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La condená del 2007
por Fernando Luis Egaña
martes, 28 agosto 2007


Así como el propio señor Chávez llamó a la Constitución de 1961: "la moribunda", y así como después apodó a la Constitución de 1999: "la bicha", así también se podría denominar a la Constitución que saliese de la reforma en ciernes como "la condená".

La razón es trágicamente simple: esa Constitución reformada y entallada a las medidas y antojos de Chávez estaría sujeta a correr su misma suerte. Duraría tanto como éste logre mantenerse en el poder. No le sobreviviría más allá de su permanencia en Miraflores. Estaría condenada al nacer.

No es complicado imaginar porqué. De imponérsele al país, por las malas o las peores, la personalizada reforma de los 33 artículos --quizás ampliada por alguna "ñapa" de la Asamblea--, la Constitución de 1999 perdería de inmediato su alcance nacional para convertirse en una Constitución partisana y sectaria. En una Constitución de boina, franela y carnet de PSUV.

Una "Carta Fundamental" que fundamentalmente expresaría una sola y exclusiva manera de concebir la organización del Estado y las relaciones políticas, económicas y sociales de la nación venezolana.

Sólo el oficialismo, si acaso, se sentiría representado por ella y para el resto de la comunidad nacional su legitimidad tendría la consistencia de un papel toalé. En ese sentido se parecería a la Constitución perezjimenista de 1953, que a los efectos prácticos también se fue volando en la "Vaca Sagrada", o el avión presidencial, en la madrugada del 23 de Enero.

Ello no ha sido así con la vigente Constitución de 1999, porque a pesar de todos los pesares en cuanto a su entubado proceso de elaboración y en cuanto a su ampliación de los poderes presidenciales, esa "Carta Magna" no dejó de reconocer aquellos principios básicos del sistema democrático que son de común y compartida aceptación entre el conjunto de los venezolanos.

Tanto es así, que partidarios y sobre todo adversarios del régimen imperante la invocan y reivindican como propia. Desde el veterano Luis Miquilena hasta los jóvenes estudiantes de las protestas universitarias. Es decir, gran parte de la pluralidad venezolana la reconoce como la genuina y verdadera, incluso con las reservas del caso. En el mío, por cierto, enormes.

Imposible que ello se repitiese con una Constitución prêt-à-porter a la ambición de mando perpetuo, y además cubanoide en sustento y orientación ideológica. La "reformada" del 2007 ó 2008 sería una de las constituciones menos institucionales de las 26 que, al menos formalmente, ha tenido Venezuela desde el Acta de Independencia, hace 196 años.

Un auténtico retroceso, otro más, en la larga marcha de nuestro país por dotarse de instituciones generales que tengan el consenso necesario para trascender un régimen o un gobierno particular.

Y es que las satrapías, incluso las de cierta largura, no son aptas para crear instituciones duraderas. El tinglado en que se afinca el despotismo habilidoso suele desmoronarse a la par de la salida del jefe único. De hecho, la norma por excelencia del sátrapa es "lo que a mí me de la gana". Acaso su única virtud, por tanto, sea su desprecio institucional.

El señor Chávez está haciendo gala de su condición y talante con esta reforma constitucional que, hay que repertirlo, fue originalmente propuesta en la Asamblea Nacional a finales del año 2004 por su camarada Luis Velásquez Alvaray, otrora diputado y poderoso magistrado de la Sala Constitucional, y en la actualidad prófugo en receso o vacación forzada.

¿Cuanto tiempo aguantaría "la condená"? Muy difícil de predecirlo. Lo que no es complicado de advertir es que la llamada "revolución bolivariana" no alcanzaría a zafarse de esa pesada condena.
 

flegana@movistar.net

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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