Se
escucha y se lee el reclamo para que el proponente de la
fallida reforma se dedique a las funciones de gobierno. El
rector de la UCAB, Luis Ugalde, ha planteado el asunto de
manera razonada y elocuente. Diversos dirigentes políticos
han reiterado el planteamiento, y los más disímiles sectores
se han hecho eco de esa necesidad. Pero luego de casi una
década de fanfarria política, pugilato ideológico y
despilfarro petrolero, no luce probable que el señor Chávez
se transmute en un mandatario gubernativo.
Al parecer, el mandamás miraflorino quiere seguir en lo
mismo después de la derrota del 2-D. Al fin y al cabo, le ha
echado la culpa a todo el mundo del fracaso referendario, y
prácticamente ni una palabra de reflexión autocrítica se ha
colado en sus largas, recientes y sonoras peroratas. Por
cierto que esa metralleta de recriminaciones ha contribuido
a espesar el ambiente entre sus filas, y en particular entre
los principales jerarcas de la "revolución".
Y "lo mismo" no es otra cosa que modificar la Constitución
para alargarse el período de mando, y expandir su "modelo
revolucionario" por donde se pueda. Dos objetivos que de
seguro ocuparán buena parte de su tiempo disponible en el
futuro previsible. De hecho, ya se recogen firmas para una
supuesta reforma reencauchada y el "activismo
internacionalista" sigue campante y coordinado con los
pareceres de Fidel Castro.
En realidad, ni los fieles más empecinados de su entorno se
imaginan al señor Chávez presidiendo largas reuniones
semanales del Consejo de Ministros, atendiendo cuentas
rutinarias de sus 27 ministros y otros tantos altos
funcionarios, dirigiendo equipos administrativos en áreas
sectoriales de gobierno, atendiendo las solicitudes de
gobernadores y alcaldes, dialogando con voceros y
representantes de todo el país, y realizando giras de
trabajo gubernamental por las distintas regiones.
El propio general Baduel acaba de confesar que en sus años
de ministro de la Defensa, no recuerda ni una sola reunión
formal del Gabinete presidida por el presidente de la
República. Que para eso se estableció la figura del
Vicepresidente Ejecutivo en la actual Constitución: para que
se ocupara de las "minucias" administrativas, a fin de que
el jefe de Estado pudiera disponer de tiempo para el
conflicto político.
Sus más reconocidos colaboradores tampoco lo visualizan
llamando al entendimiento y reconciliación nacional,
tendiendo puentes con núcleos de oposición, amnistiando a
los presos políticos, reconociendo la separación de poderes
del Estado, invitando al sector privado a impulsar programas
de desarrollo, dirigiendo una política exterior profesional
y constructiva, y aceptando fallas endógenas para abrir una
nueva etapa de gobernabilidad democrática.
Nada que ver. Muy por el contrario, se refuerza la
confrontación, se continua la persecución, se refritan
juicios, se abren nuevos procedimientos, se vitupera al que
piense distinto y se proclama por la calle del medio que el
diálogo con la oposición, sea política o social, será bajo
las coordenadas de "patria, socialismo o muerte".
De allí que sea muy difícil que ocurra un viraje
gubernativo, en el sentido amplio y democrático del
concepto, y menos ahora que el reloj apremia, porque en la
medida que más pase el tiempo sin que la posibilidad de
reelección en el 2012 esté "metida" en la Constitución de
1999, más erosión tenderá a sufrir el poder presidencial,
incluso dentro de los cuatro rincones de la nomenklatura, y
más cuesta arriba se volverá la pretensión de quedarse en
Miraflores hasta que el cuerpo aguante.
Pero la referida situación envuelve una paradoja de dañinas
consecuencias para la "revolución bolivarista", y es que el
deterioro de las condiciones económicas y sociales de la
vida cotidiana, a pesar del barril petrolero superando los
80 dólares, ahondará las razones y motivos que explican la
derrota del "sí" y, por tanto, la creciente insatisfacción
de densos sectores populares.
La espiral inflacionaria, la caída de la producción
nacional, el quiebre de la inversión privada, la bifurcación
cambiaria, entre otros factores, pasan factura sin
demasiados distingos ideológicos, y sobre todo en plena
época de bonanza petrolera.
Todo lo cual se verá agravado con la "reconversión
monetaria" del ministro de la Inflación, Rodrigo Cabezas,
quizás, uno de los principales artífices de la victoria
opositora del "no", sin menospreciar, desde luego, el papel
estelar del ministro de la Escasez, Elías Jaua, uno de los
responsables más conspicuos del menguado abastecimiento de
productos esenciales a nivel nacional.
Para dedicarse a gobernar en el sentido de políticas
públicas armónicas, democráticas y progresistas, llevadas
adelante con respeto al adversario y tratando de evitar el
abuso de poder, el señor Chávez tendría que dejar de ser
quien es. Y esa posibilidad de mutación no se observa en el
horizonte.
flegana@movistar.net.ve
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Columnista,
profesor universitario y ex-Ministro de Información |