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La misión imposible del PSUV
por Fernando Luis Egaña
domingo, 16 marzo 2008


No es difícil de desentrañar la razón principal de los sucesivos fracasos de la "revolución bolivariana" en tratar de organizar un partido político con todos los hierros, incluyendo estos últimos esfuerzos con relación al PSUV. Y es que el señor Chávez no admite "dirección colectiva" y sin ésta no es posible crear y desarrollar un partido político institucional, vale decir, que tenga vida propia y sustantiva más allá de la exclusiva voluntad del caudillo fundador o rector.

Y para que haya una dirección colectiva es indispensable que el núcleo coordinador del pretendido partido esté integrado por figuras de peso propio, respecto de las cuales el líder máximo sea un primero entre pares y no un mandamás de decisión imperativa cuyas opiniones funcionen como órdenes sin posibilidad de deliberación.

Así por ejemplo, en 1941 Rómulo Betancourt fundó a AD junto a Rómulo Gallegos, Raúl Leoni, Andrés Eloy Blanco, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Valmore Rodríguez y Juan Pablo Pérez Alfonzo, entre otros. Y en 1946 Rafael Caldera fundó a Copei junto a Pedro Del Corral, Lorenzo Fernández, José Antonio Pérez Díaz, Víctor Giménez Landínez, Luis Herrera Campíns y Nectario Andrade Labarca, entre otros.

Se entiende, por tanto, que ambos partidos tuvieran el "capital dirigencial" con qué cimentar su vocación de instituciones perdurables, que lo fueron durante varias décadas aunque su respectiva vigencia política haya terminado por declinar.

Pero ese no es el caso del PSUV, ni puede serlo porque el señor Chávez sólo admite en su entorno a subalternos que no tienen la cualidad de discutirle ni siquiera sus ocurrencias más enajenadas. Obedientes subordinados que tiemblan de pánico cuando el gran jefe les dirige la palabra en público. ¿O es que Diosdado Cabello o Jorge Rodríguez no encajan en esa descripción, amen de los recién elegidos de la directiva nacional?

Alguna vez le escuché decir a Luis Miquilena que Chávez era un presidente que despreciaba a las instituciones. El veterano político se refería a las institucionalidad del Estado, pero lo mismo vale para la existencia de una institución de naturaleza partidista. No es casual, por tanto, que toda la seguidilla de iniciativas previas, como el MBR-200, MVR, Polo Patriótico, Círculos Bolivarianos, Comandos Maisantas, etcétera, hayan tenido una duración limitada y además determinada por la utilidad transitoria a los fines de poder personal del caudillo en jefe.

Además cualquier partido en formación requiere de una identidad ideológica que aglutine a sus principales partidarios en un sentido trascendente. Una colección de consignas tipo "socialismo de siglo XXI" no es suficiente para nutrir ideológicamente a un movimiento político, lo que, a la postre, refuerza el carácter personalista de la estructura y también su fragilidad a mediano y largo plazo.

De allí que un partido longevo como el PCV hubiera declinado la "invitación" a disolverse e incorporar sus remanentes al PSUV. Hasta los directivos del PPT se dieron cuenta de la arriesgada apuesta y prefirieron conservar sus siglas que, aunque de escasa importancia, por lo menos son propias.

Ahora bien, a falta de un partido orgánico que envuelva a todo el variopinto mundo del oficialismo rojo-rojito, la pulsión hacia la anarquía operativa y el característico "todos contra todos" de la política rudimentaria, se pueden volver el pan nuestro de cada día. Al fin y al cabo, el único denominador común entre, por ejemplo, José Vielma Mora y Lina Ron, o entre Francisco Ameliach y Cilia Flores, es el reconocimiento del liderazgo supremo del señor Chávez, pero aparte de ese vínculo central no hay ni ideología ni ética ni patriotismo que les unifique en una misma entidad partidista.

Si además ese hegemón que significa el poder personal del señor Chávez se encuentra en franco proceso de debilitamiento, tanto porque se quedó sin la ansiada reelección luego del 2-D del 2007, como por la acumulación de graves problemas gubernativos que le quebrantan su base de apoyo popular, entonces las tendencias desintegradoras no tardan mucho en presentarse, y eso es lo que está ocurriendo en la actualidad.

Llama la atención, en ese sentido, que de los 5 millones de militantes supuestamente registrados en el PSUV, apenas una fracción haya participado en las votaciones internas para designar el cuerpo directivo. Por otra parte, todo el temario de que si se impuso la corriente civil a la militar, o de que si las figuras televisivas como Aristóbulo Isturiz, Mario Silva o Vanessa Davis obtuvieron más votos que figuras gubernativas como Cabello o Jesse Chacón, son en realidad asuntos accesorios porque la cuestión principal es que el PSUV es prácticamente una propiedad privada, que nada de social o colectiva, del señor Chávez con todos los atributos correspondientes de uso, goce, disfrute y disposición.

En esas condiciones esenciales, el PSUV es una misión imposible de llevar a cabo, en cuanto partido político de naturaleza amplia y sustentable.
 

flegana@movistar.net.ve

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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