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Sinagoga y Nunciatura
por Fernando Luis Egaña
viernes, 6 febrero 2009


    Asaltar la Sinagoga, atacar la Nunciatura, vandalizar la Alcaldía Mayor y reprimir a los estudiantes, son hechos que hablan por sí mismos del clima de violencia que promueve el poder para intimidar a los venezolanos, en especial ahora que se aproxima la fecha referendaria del 15-F.

 

      En estos días el reconocido politólogo Ángel Oropeza hizo una lúcida referencia a las cuatro etapas de la guerra sicológica que consagran los manuales del G-2 cubano: incertidumbre, angustia, frustración y entrega... El propósito es evidente: crear una atmósfera social de extrema zozobra que infunda temor, conlleve parálisis y conduzca, en definitiva, a la sumisión.

 

      Dicha estrategia de corte totalitario no es nueva para las ejecutorias de la "revolución bolivarista", pero la intensidad de sus recientes tropelías le da la razón a Fausto Masó cuando escribe sobre el comienzo de una fase distinta y más radical del régimen imperante. Las evidencias indicarían que el proyecto de dominación en marcha busca acelerar el enjaulamiento nacional que viene adelantando casi desde su arribo miraflorino, hace ya 10 largos años.

 

      La imposición de la reelección perpetua a través de mecanismos electorales donde el avasallamiento oficialista constituye la marca esencial, es un requisito para que el señor Chávez se "empodere" aún más y tenga a su disposición un horizonte ilimitado en el ejercicio de su voluntad discrecional. De allí la necesidad gubernativa de apelar a la violencia intimidatoria para tratar de asegurarse un triunfo comicial.

 

      Por eso el chantaje matonero está en su apogeo: o yo o la guerra civil, o yo o la destrucción de Venezuela... Y para demostrarlo no se ahorran desmanes en función de amedrentar a la población. Y encima se aplican las consabidas técnicas de propaganda goebbeliana --tropicalizadas por el castrismo-- con el fin de presentar a las víctimas como victimarios.

 

      Quién tuviere dudas sobre la naturaleza fascistoide de la denominada revolución, debería resolverlas ante el cúmulo de realidades que bombardean la existencia de los venezolanos. Mañana, tarde y noche se suceden las noticias sobre acciones violentas --oficiales y oficiosas-- en contra de críticos, opositores o disidentes, sean de sectores políticos, informativos, estudiantiles, laborales, empresariales o religiosos.

 

       El asalto a la Sinagoga de Maripérez, en medio de una retórica que equivale al señor Chávez con los voceros más extremistas del fundamentalismo antisemita, es un hecho que se enmarca dentro de esa escalada violentista. Acusar de ello a la oposición política, demonizada como oligarca en el discurso del mandatario rojillo, es típico de cinismo de los déspotas.

 

       Y se trata de una agresión entre muchas otras que se instigan y amparan desde la cúpula "revolucionaria": a la Nunciatura Apostólica o la embajada del Papa en el país, le han lanzado bombas en 8 ocasiones... ¿A dónde quiere llegar la revolución bolivarista con el despliegue de su violencia?

 

      No es difícil de precisarlo porque se lo pasan proclamándolo: buscan la rendición de los venezolanos para que la satrapía se perpetúe. Pero se equivocan porque no lo van a conseguir, ni siquiera por las malas o las peores.

flegana@gmail.com

 

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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