No
es difícil de desentrañar la razón principal de los
sucesivos fracasos de la "revolución bolivariana" en tratar
de organizar un partido político con todos los hierros,
incluyendo estos últimos esfuerzos con relación al PSUV. Y
es que el señor Chávez no admite "dirección colectiva" y sin
ésta no es posible crear y desarrollar un partido político
institucional, vale decir, que tenga vida propia y
sustantiva más allá de la exclusiva voluntad del caudillo
fundador o rector.
Y para que haya una dirección colectiva es indispensable que
el núcleo coordinador del pretendido partido esté integrado
por figuras de peso propio, respecto de las cuales el líder
máximo sea un primero entre pares y no un mandamás de
decisión imperativa cuyas opiniones funcionen como órdenes
sin posibilidad de deliberación.
Así por ejemplo, en 1941 Rómulo Betancourt fundó a AD junto
a Rómulo Gallegos, Raúl Leoni, Andrés Eloy Blanco, Luis
Beltrán Prieto Figueroa, Valmore Rodríguez y Juan Pablo
Pérez Alfonzo, entre otros. Y en 1946 Rafael Caldera fundó a
Copei junto a Pedro Del Corral, Lorenzo Fernández, José
Antonio Pérez Díaz, Víctor Giménez Landínez, Luis Herrera
Campíns y Nectario Andrade Labarca, entre otros.
Se entiende, por tanto, que ambos partidos tuvieran el
"capital dirigencial" con qué cimentar su vocación de
instituciones perdurables, que lo fueron durante varias
décadas aunque su respectiva vigencia política haya
terminado por declinar.
Pero ese no es el caso del PSUV, ni puede serlo porque el
señor Chávez sólo admite en su entorno a subalternos que no
tienen la cualidad de discutirle ni siquiera sus ocurrencias
más enajenadas. Obedientes subordinados que tiemblan de
pánico cuando el gran jefe les dirige la palabra en público.
¿O es que Diosdado Cabello o Jorge Rodríguez no encajan en
esa descripción, amen de los recién elegidos de la directiva
nacional?
Alguna vez le escuché decir a Luis Miquilena que Chávez era
un presidente que despreciaba a las instituciones. El
veterano político se refería a las institucionalidad del
Estado, pero lo mismo vale para la existencia de una
institución de naturaleza partidista. No es casual, por
tanto, que toda la seguidilla de iniciativas previas, como
el MBR-200, MVR, Polo Patriótico, Círculos Bolivarianos,
Comandos Maisantas, etcétera, hayan tenido una duración
limitada y además determinada por la utilidad transitoria a
los fines de poder personal del caudillo en jefe.
Además cualquier partido en formación requiere de una
identidad ideológica que aglutine a sus principales
partidarios en un sentido trascendente. Una colección de
consignas tipo "socialismo de siglo XXI" no es suficiente
para nutrir ideológicamente a un movimiento político, lo
que, a la postre, refuerza el carácter personalista de la
estructura y también su fragilidad a mediano y largo plazo.
De allí que un partido longevo como el PCV hubiera declinado
la "invitación" a disolverse e incorporar sus remanentes al
PSUV. Hasta los directivos del PPT se dieron cuenta de la
arriesgada apuesta y prefirieron conservar sus siglas que,
aunque de escasa importancia, por lo menos son propias.
Ahora bien, a falta de un partido orgánico que envuelva a
todo el variopinto mundo del oficialismo rojo-rojito, la
pulsión hacia la anarquía operativa y el característico
"todos contra todos" de la política rudimentaria, se pueden
volver el pan nuestro de cada día. Al fin y al cabo, el
único denominador común entre, por ejemplo, José Vielma Mora
y Lina Ron, o entre Francisco Ameliach y Cilia Flores, es el
reconocimiento del liderazgo supremo del señor Chávez, pero
aparte de ese vínculo central no hay ni ideología ni ética
ni patriotismo que les unifique en una misma entidad
partidista.
Si además ese hegemón que significa el poder personal del
señor Chávez se encuentra en franco proceso de
debilitamiento, tanto porque se quedó sin la ansiada
reelección luego del 2-D del 2007, como por la acumulación
de graves problemas gubernativos que le quebrantan su base
de apoyo popular, entonces las tendencias desintegradoras no
tardan mucho en presentarse, y eso es lo que está ocurriendo
en la actualidad.
Llama la atención, en ese sentido, que de los 5 millones de
militantes supuestamente registrados en el PSUV, apenas una
fracción haya participado en las votaciones internas para
designar el cuerpo directivo. Por otra parte, todo el
temario de que si se impuso la corriente civil a la militar,
o de que si las figuras televisivas como Aristóbulo Isturiz,
Mario Silva o Vanessa Davis obtuvieron más votos que figuras
gubernativas como Cabello o Jesse Chacón, son en realidad
asuntos accesorios porque la cuestión principal es que el
PSUV es prácticamente una propiedad privada, que nada de
social o colectiva, del señor Chávez con todos los atributos
correspondientes de uso, goce, disfrute y disposición.
En esas condiciones esenciales, el PSUV es una misión
imposible de llevar a cabo, en cuanto partido político de
naturaleza amplia y sustentable.
flegana@movistar.net.ve
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |