revolución, no faltaba más--, la situación de
Venezuela en términos de violencia social, decaimiento
económico y despotismo político continúa aprisionando al
Estado y la sociedad.
En la cumbre de la Celac, el
oficialismo gobernante se pretendió erigir como un ejemplo
luminoso de transformación revolucionaria, no sólo para
Venezuela sino para toda América Latina y el Caribe, al
tiempo que sumerge a la nación donde impera en una de las
crisis más profundas y peligrosas de toda su historia
independiente.
La lucha contra los imperialismos y
a favor de las soberanías, por tanto, se termina
convirtiendo en una máscara colosal para tratar de ocultar
la depredación masiva del potencial venezolano, en función
de facilitar el control hegemónico y el continuismo en el
poder.
El auge del gobierno sin leyes o al
margen de éstas, la resurrección del viejo militarismo, la
apelación incesante a la violencia verbal en contra de
cualquier oposición, y el reforzamiento de entramados
estatistas para regimentar la economía y la dinámica social,
no pueden ser considerados como cambios cónsonos con las
grandes corrientes de modernización en el siglo XXI. Todo lo
contrario.
Y sin embargo de eso se trata la
llamada "revolución bolivarista" que, además, no pierde
oportunidad para proyectarse cual modelo de futuro para el
continente y más allá. Hasta el ruido de los cacerolazos de
protesta se le presenta como una algarabía jubilosa ante los
fuegos artificiales. Metáfora perfecta del abismo, si las
hay.
De allí la gran contradicción en el
nacimiento de la Celac. Una instancia necesaria y con
grandes perspectivas de convertirse en una plataforma de
impulso para la integración, la democracia y el desarrollo
latinoamericano y caribeño, se constituye en la capital de
un país que va en una dirección opuesta a esas metas
progresistas.
En lo que a Venezuela respecta, la
fundacional de la Celac fue una Cumbre en el abismo. La
cumbre del falseamiento en medio del abismo nacional.