Gracias
a la satrapía roja-rojita, buena parte de la información
técnica y estadística del Estado venezolano ha perdido tanta
pero tanta credibilidad que a veces ya no llega ni a la
categoría de papel toalé. De la endemia no se escapa casi
ninguna instancia económica y social. Hoy en día, por lo
tanto, la palabra oficial de la República tiene un crédito
que apenas se acepta a beneficio de inventario.
Empecemos por el principio que en Venezuela es el petróleo.
¿Quién cree en las cifras de producción de Pdvsa y del
ministerio de Energía? La Opep no, pues su data refleja que
en nuestro país se produce alrededor de un millón de
barriles menos de los que alega el ministro Rafael Ramírez
en sus habituales declaraciones. Tanto la Agencia
Internacional de Energía como casi cualquier otro mecanismo
de monitoreo del mercado internacional, sea agencia
especializada, medio de comunicación o centro académico,
tienden a concordar con la Opep y a restarle validez al
flujo (des) informativo de Pdvsa o el Mep, Ministerio de
Energía y Petróleo.
¿Y el Banco Central? Tradicionalmente una fuente confiable y
profesional de información económica, ahora ni de lejos se
puede decir lo mismo. Su propio balance es el resultado de
melindres contables para tratar de compensar la codicia
dolarizada de Miraflores, y para colmo de males ya se
anuncia un "cambio de fondo" en el método para calcular la
inflación. De hecho, lo anunció el señor Chávez y lo
aplaudió el directorio del BCV. El economista José Guerra,
un veterano funcionario del Banco Central cuando todavía
tenía valor el concepto de autonomía, viene registrando de
manera rigurosa la triste realidad del ocaso estadístico del
BCV por razones de subordinación política.
Por cierto que el "nuevo método inflacionario" sería una
copia del que se está aplicando en Argentina gracias al
gobierno de Néstor Kirchner, y en virtud del cual ni el
porteño más despistado se cree las cifras del índice de
precios que se tienen por oficiales. Puede que los voceros
financieros de la "revolución bolivariana" aún tengan el
prurito de no llegar al extremo del presidente del Banco
Central de Zimbabue que declaró "ilegal" a la inflación,
pero hacia esos rumbos va la satrapía boinacolorá. Para
muestra el botón del flamante ministro del Poder Popular
para las Finanzas, Rodrigo Cabezas, quien con bombos y
platillos anunció la "cancelación" de la deuda con el Fondo
Monetario y el Banco Mundial, presentando la situación como
una "liberación de la deuda externa", y resulta y pasa que
la deuda con el FMI se había pagado hace añales y antes de
1999, como bien lo recordó el profesor Maza Zabala, y además
la multiplicación de la deuda pública es uno de los símbolos
más trágicos de la llamada revolución, pues ha pasado de 23
mil millones de dólares en 1998 a cerca de 80 mil millones
de dólares en la actualidad: 76 mil millones para ser más
precisos. ¿Qué tal?
En materia de estadística social la situación es muy
parecida. El INE ha venido "adaptando" sus sistemas de
medición a las necesidades revolucionarias y, no faltaba
más, está disminuyendo con rapidez la pobreza y ya
prácticamente no hay desempleo. Lo que uno ve por la calle
deben ser anomalías al margen o espejismos de la fantasía.
No debería causar extrañeza, por tanto, que el nuevo y más
importante indicador se llame "Indice de Bienestar", toda
una innovación en el vasto y complejo mundo de la ciencia
estadística. Y aún así, con todo y forzando la barra de los
numeritos, los resultados de la investigación social si bien
reflejan una mejoría con respecto al año 2003 o 2004, se
asemejan mucho a los de 1998 o 1999. Cabe preguntarse
entonces, ¿qué paso con el vendaval de petrodólares de este
ya largo período de vacas gordas del mercado petrolero
internacional? Porque hace 8 años el precio de nuestra cesta
petrolera llegó a bajar a 10 dólares, y ahora se acerca a
los 60, cortesía, hay que repetirlo, del crecimiento de las
economías capitalistas.
En materia policial, el Cicpc cerró la oficina de
información y el ex-ministro Jesse Chacón, durante su paso
por el despacho de Platanal, inventó un esquema de
"numeración delictiva" para confundir peras con manzanas y
terminar señalando, cada semana, que los delitos disminuían
a paso de vencedores. Sin embargo, no creo que haya logrado
convencer a ninguno de los deudos de las más de 16 mil
personas que fueron asesinadas tanto el año antepasado como
el pasado, cuando ejercía las funciones de Interior y
Justicia. Con la "autoridad" característica de su sustituto
puede hacerse realidad lo que lucía imposible, y es que
empeore el drama delictivo.
En el campo de la educación y la salud pasa algo de lo más
curioso. Los logros heroicos que proclaman Chávez y su
entorno, son refutados en los tomos contentivos de la
"Memoria y Cuenta" de los ministerios respectivos. Así,
mientras el mandamás sostiene que la escolaridad alcanza a
13 millones de niños y jóvenes, la "memoria" del Ministerio
del Poder Popular para la Educación, que consigno en persona
el ministro Adán Chávez en la Asamblea Nacional, revela que
en realidad no pasa de 7 millones y medio, y además que en
el 2006 hay menos niños en primer grado que en 1997. Revela,
así mismo, que en vez de crecer, disminuye el acceso a la
educación pública en renglones fundamentales como el
preescolar o la educación técnica.
Y claro en el área electoral, ¿quién da un comino por el
Registro Electoral Permanente? Ni Tibisay Lucena apostaría
un solo "bolívar fuerte" de los mucho que perciben los
jerarcas del "socialismo de siglo XXI". Sin registro un
resultado comicial puede tener tanto rigor como las
ocurrencias del nuevo ministro Pedro Carreño, quien, por
cierto, acaba de hacer caer en cuenta a la opinión pública
que hasta las cifras de Semana Santa son maquilladas por el
Gobierno revolucionario. Y es que si algo no tolera una
satrapía es el rostro de la realidad. Por eso en vez de
estadística lo que hay es cosmética.
flegana@movistar.net
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |