Si
la violencia se apoderara de Bolivia, una responsabilidad
muy principal recaería en el intervencionismo descarado del
señor Chávez en los asuntos internos de ese conflictivo
país. Tanto criticar al imperialismo gringo para hacer gala
de un "sub-imperialismo" de corte notoriamente más agresivo
y dominador.
Mucha gente amiga se lo advirtió a Evo Morales y a la
dirección de su poderoso partido, el MAS, tan pronto como
ganaron las elecciones de diciembre de 2005: si dejan que
Chávez y Fidel se metan de cabeza en el nuevo gobierno,
entonces tarde o temprano las consecuencias serán funestas.
Dicho y hecho.
El presidente Morales no quiso o no pudo darse cuenta de ese
grave peligro, y ahora, dos años y medio después, su
proyecto político y su debilitado liderazgo se encuentran
hipotecados hasta los tequeteques al voluntarismo del adalid
de la "revolución bolivarista".
Lo que en términos prácticos significa que la compleja
crisis boliviana en vez de conducirse por las coordenadas
naturales de su endógena dinámica, se la quiera machetear
desde la llamada sala situacional de la Miraflores. No pocos
se preguntan en Bolivia, quién es el que manda sobre el
Gobierno Nacional, si el jefe de Estado elegido o su mentor
venezolano. La respuesta cada día se hace más obvia.
Y es que fue el señor Chávez quien empujó al señor Morales a
tratar de imponer "a la venezolana" el modelo Constituyente
para amarrar las instituciones del Estado y concentrar el
máximo de poder en el paceño Palacio Quemado. Incluso
llegaron a aprobar un proyecto de Constitución al margen de
las reglas de la Asamblea Constituyente.
Esa "nueva Constitución", por cierto, se parece bastante no
a la llamada "bolivariana" de 1999 sino a la "socialista"
que los electores de nuestro país derrotaron en las urnas el
pasado 2 de diciembre. Comenzando por la figura de la
reelección continua, verdadero santo y seña de ese proyecto
de dominación disfrazado de revolución redentora.
La reacción opositora ha sido combativa, sobre todo por
estar familiarizada con la infortunada experiencia
venezolana de 1999. La dupla Chávez-Morales ha conseguido
enajenar a densos sectores que tuvieron simpatías por el
cambio que supuso la victoria inicial de Evo y el MAS. Hoy
en día, la coalición de oposición va mucho más allá de
fronteras partidistas y se expresa en una mayoría social,
cada vez más beligerante.
Sin pretender desconocer otras influencias externas en el
agravamiento del conflicto boliviano, tanto de los gobiernos
de Estados Unidos y Brasil como de intereses económicos
internacionales, es claro que el proceso hacia las
autonomías departamentales, reavivado en estos años, es una
respuesta defensiva de esa mayoría ante el avasallamiento
político del gobierno central, impulsado con todo y chequera
desde Caracas.
Arrollador ha sido el triunfo del "sí" en el referendo
autonómico de Santa Cruz. Más de 80% a favor del estatuto.
Morales y Chávez lo pretenden descalificar alegando que hubo
cerca de 40% de abstención. Lo que no recuerdan es que en el
referendo para aprobar la Constitución venezolana de 1999,
la abstención superó el 57% y no se argumentó que por ello
fuera un fracaso.
Y ahora vendrían los referendos de Tarija, Beni y Pando, y
probablemente de Chuquisaca y Cochabamba. Impulsados por la
victoria cruceña y el creciente descontento popular ante lo
que ya se considera como una oportunidad histórica
frustrada.
Desde la cómoda distancia de la izquierda-caviar, a Bolivia
se la ve con la maniquea simpleza de pueblo indio contra
oligarquía blanca, y los infaltables aderezos ideológicos de
la propaganda anti-imperialista. No se logra percibir su
extraordinaria diversidad social, política y
geográfico-cultural, con toda su gama de matices y
complejidades.
Aplicarle la cartilla preescolar que Chávez tiene en la
cabeza equivale a activar una bomba de tiempo que, no por
nada, está a punto de estallar. El Cardenal de Bolivia,
monseñor Julio Terrazas, al momento de votar en la consulta
de Santa Cruz, declaró que el referendo "no puede ser un
factor de odio ni separación, sino de unidad del país".
Los bolivianos deberían entenderse entre sí y poner en su
lugar a los metiches del continente. Ojalá y no sea
demasiado tarde.
flegana@movistar.net.ve
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |