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Sin unidad habrá reelección
por Fernando Luis Egaña
viernes, 18 julio 2008


Si el régimen de Chávez es todo lo anti-democrático que alegamos es, entonces la unidad de la oposición no es sólo un objetivo deseable sino un imperativo existencial. ¿Qué hubiera pasado si los opositores a la reforma continuista del 2-D no se hubieran unido en torno a votar "no"? Pues muy probablemente que el señor Chávez se habría salido con la suya y le hubiera clavado la reelección indefinida a la Constitución y al país.

De manera que si la unidad resultó ser la salvaguarda de lo que queda de democracia hace apenas 8 meses, con igual o más razón lo debe ser para la coyuntura del 23-N. El desafío de fondo, por ende, no es tanto mantener o recuperar tales o cuales gobernaciones o alcaldías, sino impedir que se cierre el círculo del proyecto de dominación que implica la revolución bolivarista.

Por ello no estamos ante una campaña electoral más o menos convencional, en la que los partidos y sus candidatos puedan darse el lujo de jugar a la política más o menos convencional de sacar el máximo provecho a sus naturales aspiraciones de poder. Esto no es ni mucho el "business as usual" de las justas comiciales en situación de relativa normalidad.

Muy al contrario, se trata de una contienda tan crucial como la referendaria, porque si la desunión opositora o una unidad chucuta le hiciera el favor a la estrategia oficialista, no debería caber duda alguna de que el Estado rojo-rojito redoblaría su ofensiva en contra de la sociedad democrática, comenzando por una nueva tentativa reeleccionista y siguiendo por los mismas rutas de la inhabilitación política, la concentración económica y la hegemonía social.

Hasta el presente la única barrera que ha impedido el completo despliegue de la vocación totalitaria de la llamada revolución, es, precisamente, esa cultura democrática de la nación venezolana que, a pesar de los pesares, estaba más arraigada de lo que parecía. La responsabilidad de la dirigencia política no-oficial, por tanto, es intentar representarla y conducirla de la manera más consistente posible.

Y consistente siempre significa que los hechos se compadezcan con las palabras. Si en verdad se cree en lo que se alega, con sobradas razones, sobre la naturaleza anti-democrática del régimen que impera en Venezuela, no hay otro camino concebible que Fuenteovejuna todos a una, o la unidad de todos los factores que luchan por superar la satrapía de boinacolorá.

Sería literalmente trágico que la falta unidad volviera al 2-D del 2007 en una "victoria pírrica", es decir un triunfo que a la postre resulta tan costoso que termina obrando en contra del vencedor. Porque una cosa debe reconocerse: los efectos del 2-D en gran medida han impulsado las opciones no-oficialistas del 23-N y por tanto la efervescencia de las aspiraciones.

De allí que la preocupación por los enredos candidaturales de diversos sectores de la oposición, no deba limitarse a las cuentas de suma y resta de potenciales gobernadores, alcaldes, diputados regionales y concejales metropolitanos. No es que eso sea lo de menos, es que lo de más está en corroborar con acciones la necesidad nacional de derrotar la hegemonía para reconstruir al país, ¿y cómo puede lograrse eso si la discordia llegara a imponerse hasta para seleccionar el método para seleccionar a los candidatos para una gobernación o una alcaldía?

El tiempo apremia y la exigencia social por la unidad, también. Al fin y al cabo sin la reclamada unidad, el señor Chávez no perderá la oportunidad de imponer su afán para una tercera reelección y más allá.
 

flegana@movistar.net.ve

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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