Siempre
ha dicho Rafael Poleo que en nuestro país no es que haya
buenos o malos gobiernos sino gobiernos con altos o bajos
precios del petróleo. Una máxima que desde luego es relativa
y discutible pero que ayuda bastante a explicar diversas
realidades. Lamentablemente, el "desgobierno" de Chávez está
probando que aún con los precios más elevados de toda
nuestra trayectoria petrolera, la calidad gubernativa dista
mucho pero mucho de estar aparejada con lo que significa el
inmenso caudal de petrodólares.
En Venezuela
cualquier gobierno módicamente razonable haría una obra
afirmativa con el petróleo en 100 dólares. Pero las
evidencias confirman que eso es mucho pedirle a la satrapía
bolivarista.
A la
vuelta del siglo XXI, en el año 2000, el precio promedio de
la cesta petrolera venezolana fue de 26 dólares, lo que ya
representaba un aumento muy significativo con respecto a
los 15 dólares que promedió durante la década anterior, y
además un incremento de 160% en relación a los 10 dólares
que llegó a valer en el año terrible de la crisis asiática,
rusa y latinoamericana de 1998.
Con el
petróleo en 26 dólares el horizonte parecía abierto para el
aún naciente gobierno del presidente Chávez. Al fin y al
cabo, en el quinquenio precedente de Rafael Caldera el
promedio anual más alto fue de 18 dólares en 1996, y de sólo
14 en el conjunto del período. Cuando los intentos de
golpes de Estado contra Carlos Andrés Pérez en 1992, ese
precio anual no llegó a los 15 dólares. Y en el tiempo en
que gobernó Ramón J. Velásquez en 1993, el precio apenas
pasó de 13 dólares.
La
presidencia del señor Chávez ha contado con la suerte de
coincidir con la tercera gran bonanza de los precios
internacionales, siendo que la primera ocurrió durante el
primer gobierno de CAP y la segunda en el gobierno de Luis
Herrera Campíns. Pero incluso ha sido una bonanza más
duradera y más firmemente sustentada en el empuje del
capitalismo mundial. Hasta Caldera I, y desde que comenzó la
explotación industrial de nuestro petróleo en los albores
del siglo anterior, ese precio acaso llegó a superar los 3
dólares el barril.
Si en
el 2000 alguien hubiera vaticinado que unos pocos años
después el petróleo venezolano se vendería en 100 dólares, y
que llegaría a ese récord no de sopetón sino luego de haber
aumentado su valor de 26 dólares en el 2000 a 46 el 2005, y
a 66 en el 2007 y a más de 100 en mayo del 2008, ese
vaticinio habría hecho pensar que las posibilidades de
desarrollo del país se abrirían de par en par, como nunca
antes en la historia nacional.
Trágicamente para los venezolanos de hoy y para la próxima
generación, ello no sólo no ha sido así sino que muy por el
contrario lo que se ha conseguido es una mezcla de
estancamiento con retroceso y algunos magros avances que,
vistos en la perspectiva de estas coordenadas petroleras,
más bien ni se notan.
Con el
petróleo en 100 dólares, la deuda pública se ha
multiplicado, la inflación está donde mismo estaba hace 10
años, la producción nacional retrocede a niveles de hace 2 y
3 decenios, la inversión foránea prácticamente ha
desaparecido, la infraestructura nacional se ha deteriorado,
las epidemias han rebrotado, los niveles de desempleo y
pobreza apenas han mejorado --y ello según las remozadas
estadísticas del INE, y el principal capital de la nación
venezolana, que son sus jóvenes profesionales, se
resquebraja porque éstos piensan que la Venezuela del
presente no les facilita el futuro.
Claro
que las botijas fiscales, buchonas como nunca, alcanzan para
el reparto político, clientelar, y socialmente dirigido a
sustentar una base de dependencia y apoyo, que no de otra
cosa se trata la "revolución bolivarista". Hay que ver lo
que se podría hacer en Venezuela con 100 dólares el barril.
Por eso, es en el tribunal de las oportunidades históricas
malbaratas donde la satrapía no podrá evadir la condena.
Sin
embargo y a pesar de los pesares, debe expresarse que la
posibilidad de superar el presente régimen y de iniciar una
etapa de reconstrucción nacional tendría un soporte de no
poca monta en la variable del boom petrolero. Una
oportunidad que, como otras veces, no debería
desaprovecharse.
flegana@movistar.net.ve
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |