Asaltar la Sinagoga, atacar la
Nunciatura, vandalizar la Alcaldía Mayor y reprimir a los
estudiantes, son hechos que hablan por sí mismos del clima
de violencia que promueve el poder para intimidar a los
venezolanos, en especial ahora que se aproxima la fecha
referendaria del 15-F.
En estos días el reconocido
politólogo Ángel Oropeza hizo una lúcida referencia a las
cuatro etapas de la guerra sicológica que consagran los
manuales del G-2 cubano: incertidumbre, angustia,
frustración y entrega... El propósito es evidente: crear una
atmósfera social de extrema zozobra que infunda temor,
conlleve parálisis y conduzca, en definitiva, a la sumisión.
Dicha estrategia de corte
totalitario no es nueva para las ejecutorias de la
"revolución bolivarista", pero la intensidad de sus
recientes tropelías le da la razón a Fausto Masó cuando
escribe sobre el comienzo de una fase distinta y más radical
del régimen imperante. Las evidencias indicarían que el
proyecto de dominación en marcha busca acelerar el
enjaulamiento nacional que viene adelantando casi desde su
arribo miraflorino, hace ya 10 largos años.
La imposición de la reelección
perpetua a través de mecanismos electorales donde el
avasallamiento oficialista constituye la marca esencial, es
un requisito para que el señor Chávez se "empodere" aún más
y tenga a su disposición un horizonte ilimitado en el
ejercicio de su voluntad discrecional. De allí la necesidad
gubernativa de apelar a la violencia intimidatoria para
tratar de asegurarse un triunfo comicial.
Por eso el chantaje matonero está
en su apogeo: o yo o la guerra civil, o yo o la destrucción
de Venezuela... Y para demostrarlo no se ahorran desmanes en
función de amedrentar a la población. Y encima se aplican
las consabidas técnicas de propaganda goebbeliana --tropicalizadas
por el castrismo-- con el fin de presentar a las víctimas
como victimarios.
Quién tuviere dudas sobre la
naturaleza fascistoide de la denominada revolución, debería
resolverlas ante el cúmulo de realidades que bombardean la
existencia de los venezolanos. Mañana, tarde y noche se
suceden las noticias sobre acciones violentas --oficiales y
oficiosas-- en contra de críticos, opositores o disidentes,
sean de sectores políticos, informativos, estudiantiles,
laborales, empresariales o religiosos.
El asalto a la Sinagoga de
Maripérez, en medio de una retórica que equivale al señor
Chávez con los voceros más extremistas del fundamentalismo
antisemita, es un hecho que se enmarca dentro de esa
escalada violentista. Acusar de ello a la oposición
política, demonizada como oligarca en el discurso del
mandatario rojillo, es típico de cinismo de los déspotas.
Y se trata de una agresión entre
muchas otras que se instigan y amparan desde la cúpula
"revolucionaria": a la Nunciatura Apostólica o la embajada
del Papa en el país, le han lanzado bombas en 8 ocasiones...
¿A dónde quiere llegar la revolución bolivarista con el
despliegue de su violencia?
No es difícil de precisarlo porque
se lo pasan proclamándolo: buscan la rendición de los
venezolanos para que la satrapía se perpetúe. Pero se
equivocan porque no lo van a conseguir, ni siquiera por las
malas o las peores.