Con motivo de la cumbre de la Celac,
el régimen bolivarista reitera que Venezuela se está
convirtiendo en una potencia económica. Así con todas sus
letras, sin darle mucha relevancia a la monumental evidencia
que indica lo contrario.
Cual ornamento al ambiente de la
reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (Celac), varios voceros oficiales han reciclado
esa vieja promesa del señor Chávez, comenzando por él mismo,
no faltaba más.
La promesa hubiera podido
encarnarse en la realidad --así fuera muy modestamente--
porque la bonanza petrolera internacional más prolongada de
la historia lo habría permitido. Pero no. Venezuela no sólo
no se convirtió en una potencia económica sino que va por el
camino opuesto.
¿Potencia petrolera? Ciertamente la
naturaleza nos ha concedido el privilegio de contar con
inmensas reservas de hidrocarburos, pero la principal
empresa del país, la otrora corporación de clase mundial,
Pdvsa, se encuentra endeudada hasta el tope, desvencijada
operativamente, vandalizada por la corrupción, y
prácticamente en manos de la caridad con uña que practican
los chinos.
¿Potencia petroquímica? La
revolución bolivarista se encargó de que dejáramos de serlo.
Las refinerías explotan una semana sí y otra también. Se
canibalizan sus instalaciones. Disminuye la producción. Y
mientras se anuncia la construcción de refinerías en el
exterior, las nacionales se deterioran en medio de la abulia
y el dolo.
¿Potencia industrial? Habrá que
echarle un vistazo a Ciudad Guayana y las empresas básicas.
El caso del ocaso de Sidor bastaría para saldar el tema.
Pero también están los cementerios industriales del centro
del país, y las cifras que indican el cierre de buena parte
del parque industrial venezolano.
¿Potencia agro-pecuaria? Sí, como
no... Produciendo menos e importando hasta lo que se
exportaba, ningún país puede potenciarse. En el Sur del
Lago, o en los llanos de Barinas y Portuguesa, o en las
valles aragüeños se puede preguntar por lo de la "potencia
agro-pecuaria". La respuesta no será amistosa.
¿Potencia comercial? Bueno, si el
aumento sustancial de las importaciones ante el descalabro
productivo nacional y también por obra del subsidio
cambiario, fuera una expresión de poderío económico,
entonces deberíamos estar a la cabeza del G-20... Pero no
parece que el "modelo Maicao" sea el más apropiado para el
desarrollo.
En tecnología, infraestructura,
turismo, vivienda, finanzas, inversiones extranjeras, ¿vamos
rumbo a volvernos una potencia o una desgracia? No hace
falta mucha sapiencia para darse cuenta de la realidad...
Quizá donde si nos estamos
transmutando en una potencia económica, y no sólo a nivel
regional, es en el ámbito de la delincuencia organizada y en
particular en el narcotráfico. En ese dominio se han
producido avances portentosos.
Como también en el aumento
astronómico de la deuda externa, o del tamaño e ineptitud de
la burocracia estatal, o en el re-centralismo que agobia la
capacidad de desarrollo regional, o en el imperio de
ideologías fosilizadas que corroen el emprendimiento
personal y colectivo.
Y claro, los Castro y los Ortega
succionan a Venezuela como si en verdad fuera una potencia
económica. De pronto son ellos los que han convencido al
señor Chávez de que va encaminado por esa ruta, y la cumbre
de la Celac seguro que también servirá ese objetivo.
Contradicción máxima, si las hay,
que la Celac se constituya teniendo como anfitrión a un
Estado que promueve menos y no más democracia política,
menos y no más economía productiva, menos y no más libertad
y superación social, menos y no más integración efectiva.
Pero así son las cosas de la política y la diplomacia
regional, tan teñidas por los intereses y necesidades.