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La guerra sicológica
por Fernando Luis Egaña
domingo, 8 marzo 2009


No descansa la revolución bolivarista en la guerra que libra en contra del sosiego del conjunto de los venezolanos. Porque a sus partidarios los trata de agitar y exaltar para ver si se mantiene ese "frenesí" del que se nutre el poder "revolucionario. Y a sus adversarios los bombardea con andanadas declarativas y fácticas que buscan crear incertidumbre, angustia, frustración y, finalmente, entrega o sumisión.

De allí que la pregunta de rigor que se hace gran parte de quienes viven en Venezuela sea: ¿y qué va a pasar? Es decir, ¿qué va a pasar con mi familia, con mis cosas, conmigo, con el futuro? Llevamos largo tiempo en el mismo plan, y esas interrogantes elementales lejos de resolverse se hacen cada vez más intensas. Y claro, el próximo estadio anímico es la angustia profunda que envuelve la vida cotidiana.

Y de la angustia a la frustración suele haber un paso precario. Trabajada la duda y promovida la mortificación, el bombardeo pretende crear una sensación de aplastamiento e impotencia que, finalmente, daría lugar al objetivo final: la rendición de la inconformidad o el tirar la toalla con tal de que me dejen en paz. En pocas palabras, la aceptación de la aspirada "irreversibilidad" de la revolución bolivarista, y que todos se refugien en una suerte de existencia acomodaticia con mínimas expectativas.

En realidad se trata del a-b-c de la guerra sicológica que suelen poner en práctica los regímenes de factura totalitaria y también hegemónica, sean de izquierda o derecha. Entiendo que entre nosotros no faltan los agentes del G-2 cubano que tienen una dilatada experiencia en estas artes de la intimidación represiva. Cerca de 40 mil cubanos hay en el país, según estimaciones respetables, y al menos una fracción está integrada por especialistas en corroer la voluntad social.

En el camino de adelantar sus propósitos, el oficialismo ha recorrido un trecho espacioso. De hecho, ahora están enfilados en una ofensiva para continuar criminalizando al sector privado y culparle de la monumental crisis económica y fiscal --agravada que no creada por la caída de los precios petroleros. ¡Ni siquiera se salvan las areperas al detal!... Pero, ¿lograrán salirse con la suya? Esto es, ¿lograrán doblegar la voluntad de por lo menos una amplia mitad de los venezolanos?

La historia y la sociología no parecen favorecer las pretensiones del Miraflores rojillo, porque es difícil encontrar en América Latina a un pueblo más cimarrón que el nuestro. Las protestas laborales cunden por todas partes y se aprecia una creciente insatisfacción popular que, al menos por ahora, no cuenta con una canalización de orden propiamente político. Y es que desde finales de los años 80, en Venezuela se ha fortalecido la denominada "cultura de la protesta", que ni la demagogia más delirante de este régimen ha conseguido contener.

Al fin y al cabo, hace ya cerca de 150 años que el autocrático Guzmán Blanco nos comparó con un cuero seco, que lo pisas por un lado y se levanta por el otro... Por eso, el que más de 5 millones de electores hayan tenido el coraje de votar contra el poder el pasado 15-F no es cualquier cosa, mídase como se mida. En épocas pretéritas sufragar contra el gobierno establecido no sólo no implicaba riesgo alguno, sino que se llegó a convertir en característica dominante del patrón electoral. En el presente, es un genuino acto de valentía que habla por sí mismo del tesón de los venezolanos.

Ahora bien, el señor Chávez tampoco amainará su embestida y, más aún, intentará convertir el agravamiento de la crisis económica nacional en un acicate para intensificar la polarización en sus propios términos. Todo un desafío de marca mayor para la dirigencia que aspira representar al país alternativo. La guerra sicológica es intrínseca al proyecto de dominación en marcha. Saberlo así, constatarla, denunciarla y combatirla ayuda a darle fuerza al pueblo cimarrón.
 

flegana@gmail.com

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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