La
Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, también
llamada "Ley Resorte" o "Ley de Contenidos" por sus
partidarios y "Ley Mordaza" por sus críticos, comenzó a
entrar en vigencia por etapas a partir de su publicación en
la Gaceta Oficial N° 38.081 del 8 de diciembre de 2004.
Recién había sido sancionada por la Asamblea Nacional
después de una batalla legislativa que no sólo dividió a los
parlamentarios en dos bloques enguerrillados sino que
polarizó a la opinión pública en una contienda sobre la
libertad informativa. Los oficialistas presentándola como un
bálsamo regenerador de la radio y televisión venezolana, y
los no-oficialistas expresando un abanico de dudas y
criticas acerca de las pretensiones políticas de la referida
Ley.
Desde entonces ha transcurrido suficiente tiempo --3 años y
medio-- para hacer un balance de su aplicación, y una
razonable manera de intentarlo es evaluando sus resultados
con base a los fines centrales que fueron invocados para su
aprobación. En otras palabras, hagamos el balance a través
de 3 preguntas esenciales. Vaya la primera.
¿La Ley de Contenidos ha mejorado la calidad cultural de los
medios radioeléctricos y en particular de la televisión? En
líneas generales la respuesta no parece ser alentadora, para
decir lo menos, tanto para los medios que regenta el Estado,
cuyo número se ha incrementado en atención a la política de
"hegemonía comunicacional", como para la oferta privada
nacional en sus distintas dimensiones.
En cuanto a los primeros, bastaría constatar su carácter
cada vez más propagandístico e incluso soez para concluir
que, lejos de avanzar, se ha retrocedido en la aspiración de
contar con un sistema de medios públicos de alto nivel,
representativos de la pluralidad social y con contenidos
pedagógicos de estimable alcance.
Si el programa bandera de la televisión estatal es "La
Hojilla", alabado como ejemplar por el presidente Chávez,
entonces no es difícil de calibrar hasta dónde ha
desmejorado el nivel televisivo del sector oficial. En
relación al privado, las estrictas regulaciones de la Ley en
materia de "protección de niños, niñas y adolescentes" (por
cierto que desaplicadas a muchas "emisiones oficiales") han
cumplido un cometido afirmativo, aunque todavía sea
incipiente la expansión de las propuestas educativas que la
Ley dispone.
¿Se ha logrado impulsar el desarrollo de los servicios de
radio y televisión nacionales? En un sentido sí, porque el
movimiento de los "productores independientes" ha sido
alentado en su financiamiento, la producción musical
venezolana ha encontrado mayores espacios de difusión en el
espectro radial, y los medios alternativos o "comunitarios"
se han multiplicado de la mano del Estado "revolucionario".
Pero en otro sentido no, ya que en estos años el ámbito de
comunicación de mayor crecimiento en Venezuela no
corresponde al ofrecido por la industria nacional, sino por
la internacional mediante la televisión por suscripción, sea
por cable o satelital. En pocas palabras, aumenta la
audiencia de la televisión foránea y disminuye la "hecha en
Venezuela". Ello tiene importantes implicaciones para la
vitalidad del área audiovisual y además puede explicarse,
precisamente, por la búsqueda de alternativas frente al
control o encadenamiento gubernativo de la pantalla.
Una reciente encuesta sobre el particular señala que por vez
primera la opción "canal extranjero" ocupa el segundo lugar
entre las preferencias del público nacional.
¿Se ha desarrollado el derecho constitucional a la
información oportuna, veraz, imparcial y sin censura? El
cierre de RCTV, la apertura discriminada e insistente de
procedimientos administrativos por parte de Conatel en
nombre del medio centenar de causales sancionatorias de la
Ley de Contenidos, las amenazas de revocatoria de concesión
por razones de discrepancias políticas o ideológicas, entre
otros elementos, configuran un panorama muy perjudicial para
los principios constitucionales de libertad de expresión.
De allí que la nueva autocensura haya venido desplazando la
vieja tradición de independencia y beligerancia mediática
con respecto al desempeño del poder público. Con notables
excepciones, es cierto, pero incluso a costa de la
supervivencia misma del medio de comunicación. Las
libertades informativas no han ganado sino perdido, y mucho,
durante el tiempo de vigencia de esta Ley.
En suma: para quien está de acuerdo con una regulación
progresista de la radio y la televisión y, desde luego, con
una administración institucional de la normativa, la Ley de
Contenidos, Resorte o Mordaza ha servido mucho más de
instrumento para el Estado hegemónico, que de activo para el
sector radioeléctrico y la comunidad nacional.
flegana@movistar.net.ve
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |