Las venideras elecciones del 23
de noviembre suponen una peligrosa novedad para el
oficialismo rojo-rojito: es la primera vez desde 1999 que
van a unos comicios sin la plena confianza de salir airosos.
Porque incluso para el 2-D del 2007 fueron seguros de que
triunfarían y por eso la sorpresa fue mayúscula. Pero es que
ahora tienen fundadas dudas sobre lo que pasará y eso
implica un camino tortuoso hacia el penúltimo domingo de
noviembre.
Ello ayuda a explicar la enésima alharaca de una
conspiración-magnicida, y sus sucedáneos como la denuncia
sobre un "octubre rojo" y la nueva ola de acosos
gubernativos y acusaciones a los medios. De cierta manera
puede tratarse de una pica en Flandes, por si acaso la
cuesta se hiciera demasiado empinada o insegura. ¿Llegarían
a sabotear las elecciones? Todo es posible en el reino de la
revolución bolivarista, y máxime si los numeritos llegaran a
ponerse muy ariscos, sobre todo en contiendas de gran
importancia política.
Para el señor Chávez las elecciones regionales y municipales
no importan mucho en sí mismas, y no podría ser de otra
forma para un gobernante que desprecia la descentralización
y todo lo que no sea concentración de poder personal. Ah,
pero la relevancia de esas elecciones radica en que si el
oficialismo saliese relativamente bien, entonces de
inmediato empezaría otra iniciativa de modificación
constitucional para permitir, siquiera, otra reelección
presidencial.
Pero si no fuese así y más bien la victoria se cantara en la
acera de enfrente, entonces la nueva tentativa
reeleccionista se vería seriamente afectada, y eso es lo que
le quita al sueño al mandón de Miraflores. En pocas
palabras, se trata de una contienda decisiva para determinar
el futuro político de la revolución bolivarista, ya que si
contribuye a encarecer el afán continuista, la consecuencia
directa será menos poder para Chávez y más alternativa para
el conjunto del país.
De allí que éste se haya colocado encima casi todo el peso
de la campaña electoral. Adán Chávez no tendría vida en
Barinas sin su hermano metido a fondo buscándole los votos,
y si acaso. Silva en Carabobo o Chacón en Petare dependen
exclusivamente del empujón de arriba. Y así por lo general,
con conocidas excepciones como Henri Falcón en Lara.
La gran mayoría de los 22 candidatos a gobernador y buena
parte de los más de 330 candidatos a alcaldes postulados por
el PSUV, concurren al 23-N sin las certezas de otros
tiempos. El mismo señor Chávez se nota angustiado por el
panorama, y quizá por ello sus recientes discursos son una
metralleta de amenazas no sólo para sus opositores sino
también para sus colaboradores, suerte de traidores
potenciales en sus muy desconfiadas entendederas.
Nada de esto significa, por otra parte, que las candidaturas
opositoras tengan el mandado hecho ni mucho menos. El
accidentado camino a la unidad hizo estragos en variados
ámbitos y todavía las escaramuzas no cesan en diversas
jurisdicciones. Así mismo, con todo y la creciente
percepción de crisis, sería un grave error subestimar la
capacidad de maniobra política y presupuestaria del Estado
rojito en función proselitista.
Para el oficialismo la democracia tiene un valor netamente
utilitario. Las elecciones son buenas si es para ganarlas,
si no se convierten en una molestia e incluso en un
obstáculo a derribar. Con anterioridad, eso no solía verse
tan claro porque había viento de cola --soplado por la
novedad y el petrodólar-- para sus causas y candidaturas.
Pero ahora, a la vuelta de 10 largos años en el poder, la
situación luce distinta.
flegana@movistar.net.ve
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |