La maratónica intervención del señor
Chávez ante la Asamblea Nacional con motivo de su "memoria y
cuenta" simbolizó de manera casi perfecta a su propio
desgobierno.
Improvisada y literalmente
descuadernada, sin seguir una secuencia elemental de temas,
repleta de falseamientos y manipulaciones, repetitiva de
lugares comunes, salpicada de provocaciones e insultos y,
sobre todo, harto despreciativa de la paciencia ajena.
Al Cuerpo Diplomático se le convocó
a las 10 de la mañana y el mandatario se presentó pasadas
las 2 de la tarde. Más de 7 horas después continuaba
perorando en cadena nacional, y la mayoría de los diputados
no hacía sino asentir y aplaudir como focas, tal y como les
llama Teodoro Petkoff.
Un espectáculo en verdad lastimero
para el sentido más rudimentario de institucionalidad
republicana. Algo muy parecido, por cierto, a las funciones
farsescas de las satrapía africanas.
Según el señor Chávez, Venezuela es
ya una potencia que exhibe magníficos avances en todos los
órdenes de la vida nacional. Sin un ápice de autocrítica, el
retrato del país que trató de pintar lució tan fraudulento
como buena parte de la metralla estadística que disparó.
Lo único que le faltó proclamar es
que los avasallantes indicadores de la criminalidad son un
invento de la saliente Casa Blanca de George W. Bush.
Ninguna referencia a los 14 mil asesinatos anuales que
colocan a nuestra sociedad como una de las más violentas del
planeta.
Tampoco reparó en que después de
haber recibido y despachado casi 800 mil millones de dólares
entre 1999 y 2008 --cortesía de la bonanza petrolera
mundial--, Venezuela es ahora mucho más dependiente de la
renta petrolera.
De acuerdo al BCV rojo-rojito, en
1998 las exportaciones no-petroleras representaron el 31,22%
del total de las exportaciones, y esa cifra se desplomó a 7%
en el 2008. Es decir que el petróleo ahora aporta el 93% de
los ingresos por exportación. Palabras más, palabras menos,
eso significa que la "revolución bolivarista" nos ha
convertido en una auténtica colonia de la economía
estadounidense.
Mucho menos ponderó que la mejoría
de algunos índices sociales a partir del 2004 --luego de un
quinquenio en Miraflores--, se debió a lo que permeó del
vendabal de petrodólares, y no a una política orgánica y
sostenible de desarrollo social y económico productivo.
Angostado el chorro, por lo demás,
también se desvanece el espejismo de esa "sensación de
bienestar". Y lo que queda no es difícil de resumir: los
problemas tradicionales agravados, y encima un racimo de
nuevos males cuya responsabilidad corresponde al régimen
imperante.
Involución democrática, colapso
administrativo, aislamiento internacional, dependencia
importadora, auge criminal, intolerancia política,
decaimiento productivo, inflación descontrolada y
estancamiento social, son algunos de los aspectos
fundamentales que no formaron parte de las 7 horas largas de
la "memoria y cuenta".
Al menos no de la referida
intervención presidencial, porque no dejaron ni dejan de
estar presentes en el día a día del conjunto de los
venezolanos.