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Un faraco en Miraflores
por Fernando Luis Egaña
viernes, 18 enero 2008


Los jerarcas de las FARC deben estar alucinados con las ironías de la historia. Después de más de 40 años de violencia subversiva y sangrienta por fin llegaron a la cima del poder. Pero no en la bogotana Casa de Nariño sino en el caraqueño Palacio de Miraflores.

Como se nota que Fidel Castro esta gagá, diga lo que diga su buen amigo el presidente Lula, porque si estuviera claro de la testa no habría permitido el desbarranque público de su discípulo con las FARC. Ahora sólo falta que el señor Chávez le termine de declarar la guerra al señor Uribe y firme un tratado de defensa y asistencia recíproca con el señor Marulanda, o con su fantasma.

Y es que proclamar desde la tribuna de la Asamblea Nacional de Venezuela, y luego reiterar desde dónde sea, que las FARC no son un grupo terrorista sino un ejercito insurgente que tiene un proyecto político bolivariano y respetable, equivale a colocarse de espaldas a la más elemental y comprobable realidad.

Quién lo dude, puede preguntar por las decenas de secuestrados venezolanos en manos de esa narcoguerrilla, más de 70 según los gremios agropecuarios, y por los numerosos efectivos de las FAN que han sido asesinados por las huestes del mono Jojoy y otros jefes guerrilleros, incluso en tiempos recientes. Sin ir muy lejos, el re-puesto ministro de Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín tiene amplia experiencia al respecto, dentro y fuera de funciones gubernativas.

Uno de los casos más brutales, cómo olvidarlo, fue la masacre de Cararabo en 1995 a manos del ELN. Y en setiembre del 2004, en la zona fronteriza del Apure, 6 efectivos de la Guardia Nacional y una ingeniera de Pdvsa fueron ultimados por una "patrulla" de las FARC.

La más atinada respuesta a la proclama del mandamás rojo-rojito provino de Lima y en boca del Cardenal peruano, monseñor Juan Luis Cipriani: "Cómo podemos decir que es un planteamiento político el encadenar a la gente como animales, el mentir, secuestrar, matar y separar a los seres queridos". No extraña, por tanto, que la escritora colombiana Laura Restrepo hable del auto-gol presidencial. Medio mundo la acompaña en esa apreciación.

Pero nada, al señor Chávez parece no importarle las sangrientas ejecutorias de las FARC, tanto en Colombia como en Venezuela, y en cambio se embala en la desquiciada aventura de buscarles reconocimiento mundial, sobre todo en América Latina y Europa, como si fueran unos rebeldes justicieros de la opresión cachaca.

Porque un tema es la ayuda que se pueda prestar a la confección de un proceso de negociación para lograr una paz duradera que deje atrás la práctica constante de violaciones atroces de los derechos humanos, y otro muy distinto es la activa y parcializada injerencia para legitimar una pretendido estatus político-diplomático a quienes perpetran esas atrocidades, con un desprecio olímpico por el derecho internacional humanitario y por las ofertas de pacificación presentadas por las autoridades del Estado correspondiente. ¿O acaso que fue el despejado Caguan en tiempos de Andrés Pastrana?

Por cierto que las FARC no son una organización vertical y centralizada, sino una colección de bloques, frentes o bandas que operan bajo el emblema FARC-EP, a cuyo mando máximo está, supuestamente, el legendario Tirofijo, de quien no se tienen "pruebas de vida" recientes, ni siquiera con ocasión del último y publicitado viaje selvático de la senadora Piedad Córdoba, de hecho la verdadera "canciller" de la República Bolivariana.

Ello hace todavía más absurda la "petición" del señor Chávez, y en parte explica por qué ha sido imposible que las FARC puedan acordar nada creíble con alguna contraparte de buena fe. Ningún otro gobierno de la región, con la única excepción del comandado por Daniel Ortega, se ha sumado a la campaña del régimen venezolano. El silencio del taimado Raúl Castro, por ejemplo, es un signo elocuente de la curtida diplomacia cubana.

El responsable de asuntos internacionales del partido Un Nuevo Tiempo, Timoteo Zambrano, teme que se abra una oficina de las FARC en nuestro país. En realidad, ese despacho ya está abierto y funcionando a todo motor en la vieja casona de Misia Jacinta. Lo regenta el propio Presidente de la República, ahora convertido en portavoz oficial y embajador emérito de uno de los ensambles terroristas más violentos del Continente.

Se entiende la inquietud de Zambrano en el sentido de que se formalice la apertura de una embajada por la calle del medio. Ya la Asamblea Nacional ha dado un paso significativo con el acuerdo que reconoce el carácter de institución política a las FARC.

¿A dónde nos llevará semejante insania? ¿El señor Chávez instigará un conflicto armado con el gobierno colombiano para tratar de opacar el desmadre de su gobernanza venezolana? ¿Será capaz de escalar la retórica declarativa a acciones concretas de índole material?

La triste verdad, es que cualquier cosa es posible en las enajenadas entendederas del jefe único de la "revolución bolivarista", crispadas por la decadencia de su proyecto de dominación. Después del 2-D, como advierten algunos de sus interesados colaboradores, el proponente de la fallida reforma ha perdido la quilla y no parece encontrarla por ningún rincón.

Abrazarse a las FARC, y de ñapa al ELN, como si se tratara de una tabla de salvación para no ahogarse en el descrédito doméstico, es un error tectónico que le está pasando una factura de marca mayor. En especial dentro de las filas castrenses para quienes la narcoguerrilla aunque la vistan de seda, narcoguerrilla se queda.

Debe recordarse que desde finales de agosto y comienzos de setiembre de 2007, cuando el señor Chávez se dedicó a desempeñar el papel de "pacificador" de Colombia, más de 5 mil venezolanos han perdido la vida por causa del hampa desenfrenada.

Los faracos, elenos y paracos han crucificado la vida colombiana desde hace muchos años. No puede justificarse, entonces, que el presidente de Venezuela quiera hacer las veces de un faraco en Miraflores.
 

flegana@movistar.net.ve

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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