Al notorio Reichsmarschall del
nazismo, Hermann Goering, se le atribuye una frase
siniestra: "cuando oigo la palabra cultura saco mi pistola".
Cambiando lo cambiable, algo parecido se les podría aplicar
a los jerarcas del Gobierno bolivariano cuando oyen la
palabra "diálogo"....
Así por ejemplo, el ministro de
Educación, Héctor Navarro, casi se ofende cuando algún
periodista le pregunta si se va a tomar la molestia de
dialogar con los representantes de la educación privada, en
materias, por lo demás, nada ajenas al proceso educativo
nacional. El madrugonazo de la Ley Orgánica de Educación
rinde cuenta de ello.
Y qué decir del director encargado
de Conatel, Diosdado Cabello, que se ufana de no sentarse en
la misma mesa con los directivos de la Cámara Venezolana de
la Radiodifusión, a los que encima de cerrarles las
emisoras, los califica de oligarcas contra-revolucionarios,
y los amenaza con dejarlos en la calle.
Y este mismo funcionario, ahora en
sus funciones de Ministro de Obras Públicas y Vivienda,
también se jacta de no dialogar con los miembros de la
Cámara de la Construcción, más o menos por las mismas
razones.
Otro tanto alega el presidente de
Pdvsa, Rafael Ramírez, cuando proclama que no negociará
contratos colectivos con sindicatos que no sean probadamente
rojo-rojitos. No le importa la ilegalidad de semejante
arrogancia, porque él se siente por encima de la Ley y tan
sólo por debajo de su comandante en jefe.
El ministro-presidente de la CVG,
Rodolfo Sanz, tampoco se digna a conversar con los
sindicatos de Guayana, salvo los que porten la boinacolorá.
El ministro de Comercio, Eduardo Samán, considera
irrelevante dialogar con las asociaciones comerciales; y el
de Salud no se le ocurre convocar una reunión con los
dirigentes del gremio médico.
El alcalde del municipio Libertador
de Caracas, Jorge Rodríguez, se enfada cada vez que le
recuerdan su obligación legal de asistir al Consejo
Metropolitano de Gobierno. Y las autoridades nacionales en
los estados que tienen a un gobernador independiente, hacen
todo lo que pueden para sabotear su gestión. Mucho más que
ignorarlos los atacan por todos los flancos.
Y ni hablar de los diputados de la
Asamblea Nacional, que aprueban --o más bien "tramitan"--
proyectos de ley, ignorando de manera expresa las peticiones
de participación que formulan las más variadas instancias y
organismos del país. Si acaso, una que otra reunioncita para
sustanciar el latiguillo de que se trata de "una ley
consultada con todo el mundo".
Pero el que más se parece a Herr
Goering es el señor Chávez. Divide a los venezolanos entre
leales y enemigos. Con los primeros no dialoga sino que les
ordena, y a los segundos les saca la pistola nada metafórica
de la "revolución armada" cuando el conflicto político clama
por un diálogo nacional.
Y después se quejan de que los
comparen con lo peor de la historia.