En medio de la más ruidosa retórica
oficial en supuesta defensa de la soberanía venezolana, los
españoles legislan, los cubanos gobiernan, los del Alba
aprovechan y los rusos cobran.
Por ello, en vísperas de comenzar las
conmemoraciones por el Bicentenario de la Independencia, la
República tiene su soberanía vuelta un trapo de agujeros, o
más bien una mortaja. Y es que el régimen de Chávez tiene
tan pero tan endeudada a Venezuela, que casi lo único que le
falta por hipotecar es el sarcófago de El Libertador en el
Panteón Nacional.
Gran parte del patrimonio nacional,
incluyendo los yacimientos petroleros de la Faja del Orinoco
ya fueron enajenados a cambio de más deuda para pagar las
cuentas políticas.
Algo tan elemental como la formación
de las leyes se encuentra bajo el control de juristas
extranjeros, en especial españoles, que son los que
redactan los proyectos de Ley que la Asamblea Nacional se
limita a tramitar. Por eso los "parlamentarios" rojillos a
veces ni conocen los documentos legales que supuestamente
elaboran.
Caso de la Ley de Educación que en
la hora undécima aterrizó desde Miraflores en la Comisión
respectiva de lo queda del "poder legislativo". Si hasta los
togados de la madre patria se dan el lujo de enseñarles a
los jueces criollos los principios socialistas sobre la
administración de la justicia venezolana. Como si no hubiera
ocurrido el 19 de abril de 1810...
¿Y los cubanos? Bueno, esos tienen
en sus manos el gobierno del Estado central, desde la
policía política y la identificación ciudadana, hasta los
servicios de salud y la propaganda gobiernera, pasando por
la supervisión militar, la gestión de los puertos y las
importaciones de alimentos que paga el fisco.
Nada hay que escape a la
intromisión castrista, y cuando el propio Chávez se queja
del desbarajuste que le arman sus ministros, suele
desahogarse diciendo que tendrá que llamar a Fidel para que
le ayude con el desastre. Que así será, que los cubanos
fidelistas que han vuelto leña a su noble patria, son unos
gerentes de primera en comparación con la montonera de
boinacolorá.
Mientras tanto, los socios del Alba se
siguen beneficiando de los recursos, bienes y servicios que
el Gobierno venezolano les regatea a sus ciudadanos. Así
entendida, la cooperación se transmuta en succión
parasitaria de los hermanos Castro Ruz, de Ortega, Evo y
Correa, y ya Zelaya no cuenta por razones obvias. Aunque
sigue cobrando.
Al igual que cobran los vendedores
de armas rusos, los mercaderes iraníes que son capaces de
engatusar a cualquiera, los aliados de la Farc, los
traficantes de toda índole que encuentran en Venezuela un
santuario para sus lavanderías y, en fin, los empresarios
foráneos que le prenden velas al mandón miraflorino para que
siga acabando con la producción venezolana y siga
importándoles desde la "a" de la arepa hasta la "zeta" del
zapato.
Y como guinda de la torta soberana
tenemos lo siguiente: hasta que el señor Chávez le ofreciera
a los rusos la posibilidad de instalar bases o apostaderos
militares en nuestro territorio, ningún gobernante de
Venezuela había permitido o siquiera sugerido tal opción con
respecto a potencia extranjera alguna.
Durante la Segunda Guerra Mundial,
el gobierno de Medina Angarita declinó las peticiones
correspondientes de Estados Unidos, y eso que nuestro país
era un firme aliado en la lucha contra los nazis. Ahora, el
mandón no ha ocultado su interés en hospedar a los rusos en
La Guaira o Palo Negro, para sorpresa y sorna de los hijos
de Putin.
Ironía sangrienta que la llamada
revolución bolivarista le quiera rendir tributo al
Bicentenario de nuestra soberanía, enterrándola con todo y
sus atributos en el foso del entreguismo.