Nuestro Estado "revolucionario" anda en
una realidad distinta a la del conjunto del país y de buena
parte del mundo. Y es que los gobiernos de medio planeta
están convocando a la unidad nacional para poder enfrentar
los embates de la crisis económica global.
Desde el bipartidismo en Washington
hasta la concertación en Brasilia, pasando por los consensos
europeos y asiáticos, la línea de acción es la misma:
procurar acuerdos de amplitud para que diversos sectores
políticos, económicos y sociales se pongan de acuerdo en
programas de emergencia, ajuste y reforma estructural que
impidan el agravamiento de la recesión.
Pero en la Venezuela bolivarista no.
Al contrario. Mientras más se desploma el precio del
petróleo, más agresivo se vuelve el señor Chávez en contra
de todo lo que no sea su entorno de poder. Las constantes
cadenas de esta temporada navideña no tienen nada que ver
con los problemas reales y crecientes de la nación, sino con
la obsesión presidencial y patológica de atornillarse en la
silla.
El odio político que emana de
Miraflores ha rebrotado con fuerza después del 23-N, y en la
agenda oficial lo único que existe es la enmienda
continuista, al tiempo que la cotización de nuestra cesta
petrolera ya se ubica en menos de 40 dólares, casi 90 menos
que su pico histórico de 126 dólares, apenas 5 meses atrás.
Lo que ello significa no es difícil
de entender, si se mantienen los actuales niveles de precios
petroleros: en el 2009 tendremos dos tercios menos del
ingreso petrolero obtenido en el 2008. Saque usted las
cuentas, estimado lector.
Bush y Obama se reúnen, Rodríguez
Zapatero y Rajoy se encuentran, Lula y Cardoso se avienen,
la coalición democristiana y socialdemócrata de Merkel se
fortalece, Bachellet se abre a sus férreos opositores, otro
tanto intenta el mexicano Calderón, ¿y en Venezuela qué?
Pues nada, el señor Chávez se empeña
en encarcelar a figuras de la oposición, le niega el sal y
el agua a los nuevos gobernadores y alcaldes que no le sean
afines, amenaza con seguir cerrando medios de comunicación,
y todos los días se encadena para proclamar que quién manda
y debe seguir mandando a perpetuidad, es él.
En el discurso gubernativo no sólo
no existe el más mínimo atisbo de buscar entendimiento
alguno para hacerle frente a la catástrofe petrolera, sino
que la consecuente y gravísima situación fiscal, financiera,
productiva y social ni siquiera se menciona, a no ser por
esos ridículos estribillos de que "la revolución esta
blindada" o que "la economía venezolana es una de las más
sólidas del mundo"...
Hasta el BCV publica unos reportes
publicitarios diciendo que todo marcha viento en popa...
Pero, ¿hacia dónde? En verdad, no se necesita la sapiencia
del Dr. Maza Zavala para saberlo: si los precios petroleros
siguen como van, el futuro previsible sería de vacas
raquíticas que dejarían pálidos a los períodos de penurias
post-bonanza de otras épocas.
Porque ahora la deuda pública se ha
duplicado, el tamaño del Estado se ha triplicado, y la
dependencia económica del ingreso petrolero se ha
multiplicado hasta la enésima potencia. Y encima, gran parte
de los llamados recursos excedentarios de los últimos años
se han comprometido en un largo elenco de aventuras
extranjeras, como la deuda argentina y el subsidio cubano.
El país podría estar en la antesala
de una crisis de envergadura humanitaria, y el señor Chávez
y su nomenclatura continúan haciendo gala de una necia
arrogancia. Como si el ignorar la realidad la hiciera
desaparecer. Por ese camino, la avestruz de boinacolorá se
puede quedar sin tierrita hasta para esconder el cogote.