Los gobernadores y alcaldes
no-oficialistas están asumiendo una actitud centrada y
valerosa al enfrentar políticamente el desconocimiento del
Estado bolivarista a su derecho de gobernar. Esto es, su
legítimo derecho de ejercer las facultades constitucionales
en sus respectivos ámbitos de poder regional y municipal. La
esperada "privativa de libertad" en contra de Manuel Rosales
es una prueba decisiva al respecto.
El señor Chávez está decidido a quitarles la alfombra y
dejarlos pintados en la pared. De hecho, es lo que ha venido
haciendo desde el día lunes 24 de noviembre de 2008. De no
encontrar resistencia política continuaría en su propósito y
terminaría de convertir a la descentralización en una
reliquia formal sin contenido práctico.
En este sentido, la "reformada" ley de la materia supone una
doble violación constitucional. Violenta las actuales
disposiciones de la Constitución de 1999 que sustentan el
concepto de Estado descentralizado, y también violenta la
decisión referendaria del 2-D de 2007 de no aprobar las
modificaciones sustanciales que facilitaban la
recentralización que, ahora, se contrabandea con la referida
ley.
Por otra parte, debe afirmarse que los millones de
venezolanos que votaron para elegir a los gobernadores y
alcaldes opositores, no sólo deseaban contar con
funcionarios ejecutivos que se ocuparan diligentemente de
los incontables problemas de las comunidades; en gran medida
aspiraban, también, que esos gobernadores y alcaldes
ejercieran un liderazgo de naturaleza política que
contribuyese a contener las pretensiones de dominio
neo-totalitario de la llamada revolución.
Y es que la posibilidad de emprender iniciativas
administrativas de calidad y provecho social --lo que en
lenguaje corriente se conoce como "gestión"--, depende de
manera esencial de que cuenten con las competencias,
estructuras y recursos que le son propios a las
Gobernaciones y Alcaldías conforme a la Constitución
vigente.
En ese sentido, todos y cada uno de los proyectos, programas
y ejecutorias se subordinan al hecho elemental de que sean
materialmente posibles, y ello se desvanece sin una
infraestructura mínima que las haga viables. Sin policías no
hay plan de seguridad, como no habría plan de salud,
educación, vialidad o servicios públicos sin la
correspondiente combinación de facultades e instrumentos.
De allí que para defender su derecho de gobierno o su
capacidad de gestión, sean indispensable la lucha política
que están librando ante el atropello sistemático que han
venido padeciendo, incluso antes de tomar posesión oficial
de sus cargos. Lo político, por ende, no es paralelo o
complementario a lo administrativo o gestión. No. Es el
punto de partida sin lo cual lo demás puede quedar en
quimera.
Por eso trata de una lucha existencial, no tanto en nombre
de sus investiduras personales, sino como voceros
principales de estados y municipios y, sobre todo, como
representantes de la voluntad popular. Antonio Ledezma,
Pablo Pérez, Henrique Capriles, César Pérez Vivas, Morel
Rodríguez, Henrique Salas Feo, Manuel Rosales, Carlos Ocariz
o Gerardo Blyde, para sólo nombrar a los más importantes,
llegaron a donde están por causa de la decisión del pueblo
soberano.
Y esta lucha, desde luego, no puede limitarse al quijotesco
accionar jurídico, que todos sabemos cómo funciona la
"justicia roja-rojita"... La defensa de los derechos
amenazados, menoscabados o aplastados tiene que cumplir los
trámites formales que permite la llamada legalidad, pero
detenerse allí sería --al menos por ahora-- como arar en el
mar.
Se debe, por tanto, aprovechar todas las opciones del
combate democrático, empezando por la denuncia contundente y
convocando la presencia pública en sentido de reclamo y
protesta. Y siempre desde la unidad del discurso y la
acción.
Al fin y al cabo, cuando en Miraflores perciben que
determinada embestida tiene una resistencia masiva e
intensa, vale decir costosa en demasía en términos
políticos, entonces a veces reformulan la estrategia y
acondicionan el congelador. Así ha pasado, por ejemplo y en
reiteradas ocasiones, con el campo de la educación.
A casi 4 meses del 23-N es tiempo para que los dirigentes
naturales del país alternativo, o sea los gobernadores y
alcaldes independientes, lideren la ofensiva política en
defensa de las aspiraciones democráticas del conjunto de los
venezolanos. Sigan adelante.
flegana@gmail.com
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |