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Cosmética y estadística
por Fernando Luis Egaña
lunes, 23 abril 2007


Gracias a la satrapía roja-rojita, buena parte de la información técnica y estadística del Estado venezolano ha perdido tanta pero tanta credibilidad que a veces ya no llega ni a la categoría de papel toalé. De la endemia no se escapa casi ninguna instancia económica y social. Hoy en día, por lo tanto, la palabra oficial de la República tiene un crédito que apenas se acepta a beneficio de inventario.

Empecemos por el principio que en Venezuela es el petróleo. ¿Quién cree en las cifras de producción de Pdvsa y del ministerio de Energía? La Opep no, pues su data refleja que en nuestro país se produce alrededor de un millón de barriles menos de los que alega el ministro Rafael Ramírez en sus habituales declaraciones. Tanto la Agencia Internacional de Energía como casi cualquier otro mecanismo de monitoreo del mercado internacional, sea agencia especializada, medio de comunicación o centro académico, tienden a concordar con la Opep y a restarle validez al flujo (des) informativo de Pdvsa o el Mep, Ministerio de Energía y Petróleo.

¿Y el Banco Central? Tradicionalmente una fuente confiable y profesional de información económica, ahora ni de lejos se puede decir lo mismo. Su propio balance es el resultado de melindres contables para tratar de compensar la codicia dolarizada de Miraflores, y para colmo de males ya se anuncia un "cambio de fondo" en el método para calcular la inflación. De hecho, lo anunció el señor Chávez y lo aplaudió el directorio del BCV. El economista José Guerra, un veterano funcionario del Banco Central cuando todavía tenía valor el concepto de autonomía, viene registrando de manera rigurosa la triste realidad del ocaso estadístico del BCV por razones de subordinación política.

Por cierto que el "nuevo método inflacionario" sería una copia del que se está aplicando en Argentina gracias al gobierno de Néstor Kirchner, y en virtud del cual ni el porteño más despistado se cree las cifras del índice de precios que se tienen por oficiales. Puede que los voceros financieros de la "revolución bolivariana" aún tengan el prurito de no llegar al extremo del presidente del Banco Central de Zimbabue que declaró "ilegal" a la inflación, pero hacia esos rumbos va la satrapía boinacolorá. Para muestra el botón del flamante ministro del Poder Popular para las Finanzas, Rodrigo Cabezas, quien con bombos y platillos anunció la "cancelación" de la deuda con el Fondo Monetario y el Banco Mundial, presentando la situación como una "liberación de la deuda externa", y resulta y pasa que la deuda con el FMI se había pagado hace añales y antes de 1999, como bien lo recordó el profesor Maza Zabala, y además la multiplicación de la deuda pública es uno de los símbolos más trágicos de la llamada revolución, pues ha pasado de 23 mil millones de dólares en 1998 a cerca de 80 mil millones de dólares en la actualidad: 76 mil millones para ser más precisos. ¿Qué tal?

En materia de estadística social la situación es muy parecida. El INE ha venido "adaptando" sus sistemas de medición a las necesidades revolucionarias y, no faltaba más, está disminuyendo con rapidez la pobreza y ya prácticamente no hay desempleo. Lo que uno ve por la calle deben ser anomalías al margen o espejismos de la fantasía. No debería causar extrañeza, por tanto, que el nuevo y más importante indicador se llame "Indice de Bienestar", toda una innovación en el vasto y complejo mundo de la ciencia estadística. Y aún así, con todo y forzando la barra de los numeritos, los resultados de la investigación social si bien reflejan una mejoría con respecto al año 2003 o 2004, se asemejan mucho a los de 1998 o 1999. Cabe preguntarse entonces, ¿qué paso con el vendaval de petrodólares de este ya largo período de vacas gordas del mercado petrolero internacional? Porque hace 8 años el precio de nuestra cesta petrolera llegó a bajar a 10 dólares, y ahora se acerca a los 60, cortesía, hay que repetirlo, del crecimiento de las economías capitalistas.

En materia policial, el Cicpc cerró la oficina de información y el ex-ministro Jesse Chacón, durante su paso por el despacho de Platanal, inventó un esquema de "numeración delictiva" para confundir peras con manzanas y terminar señalando, cada semana, que los delitos disminuían a paso de vencedores. Sin embargo, no creo que haya logrado convencer a ninguno de los deudos de las más de 16 mil personas que fueron asesinadas tanto el año antepasado como el pasado, cuando ejercía las funciones de Interior y Justicia. Con la "autoridad" característica de su sustituto puede hacerse realidad lo que lucía imposible, y es que empeore el drama delictivo.


En el campo de la educación y la salud pasa algo de lo más curioso. Los logros heroicos que proclaman Chávez y su entorno, son refutados en los tomos contentivos de la "Memoria y Cuenta" de los ministerios respectivos. Así, mientras el mandamás sostiene que la escolaridad alcanza a 13 millones de niños y jóvenes, la "memoria" del Ministerio del Poder Popular para la Educación, que consigno en persona el ministro Adán Chávez en la Asamblea Nacional, revela que en realidad no pasa de 7 millones y medio, y además que en el 2006 hay menos niños en primer grado que en 1997. Revela, así mismo, que en vez de crecer, disminuye el acceso a la educación pública en renglones fundamentales como el preescolar o la educación técnica.

Y claro en el área electoral, ¿quién da un comino por el Registro Electoral Permanente? Ni Tibisay Lucena apostaría un solo "bolívar fuerte" de los mucho que perciben los jerarcas del "socialismo de siglo XXI". Sin registro un resultado comicial puede tener tanto rigor como las ocurrencias del nuevo ministro Pedro Carreño, quien, por cierto, acaba de hacer caer en cuenta a la opinión pública que hasta las cifras de Semana Santa son maquilladas por el Gobierno revolucionario. Y es que si algo no tolera una satrapía es el rostro de la realidad. Por eso en vez de estadística lo que hay es cosmética.
 

flegana@movistar.net

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 Columnista, profesor universitario y ex-Ministro de Información


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