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La cátedra de las satrapías
por Fernando Luis Egaña
viernes, 20 junio 2008


A los sátrapas les encanta dictar cátedra. Y en especial sobre los supuestos activos de sus regímenes y los pasivos más comunes de sus críticos. Así por ejemplo Robert Mugabe, el dictador de Zimbabue, acaba de asistir a la asamblea de la FAO en Roma sobre la crisis alimentaria, donde conferenció acerca del a-b-c del angustioso problema y le echó la culpa, cuándo no, al imperialismo occidental, y no sólo al gringo sino también al británico.

Sí, el mismo Mugabe que lleva casi 30 años de mando continuo y omnímodo, y que ha vuelto a Zimbabue el país más pobre de África, que ya es mucho decir. Cuando llegó al poder en 1980, su país era llamado el "granero africano" y hoy en día la tasa de inflación supera el 150 mil por ciento al año. De allí que sus hambreados ciudadanos traten de huir como pueden hacia Sudáfrica y también a Zambia y Mozambique, que no son precisamente unos paraísos de prosperidad. Pero nada, Mugabe se da su bomba romana y tiene el tupé de discursear sobre lo que debe hacerse para solucionar la emergencia alimenticia del mundo entero.

¿Y qué decir de Fidel Castro? Todavía no pierde chance de pontificar sobre lo humano y lo divino como si fuera un apóstol del progreso planetario. Ahora desde los escritos que publica Granma denuncia a la Unión Europea, a Estados Unidos, al Japón, a los tigres asiáticos y a los gobiernos centristas de América Latina, y los acusa de todos los horrores habidos y por haber.

No le importa para nada que Cuba esté arruinada luego de medio siglo de tiranía castrista. Tampoco le concierne que el salario normal de un cubano apenas roce los 20 dólares al mes, o sea menos de un dólar diario que es el umbral debajo del cual la ONU considera que una persona vive en la miseria extrema. Para Fidel la Cuba que ha destruido es la maravilla del mundo, que a lo mejor llegará a ser cuando él pase a peor vida y el pueblo cubano logre liberarse del yugo que le esclaviza.

Que algo está haciendo, aunque tarde y mal, su hermano Raúl, quien por lo menos se ha dado cuenta que en plena revolución tecnológica no deba ser un crimen el que un ciudadano cubano tenga el derecho de adquirir una computadora personal o un teléfono celular.

¿Y el señor Mahmoud Ahmadinejad, el extremista que preside Irán? Hace poco fue a la Universidad de Columbia en Nueva York a hablar sobre los derechos humanos en el siglo XXI. ¡Sobre derechos humanos!, un gobernante que se jacta de que pronto hará desaparecer a una nación entera, la israelí, de la faz de la tierra, y que promueve ahorcamientos al por mayor en plazas públicas por "delitos tan siniestros" como el romance extramatrimonial.

En ese mismo sentido, habrá que recordar las letanías nacionalistas del panameño Manuel Antonio Noriega, quien con machete en mano y delante del micrófono, se daba golpes de pecho sobre su presunto patriotismo, sin hacer mención, claro está, a sus antiguas vinculaciones con la CIA y a sus contubernios operativos con los carteles de la droga colombiana.

Y desde luego no podía faltar el señor Chávez. La más reciente "cátedra" la dictó a los empresarios en el muy venido a menos Hotel Alba Caracas. En cadena repitió su bla, bla, bla sobre las perfidias del capitalismo y las bondades del socialismo bolivarista. Incluso apeló a uno que otro párrafo de un libro de John Kenneth Galbraith para tratar se sustentar sus palabrerías. Al sabio canadiense le volvería a dar una apoplejía mortal si resucitara y observara a Chávez presentándolo como un mentor.

Un mandamás que en una década se las arregló para desbaratar la economía productiva de Venezuela, convirtiéndola en un Maicao económico que más o menos se parapetea porque el petróleo mundial anda por las alturas siderales de 140 dólares el barril. Si nuestra cesta petrolera se cotizara en los alrededores de 30 dólares, que fue la valoración de "precio justo" acordada por la Opep en la cumbre presidencial de Caracas en el 2000, nuestro país terminaría de convertirse en una catástrofe humanitaria.

Lo más surrealista del asunto, es que la "cátedra económica-empresarial" del señor Chávez ha sido convertida en una campaña publicitaria por los canales oficiales, en la que se cantan loas a la inversión extranjera y al "relanzamiento productivo" en alianza del gobierno con el sector privado, y en los mismos días del despliegue de las cuñas, el TSJ acuerda que la estatización de las compañías cementeras es algo justo y necesario porque la producción de cemento es una "actividad estratégica" que sólo debe estar bajo el dominio del Estado.

Pero es que así son los satrapías, mientras más daño inflingen más ufanas son las cátedras.

flegana@movistar.net.ve

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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